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Pressing catch a golpe de verso

En tres minutos se puede escuchar una canción, revisar Twitter, beber un café o esperar al siguiente metro. En tres minutos se puede (y se debe) recitar un poema original. Sin música. Sin atrezzo ni vestuario. Estas son las tres máximas del Poetry Slam, la lucha libre de la literatura oral, una competición en la que los participantes recitan el primer verso, pero es el público el que tiene la última palabra.

Imagen del Poetry Slam Madrid de junio, que se celebra el primer miércoles de cada vez en el bar 'El Intruso'. POETRY SLAM MADRID/Paula Díaz

RAQUEL ABAD

No importa cuál sea su trabajo el resto de la semana: cualquiera puede ser slammer. Basta con saber rimar. Enfrente, el público, juez y parte en esto del Poetry Slam. Antes de que los participantes comiencen a recitar, se reparten cinco pizarras entre los asistentes. Tras la intervención de cada poeta, el público puntúa su actuación del 1 al 10, sin decimales. Después, se eliminan la nota más alta y más baja y se suman las tres pizarras restantes. Por último, los tres poetas que obtienen la mejor puntuación pasan a una final en la que la duración e intensidad de los aplausos determinan quién será el ganador. El vencedor de la liga regular tendrá la posibilidad de representar a su ciudad en la competición nacional que organiza Poetry Slam España. El campeón actual es Dante Alarido, ganador del VI Campeonato Nacional que se celebró en junio en Valencia.

Hoy se celebra el último Poetry Slam de la temporada en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) hasta su regreso en septiembre. La poesía también tiene derecho a unas vacaciones.

La semilla de este formato la plantaron en España festivales como el Spoken Word de 2005 en Sevilla o el Kosmopolis de Barcelona en 2006, donde ya apareció la competición con el nombre de Poetry Slam. En este último, el de Kosmopolis, José Luis Cabeza, más conocido como el Payaso Manchego, perdió su virginidad como slammer. “Llevo el nombre de un poema”, explica. Muchos participan con un alter ego, y José Luis eligió el de Payaso Manchego, el poema con el que participó por primera vez en la competición.

Empezó siendo un mero seguidor del formato, pero desde 2010 es uno de los cuatro coordinadores de la competición de Barcelona, que corre a cargo de la asociación artística Red927 y de la empresa Hipnotik Faktory. “Es gracioso porque, al final, uno termina siendo organizador”, bromea. En 2013, también puso en marcha el Poetry Slam de Santa Coloma junto con sus compañeros. “Golpeó tan fuerte que sólo en la provincia de Barcelona ya hay cuatro Poetry Slam: Hospitalet, Santa Coloma, Llobregat y Barcelona”.

El público del Poetry Slam Barcelona puntúa las actuaciones en el Centro de Cultura Contemporánea. POETRY SLAM BARCELONA

El público del Poetry Slam Barcelona puntúa las actuaciones en el Centro de Cultura Contemporánea. POETRY SLAM BARCELONA

En España, 18 comunidades cuentan ya con su propia competición: Barcelona, Bilbao, Cantabria, Ciudad Real, Granada, Hospitalet, Jaén, Lleida, Llobregat, Madrid, Mallorca, Murcia, Oviedo, Santa Coloma, Toledo, Valencia, Vitoria y Zaragoza. En cada una de ellas el Poetry Slam tiene, además, una responsabilidad social. En Cantabria y Barcelona ofrecen talleres de poesía en cárceles; en Jaén llevan a cabo el Proyecto Slam: talleres para alumnos y profesores en distintos colegios locales; y en Madrid este nuevo formato se ha convertido en la excusa perfecta para acercar la poesía a los más pequeños.

