De paseo con Gloria Fuertes, la chula de Lavapiés
Estos son los rincones más emblemáticos de la poeta, criada en el castizo barrio madrileño.
Madrid-
"¿Qué vas a hacer esta tarde?", se preguntaba la poeta en Isla ignorada. "Vente entonces con mis manos, vente entonces con mis versos, vente entonces con mis labios", vente entonces con tu callejero, pues la ruta comienza ya, en el número 3 de la calle Espada, donde una placa indica que en esta casa nació y creció Gloria Fuertes, autora del verso estampado en el metal, perteneciente al citado libro: "Manantiales de versos encendidos y cascadas de paz es lo que tengo".
El edificio está situado a unos pasos de la plaza de Tirso de Molina, por la que tanto correteó, antes llamada del Progreso y sometida a tantas remodelaciones que hoy no parece la misma. Concretamente, su casa natal se ubica entre las calles Jesús y María, que desciende hasta la plaza de Lavapiés, corazón de un barrio castizo y luego multicultural, y Mesón de Paredes, donde abre sus puertas al sediento la añeja Taberna de Antonio Sánchez, que frecuentó durante años.
"Se sentaba aquí mismo, en el que había sido el rincón favorito del pintor Ignacio Zuloaga y desayunaba una botella de tres cuartos de vino blanco, una barrita de pan seco y una copita de anís", recordaba a este diario Francisco Cíes, el entrañable dueño de la taberna más antigua de Madrid. En aquel velador de mármol escribía la poeta ya adulta, en el retrovisor una infancia de paseos por el barrio a pie y en bicicleta, dos ruedas que precedieron a una moto que convertiría en biblioteca ambulante.
La ruta madrileña de Gloria Fuertes (1917-1998) comienza y termina en Lavapiés, escenario de paseos organizados por los lugares que transitó a diario hasta que tuvo que mudarse a otra zona de la capital. Su padre trabajaba como portero en el Consultorio de niños de pecho y gota de leche, situado unos metros más abajo del hogar familiar y donde en realidad pudo haber nacido la poeta, aunque luego vivió, además de en la citada calle, en Dos Hermanas y en Tres Peces, situadas en los extremos oeste y este del barrio.
"La ruta por el Madrid de Gloria Fuertes es muy interesante. Ahora se organizan muchas de carácter literario, pero hace unos años fue muy llamativa", explica Chus de la Rosa, responsable del proyecto La Fisgona, que en su día planeó un viaje "diferente" por la historia capitalina y eligió el universo personal de la poeta. "Nos dimos cuenta de que, tras la popularidad que obtuvo en la televisión, había caído en el olvido. De hecho, hasta hace poco no ha sido valorada, quizás por ser mujer: ni su obra ni su reivindicación feminista".
Carlos Figueroa y Aurelio Merino, los guías de aquellos paseos con Gloria Fuertes, siguieron difundiendo su espacio vital y su palabra inmortal, pues leían fragmentos de sus poemas en los lugares emblemáticos de la poeta, como la Taberna de Antonio Sánchez y algunas plazas de Lavapiés, donde todo es ella y no cabe la frontera, como demostraron los nuevos vecinos, llegados de todo el mundo, al igual que antes habían hecho los emigrantes españoles que dejaban atrás sus pueblos para instalarse en el corazón del casticismo.
El Rastro, sin ir más lejos, con sus puestos repletos de "braseros, navajas, morteros, pinturas", "corbatas, muletas, botas de montar", "maniquíes, tazones, cables y tachuelas", "zapatos en buen uso, santitos a elegir" y tantos otros cachivaches. La plaza de Cabestreros, hoy Nelson Mandela, donde se conserva la fuente republicana que abastecía a los aguadores. También la de Agustín Lara, rebautizada Arturo Barea, quien relató el incendio de las Escuelas Pías el 19 de julio de 1936 en La forja de un rebelde.
"La guerra civil le dejó una marca imborrable", recordaba su biógrafo Jorge de Cascante en el aniversario de su muerte, un 27 de noviembre de hace veinticinco años. El poso fue "tremendo", hasta el punto de que "incluso en su poesía infantil están presentes por todas partes la muerte, el hambre o la enfermedad", añadía el prologuista de El libro de Gloria Fuertes. Antología de poemas y vida y de El libro de Gloria Fuertes para niñas y niños, ambos editados por Blackie Books.
Una infancia de "pobreza extrema" y el recuerdo aciago en los pupitres de Mesón de Paredes, como recordaba la poeta: "Me llevaron a un colegio muy triste donde una monja larga me tiraba pellizcos porque en las letanías me quedaba dormida". Luego, a los trece años, su padre empieza a trabajar como guardés en un palacete de la calle Zurbano y el paisaje y el paisanaje cambian para Gloria. La recibe el oeste de Chamberí, zona noble que discurre en paralelo al paseo de la Castellana.
Cerca de allí se encontraban la Escuela del Hogar y Profesional de la Mujer, en la calle Pinar 7, donde aprende taquigrafía y mecanografía, y el Instituto Internacional de Madrid, donde estudia biblioteconomía e inglés. Volvería a la calle Miguel Ángel 8 tras pasar una temporada en Estados Unidos, pero en este caso para dar clases de español a extranjeros. Ese mismo año, en 1963, fija su residencia en la calle Alcocer 43, en el distrito de Chamartín, donde fallecería en 1998 la "poeta social y de los niños que quiso ser llamada poeta de guardia", como reza una placa en la fachada del edificio.
Hay más lugares impregnados por su espíritu, también fuera de la capital, como Soto del Real, donde vivía su pareja Phyllis Turnbull. Sin embargo, un paseo por el centro permite abarcar buena parte de sus rincones favoritos, como la Cuesta de Moyano, en cuyos puestos compraba libros que burlaban la censura. Decía Gloria Fuertes que su "tonillo madrileño" estaba más "en mi voz que en mi obra", aunque, como dejó escrito en un chotis, "soy tan chula que, cuando digo yes, todos me notan que soy de Lavapiés".
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