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Un libro y un homenaje reivindican a Carlos Cano, el cantautor que transformó la copla y apoyó a los más humildes

Ambas obras reivindican la figura del cantautor más de dos décadas después de su muerte.

Foto de l'acte d'homenatge a Carlos Cano a l'Ateneu Barcelonès.
Foto del acto en homenaje a Carlos Cano en el Ateneu Barcelonés. — EUROPA PRESS

María la Portuguesa, las Habaneras de Cádiz o Alacena de Las Monjas son algunas canciones de Carlos Cano que son parte de la banda sonora personal de muchas generaciones (no solo de aquellos que rondan los setenta). Con su corazón al lado de las personas humildes, el cantante y compositor Carlos Cano (Granada, 1946-2000) transformó la copla, y con una forma honesta y combativa la convirtió en un género popular comprometido con los problemas sociales del sur, y, por extensión, de los más desfavorecidos en todo el planeta.

Las canciones de Carlos Cano permanecen, sí, pero también era necesario recoger en un libro la magnitud de su carrera, y esto es lo que el periodista Omar Jurado y el fotógrafo Juan Miguel Morales han hecho en Carlos Cano. Voces para una biografía. Después de siete años de trabajo, un retrato de Carlos Cano ha sido condensado en 300 páginas construidas a través de cincuenta voces diferentes. Pese a existir el agotado El color de la vida publicado en Temas de Hoy, lo que ofrece este volumen da un fuerte eco al mensaje de Cano.

La publicación del libro quedó deslucida por los estragos de la pandemia de la covid, pero su valor va más allá de si es una novedad editorial o no. Y no solo porque el nombre de Queipo de Llano vuelve a ocupar espacio en los medios de comunicación o porque se vuelva a hablar de la identidad andaluza.

En Carlos Cano, voces para una biografía son artistas diferentes, familiares, amigos o activistas sociales y políticos que lo conocieron y que compartieron su carrera o que han alimentado su influencia quienes nos acercan a la figura del cantautor. Ordenadas cronológicamente y solo por mencionar algunas, las voces alrededor de las cuales gira el libro son las de Juan de Loxa, Paco Ibáñez, Luís Pastor, Lluís Llach, Manuel Gerena, Santiago Auserón, Benito Moreno, Martirio, Ian Gibson, Fernando Bellver, Giulia Valle o Amaranta Cano.

Lluís Llach fue uno de los responsables de alentarlo a cantar, y, como señala en el libro, a Cano "le apasionó todo y especialmente Andalucía"; y añade: "Hablábamos sobre libertad, de sexo como un concepto de liberación, justicia social y nacionalismo andaluz. Yo le decía que si alguna región de España tenía derecho a la autodeterminación y su liberación, porque desde 1942 está esclavizada por una élite, es Andalucía", sostiene Llach.

En opinión de la poeta y profesora Fanny Rubio, Carlos Cano fue "único en anticiparse a la realidad colectiva andaluza. Cuando todos estábamos hablando del cambio político nadie hablaba de las autonomías. Él fue el primero en adelantarse, no sólo en el folclore o en el símbolo, sino que toca tierra y deja el peso de lo que significa Andalucía como lugar de memoria, herida y reparación".

Javier García Fernández: "Impugnó la forma en la que la cultura andaluza había sido apropiada por la dictadura franquista"

Carlos Cano se aferró a las raíces del folclore, y fue bien adentro suyo para captar su esencia y las complejidades de la identidad andaluza, porque, como argumenta el historiador Javier García Fernández, Cano "impugnó la forma en la que la cultura andaluza había sido apropiada por la dictadura franquista". A García Fernández, natural de un pueblecito de Granada, le gusta recordar que Cano miraba al mundo siendo andaluz pero lejos del folclorismo reduccionista y del cosmopolitismo uniformador, y le sitúa involucrado en luchas sindicales y políticas, pero también como eslabón entre la cultura andalusí africana y lo que llegaba de ultramar.

Granada era la ciudad de Carlos Cano, pero fue en Barcelona donde empezó a cantar y componer pensando que era su camino. Antes de hacer carrera musical, como tantos otros andaluces, trabajó de peón de obra. Y resulta muy clarividente el testimonio del escritor Jordi Sierra i Fabra, cuando explica cómo cuando tenía 17 años trabajaba en las oficinas de una empresa de construcción y, cosas de la vida, Carlos Cano fue a pedir trabajo. Sierra i Fabra recuerda cómo al cabo de una semana Cano lo dejó hecho una furia porque consideraba que ese trabajo era una esclavitud. Allí Sierra i Fabra se dio cuenta de que Cano era un rebelde, por eso cuando más adelante lo reencontró convertido en el "Raimon andaluz" no le sorprendieron nada sus letras subversivas.

Precisamente para reivindicar a Carlos Cano, el pasado 2 de noviembre en el Ateneu Barcelonès se celebró un homenaje en el que participaron Omar Jurado, David Castillo, el historiador Javier García Fernández, Giulia Valle, Marina Rossell y Paco Ibáñez, que en el libro dice que "Carlos Cano nació para estar comprometido". Ambos cantautores se conocieron en Granada pero se trataron mucho en París, una ciudad que en los setenta del siglo pasado fue un punto de acogida para muchos jóvenes que huían de la censura y la represión.

El periodista Omar Jurado, responsable de escribir los textos de esta biografía ilustrada, remarca que Carlos Cano es una figura básica dentro del escenario de la canción de autor de España y que su forma de hacer música, de contar historias, entronca con la tradición de los antiguos juglares medievales y con otros nombres ilustres de la canción popular como Serrat, Llach, Víctor Jara o Violeta Parra.

El afán de denuncia y una personalidad rebelde ante las injusticias de cualquier tipo y en cualquier ámbito, hacen de Carlos Cano una inspiración que sigue hablando a través de unas canciones que juegan en una liga donde las modas y el tiempo no importan. Quizás porque como él mismo se definió: "Sabed que he sido brujo, escritor, cantante, morisco, gitano, bereber, sirena, gayamba, monjita de convento, bandolero, pirata, guerrillero, abogado de pobres, contrabandista y justiciero. Que me aferro al instinto cuando me traiciona la inteligencia. Que aprendí a cantar y a golpear las cuerdas de mi guitarra como si fueran barrotes de una prisión".

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