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Los pasos perdidos de ‘Metrópolis’

La versión original del filme de Lang aparece en Argentina

FEDERICO PEÑA

Todo tesoro encierra una historia. El hallazgo de la versión completa de Metrópolis (1927), de Fritz Lang, esconde la del historiador de cine, Fernando Martín Peña. Si el largometraje original era El arca perdida para el mundo del cine, el ex director del BAFICI y actual programador del área de cine del Malba, sería su Indiana Jones. Uno con pinta de antihéroe que en 1984 pagó cuatro entradas de cine en una tarde para ver la versión extendida de Giorgio Moroder.


Hace dos meses, Peña encontró en Buenos Aires la Metrópolis que creó Lang y que se perdió en la II Guerra Mundial, dejando al mundo la versión mutilada de la Paramount.
No fue un hallazgo fortuito. Peña supo hace dos décadas que la película con el metraje original estaba en Argentina, cuando trabajando en el Cineclub Núcleo pudo investigar la colección del periodista Manuel Peña Rodríguez, quien vendió al Fondo Nacional de las Artes sus películas para costear una enfermedad que lo sepultó en 1971.


En esa colección figuraba Metrópolis. La curiosidad hizo que Peña se pusiera a investigar. ¿Dónde la había comprado? ¿qué versión sería? Primero, averiguó que la película estrenada en 1928 en Buenos Aires tenía una duración de 15 rollos, unos 150 minutos. Eso descartaba que fuera la versión de 80 minutos de la Paramount. El segundo paso fue saber que su distribuidor, Adolfo Wilson, de Terra, compraba sus filmes directamente a la UFA alemana.


Restaba saber cuál era la versión del Fondo. El último dato lo aportó Salvador Sammaritano, el jefe de Peña, que en una conversación banal se quejó porque en una función, en los setenta había tenido que poner el dedo en el proyector “¡por más de dos horas!”. Como el nitrato se encoge un milímetro con el tiempo, el dedo corregía la falencia. ¡Eureka! pensó Peña. “Supe entonces que el Fondo Nacional de las Artes tenía la versión
completa”.

20 años después
La historia que sigue es la más triste. Peña no pudo seguir investigando porque el Cineclub no consiguió la donación del Fondo, que en 1992 entregó la colección al Museo de Cine de Buenos Aires. La desidia estatal, por falta de recursos, y la prioridad del cine local hicieron que Metrópolis volviera a dormir en sus latas. “La moraleja es que el Estado debe conservar su patrimonio y crear una cinemateca. Hay muchas otras joyas perdidas”, dice.


Cuando Paula Félix asumió la dirección del Museo, Peña le pidió acceder a la colección de 200 películas de Peña Rodríguez. Eso fue en mayo. Miró los fotogramas con lupa y encontró escenas nuevas. Hicieron una copia en DVD y en VHS para cuidar la copia de casi 80 años. Peña viajó entonces a Madrid y, tras comprar La técnica de dirección de F. W. Murnau, del español Luciano Berriatúa, decidió que este era la persona indicada.


El contacto español
Berriatúa es restaurador y un especialista del cine alemán que trabaja para la Fundación Murnau. Peña, que había sufrido el descreimiento de Enno Patalas, el restaurador del Acorazado Potemkin, necesitaba a alguien que le creyera y cuya opinión resultara, a la vez, creíble. “Usted tiene que ver esto”, le dijo al español. Berriatúa “alucinó, se volvió loco” al ver la versión completa. El resto de la historia es conocida. Berriatúa hizo el nexo y cuando en la Cinemateca alemana y en la Fundación Murnau vieron el material “se les cayeron las medias”. El 3 de julio se hacía el anuncio desde Alemania: Metrópolis está completa, a falta de una escena.


Como los defectos de la copia de Metrópolis sólo pueden arreglarse de forma digital, el Museo de Cine de Buenos Aires y los alemanes se encuentran negociando. “Le aconsejé a la directora que pida que arreglen películas argentinas que si no se perderían para siempre. Entre ellas, Amalia, el primer largometraje mudo argentino. Tenemos que aprovecharnos de Metrópolis y aprender la lección de preservar”. Palabra de cinéfilo.

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