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'El médico de Budapest': vergüenza, ira y tristeza en Hungría

El cineasta húngaro Itsvan Szabó se autorretrata e intenta excusar su pasado de informante de los servicios secretos del comunismo con su película 'El médico de Budapest'. Reencuentro con su actor fetiche, Klaus Maria Brandauer, es un retrato de la ira y la tristeza de la sociedad ante el Gobierno de Orbán.

Klaus Maria Brandauer se reencuentra con el cineasta Istvan Szabó
Klaus Maria Brandauer se reencuentra con el cineasta Istvan Szabó. Sherlock Films

El primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, inició la "guerra cultural", como él mismo la definió, en octubre de 2018. En un país que insiste en conservar leyes homófobas, que tiene atemorizados a los miembros de su judicatura por posibles represalias, que depende de un Parlamento que pidió al gobierno que no ratificara el convenio europeo sobre prevención y lucha contra la violencia machista, que extiende un modelo de educación segregada… no iban a olvidarse de ninguna manera de los intelectuales y artistas, a los que el gobierno intenta someter. 

Durante el régimen comunista del país, tras la II Guerra Mundial, este colectivo ya sufrió la persecución y la represión, y ahora ha vuelto a encontrarse con ellas de frente. La ira que domina Hungría se extiende a intelectuales y artistas, que han reaccionado de muy distinta manera a la noticia de que uno de sus cineastas más aclamados, István Szabó, fue informante de los servicios secretos a finales de los cincuenta. Él, por su parte, rechazó el año pasado, a causa de la polémica, el premio de la Asociación de la Academia de Cine de Hungría a toda su trayectoria.

Regreso al cine

Como ocurrió con el Oscar Honorífico en 1999 a Elia Kazan, unos pusieron el grito en el cielo cuando se enteraron de que la Academia iba a premiarle, mientras que otros, conscientes del talento del cineasta, defendieron que se le reconociera por sus méritos artísticos. István Szabó, ganador de los más altos galardones en Cannes, Berlín y La Academia de Hollywood, ha hablado para unos y para otros desde su nueva película, El médico de Budapest, su regreso al cine después de ocho años de silencio.

Reencuentro con su actor fetiche, Klaus Maria Brandauer, el cineasta húngaro se ha reunido con todos sus cómplices en este filme, trabajo que muchos han considerado su obra de despedida, y en el que las notas autobiográficas son evidentes. Siguiendo los pasos de un prestigioso cardiólogo al que jubilan inesperadamente, Szabó repasa la trayectoria de un hombre que, como él, vio la II Guerra Mundial, creció en los valores comunistas y se enfrenta hoy al gobierno ultraderechista de Orbán.

Vocación contra intereses

Su protagonista, al final de su carrera, es atacado por los medios de comunicación y políticos corruptos, que difunden un episodio vergonzoso de su pasado, un caso policial que vivió de adolescente, cuando, a cambio de su libertad, informó sobre sus compañeros de Universidad. El director húngaro, de 83 años, sin duda se ha autorretratado en este personaje y desde él intenta excusarse y convencer de que su vocación es auténtica y está muy por encima de intereses políticos o pecuniarios. Una disputa que es, justamente, la que presenta la película.

Filme de denuncia contra el Gobierno del Fidesz, Szabó traza un amplio recorrido de conciencia política en El médico de Budapest, donde revela el estado actual de la corrupción política, mucho más dedicada a buscar fuentes de riqueza que a proteger la Sanidad Pública, y al mismo tiempo, dibuja el mapa de la sociedad de hoy en Hungría. Al final, la película es un eco de la indignación y tristeza social, y del estado de ánimo de desesperanza del país.

Una escena de 'El médico de Budapest'
Una escena de 'El médico de Budapest'. Sherlock FIlms

Presión social sobre la edad

El personaje de Klaus Maria Brandauer regresa a su pueblo natal después de que le aparten de su trabajo. Allí intenta seguir ejerciendo como médico generalista, tal y como hizo su padre, pero los intereses del alcalde —que no paga por equipos médicos y destina el dinero a elaborar una trampa para turistas— y la hostilidad del pueblo —que prefiere ese dinero prometido a un buen servicio médico— se lo ponen muy difícil.

Szabó provoca un encuentro del médico y su amigo de la infancia, el cura del pueblo, interpretado por otro leal de su cine, el actor Károly Eperjes. Una reunión de personas movidas por su vocación que, como el propio cineasta, octogenario, sienten la presión social sobre su edad. A través de ellos, el director defiende su derecho, y su necesidad, a seguir trabajando sin importar los años que tenga cumplidos.

La experiencia y la sabiduría de los mayores ya no interesan, los jóvenes buscan futuro fuera de Hungría —el anterior médico del pueblo se ha ido a Suecia, la hija del médico se va a Australia—, casi todo lo malo heredado del régimen anterior persiste y lo mejor se desecha… lo que queda es la lucha titánica de un pequeño hombre contra el poderoso sistema actual.

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