Este artículo se publicó hace 14 años.
'Nanas de la cebolla' para Miguel y Marcelino
Los artistas evocan al sindicalista durante el homenaje al poeta en el Cervantes
"La vida siempre rima. Hoy es un día en el que ha ocurrido algo poético". La actriz Blanca Portillo definió ayer con estas palabras la coincidencia del homenaje al poeta Miguel Hernández en el Instituto Cervantes de Madrid, situado en la plaza de las Cibeles, y el funeral público al defensor de los trabajadores Marcelino Camacho, que empezó a la misma hora, las doce del mediodía y a sólo unos metros de allí, en la castiza Puerta de Alcalá. "Este homenaje poético es un regalo que el pueblo le ha hecho a Camacho", aseguró también la actriz Pilar Bardem.
Desde hacía meses, el Instituto Cervantes y la Unión de Actores habían planeado una lectura continuada de los poemas de Miguel Hernández para celebrar el centenario del nacimiento del poeta. La pretensión era conmemorar la lucha del escritor y enseñar su obra "a todo el mundo, incluso los más pequeños", como explicó la directora del Cervantes, Carmen Caffarel.
La pretensión era conmemorar la lucha del escritor y enseñar su obra
Ayer, sin embargo, se encontraron con "una mañana lluviosa, una mañana de muerte", según señaló el presidente del sindicato de actores, Jorge Bosso. Esta circunstancia provocó, al principio, ciertos temores en la organización. Algunos participantes, como el poeta José Caballero Bonald y la actriz Concha Velasco, no llegaban y el reloj corría. El público, que rondaba la mediana edad, se mantenía a la espera. Al principio el goteo de participantes fue lento, pero, poco a poco el acto cobró forma y lo que en un principio iba a tener un solo protagonista, se convirtió en un recuerdo emocionado a dos figuras que dieron su vida por los derechos de los trabajadores.
Con el acertado verso final "que tenemos que hablar de muchas cosas,/ compañero del alma, compañero", de La elegía a Ramón Sijé, recitado por la voz en off del actor Paco Rabal, dieron comienzo las lecturas. Pilar Bardem, visiblemente conmovida, inició su participación con un gesto hacia Marcelino Camacho: "Hoy Madrid despide a un hombre bueno, un hombre al que ni le doblegaron ni le domaron. Para él, el poema de Miguel, Para la libertad". Tras su lectura, la actriz confesó a este periódico que se trataba de uno de sus poemas favoritos.
Recuperación del poeta"Soy una abierta ventana que escucha,/por donde va tenebrosa la vida./ Pero hay un rayo de sol en la lucha/ que siempre deja la sombra vencida". Este poema, Eterna sombra, fue el que atacó Luis Eduardo Aute. Para el músico fue el azar, que revoloteó durante todo el día, el culpable de que le tocara leer su poema favorito. Como a Blanca Portillo, que llevó al escenario Nanas de la cebolla y que dedicó a Marcos Ana, poeta y compañero de prisión de Hernández.
Aparte de la lectura, algunos de los participantes reivindicaron en su discurso la figura del alicantino. Fue el caso de la dramaturga Lourdes Ortiz, quien recordó cómo en su época universitaria llegó a la política a través de la poesía de Neruda y Hernández. "Después, durante mucho tiempo, se le ha dejado de lado. Ahora es bueno que se le recuerde, sobre todo para que llegue a los jóvenes", afirmó antes de leer Canción última.
"Ahora es bueno que se le recuerde, sobre todo para que llegue a los jóvenes"
El actor Juan y Medio destacó que la primera vez que leyó al poeta, "me cogió del pecho y me sacudió. ¿Cómo es posible que tenga ese lenguaje tan clásico y a la vez tan moderno?". El actor hizo un guiño a la ironía y recitó Umbrío por la pena, ese poema que acaba con el sarcástico verso "¡cuánto penar para morirse uno!".
La familia de Miguel Hernández tuvo una presencia destacada durante el homenaje. Al escenario subieron su nuera, Lucía Izquierdo, su nieta, María José Hernández, y su sobrina Rosa Moreno Hernández. La primera recordó a Josefina Manresa, la mujer del poeta, que siempre le habló de su marido como "la persona más humana y transparente que había conocido jamás". Del hijo del poeta señaló que nunca asumió que "le hubieran privado, primero, de su padre, y después de un poeta tan grande que no sabemos lo que nos hubiera dado".
El público también tuvo sus minutos en el escenario. Iñaki González, profesor del instituto Leonardo Da Vinci, que se había trasladado a Madrid desde Alicante, leyó con voz entrecortada la Elegía a Ramón Sijé, después de recordar al sindicalista Camacho "como uno de los grandes hernandianos".
El camarero del Café Gijón, José Bárcena, trajo a la memoria las tardes del poeta en este conocido café donde tanto charló con "su amiga o algo más" Maruja Mallo, "pintora excéntrica y verbenera que le sumergió en la vida de bohemia de Madrid". En el homenaje también hubo música y teatro. Aunque, sobre todo, hubo un recuerdo a Miguel y Marcelino, dos defensores de los trabajadores.
"Se está pasando por alto ‘Viento del pueblo’"La nuera de Miguel Hernández, Lucía Izquierdo, manifestó ayer a ‘Público’ su “emoción” por cómo estaba transcurriendo la celebración del centenario. “Sobre todo porque son las asociaciones culturales las que se están dejando la vida en ello sin tener casi recursos”, afirmó. Aseguró también que al poeta no le gustaban demasiado los homenajes, aunque “seguro que estaría muy feliz al ver que el pueblo está con él”. La única contrariedad, según ella, es que “se está pasando por alto ‘Viento del pueblo’ y ‘Un hombre acecha’, que son sus grandes homenajes a la libertad”. Izquierdo resaltó que “Miguel siempre ha sido un poeta incómodo para el poder, pero tendremos que hacer una reflexión sobre por qué está ocurriendo esto”.
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