Según el Payaso Manchego, el Poetry Slam “es un territorio amateur al que llegan personas que no sabían que esto existía y simplemente tienen un don para ello”. Es lo que le ocurrió a Salva Soler, que se dio cuenta de que “encajaba” en este mundo. Participó por primera vez en abril de 2013 y tan sólo dos años después, se proclamó campeón de España. Salva estudió arte dramático y además era cantautor. Vio en el Poetry Slam un cocktail de sus ingredientes favoritos. “Era profesor de teatro y cuando un alumno me habló del Poetry Slam de Barcelona, decidí apuntarme. Me fue bastante bien y no lo pude dejar”, explica. Lo que más le fascina es poder “conectar con el público”.

Aunque nadie quiere colgarse la medalla de oro, la primera competición regular de Poetry Slam en España la organizó el Instituto Goethe en Madrid en enero de 2009. Sin embargo, el Instituto abandonó la organización del evento un año después, pero los participantes no dejaron que muriese y recogieron el testigo de la organización.

Pablo Cortina, al igual que el Payaso Manchego, comenzó siendo un “participante despistado” y hoy es el presidente de la Asociación Cultural Poetry Slam Madrid. Pablo prefiere no hablar del formato como un concurso: “tiene apariencia de competición pero es como un Pressing Catch poético”, porque hay una lucha “pero es de mentira”. Confiesa que no le gusta que ni el público ni los participantes se tomen muy en serio su papel porque entonces “algo estaría fallando”. “La competición es un señuelo y un juego para el público”, confiesa.

Él prefiere dar más difusión a la lírica que al propio Poetry Slam: “la poesía es la expresión de las ideas de la manera más sincera posible, en una sociedad en la que está mal visto ser sincero o mostrar tus sentimientos en público”. Lo que pretende demostrar Pablo Cortina a través del Poetry Slam Madrid es que “la poesía no tiene por qué ser elitista, es un género popular que engancha a cualquiera”.

Uno de los objetivos comunes de ambas ciudades es acercar la literatura oral a los más pequeños. Desde Barcelona, José Luis dice que ellos son “como cuentacuentos o juglares, algo que a los niños les encanta. Por un lado les interesa que les cuenten historias pero también les gusta contarlas”. Eso es lo que hace Pablo en Madrid por medio de talleres en colegios. “Más que para que conozcan el slam, para que conozcan la poesía”.

Actuación de Salva Soler en el Poetry Slam San Isidro, celebrado en mayo en Madrid. POETRY SLAM MADRID/Paula Díaz

Actuación de Salva Soler en el Poetry Slam San Isidro, celebrado en mayo en Madrid. POETRY SLAM MADRID/Paula Díaz


Desde hace 3 años, el Poetry Slam de Barcelona se hace una vez al mes en el hall principal del CCCB, una sala capaz de albergar a unas 800 personas, pero no siempre se celebró allí. Este nuevo formato ha ido ganando tanta popularidad que los organizadores se han visto obligados a cambiar de sede en varias ocasiones. “Empezamos en el Harlem Jazz (iban 30-40 personas), pero al año y medio, como la cerveza era muy cara, nos fuimos al Tinta Roja (100 personas)”, bromea. “Ahora hay que decirle al CCCB que reforme las paredes porque ya no cabe más gente”.

El Libertad 8 comenzó siendo la sede del Poetry Slam madrileño, “un sitio con mucha cultura underground”, explica Pablo. Luego, probaron suerte en el teatro Alfil, pero en plena búsqueda de un ambiente más informal, surgió la colaboración con El Intruso, su desde hace tres años.

“Una de las mayores dificultades es que la organización lleva mucho tiempo y mucho trabajo”, lamenta el Payaso Manchego. “También hemos recibido críticas, pero eso significa que algo estamos haciendo bien”, afirma Pablo. Tanto él como José Luis organizan los Poetry Slam “por el arte” pero tampoco quieren perder dinero: “todos tenemos otros trabajos”, dicen. Los slammers llevan una vida paralela en la que son la hormiga del cuento, pero el Poetry Slam les da, una vez al mes, la oportunidad de ser la cigarra.

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