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La prodigiosa sordociega que fue repudiada por socialista

Encarnó un ejemplo de superación en EEUU, hasta fue silenciada por su lucha contra las injusticias. Un siglo después, Chévere lleva la historia de Helen Keller al teatro.

La sordociega Helen Keller, en 1904.
La sordociega Helen Keller, en 1904. Library of Congress

¿Puede una sordociega romper el silencio y abrirle los ojos a la sociedad ante las injusticias sociales? Helen Keller respondió hace más de un siglo a la pregunta que ahora plantea Chévere, que en su última producción lleva a escena la historia de la primera mujer que, sin poder ver, oír ni hablar, fue capaz de obtener una carrera universitaria. Sin embargo, la compañía teatral no solo ha fijado su mirada en el hito de una persona con discapacidad, sino también en la activista acallada por su defensa de la clase trabajadora, a quien además le negaron una vida sexual y afectiva.

"Desde que tenía siete años, fue considerada una niña prodigio, pero tras publicar su autobiografía se convirtió en una celebridad mundial. En cambio, cuando empezó a expresar sus ideas políticas, sus escritos dejaron de tener tanto reconocimiento y la prensa, sus mecenas y la opinión pública empezaron a descalificar sus opiniones", explica Xesús Ron, director de Helen Keller, ¿la mujer maravilla?, que podrá verse durante este mes en Pontevedra (jueves 11), A Coruña (viernes 12 y sábado 13) y Bertamiráns (viernes 26), antes de representarse en el Teatre Lliure de Barcelona (del 9 al 19 de mayo).

La sociedad de su tiempo aceptó que Helen Keller (Alabama, 1880 - Connecticut, 1968) encarnase un fascinante ejemplo de superación, pero no toleró que se erigiese en una líder anticapitalista. También fue utilizada como un sugestivo reclamo para captar fondos para los invidentes, aunque considerada incompetente para vivir como una mujer independiente y autónoma, hasta el punto de que su familia le prohibió casarse con su secretario, quien le propuso contraer matrimonio. Hasta su Gobierno la usó como embajadora de la paz y la envió a Hiroshima y Nagasaki, mientras que el FBI la investigaba durante años.

"Helen Keller reflexionó sobre la marginación de los invidentes y llegó a la conclusión de que no se debía exclusivamente a que no pudiesen ver, sino a que el sistema industrial y capitalista marginaba a la clase trabajadora en general, por lo que para cambiar la situación de los ciegos había que mejorar las condiciones laborales del proletariado", comenta el director de la obra, protagonizada por las actrices Ángela Ibáñez, Patricia de Lorenzo y Chusa Pérez de Vallejo, quienes alternan la palabra con el lenguaje de signos, aunque durante la función las personas con deficiencia visual disponen de un servicio de audiodescripción.

Escena de la obra de teatro 'Helen Keller, ¿la mujer maravilla?', de la compañía Chévere.
Escena de la obra de teatro 'Helen Keller, ¿la mujer maravilla?', de la compañía Chévere. Sabela Eiriz

En esta ocasión, Chévere se aleja del carácter localista —y a la vez universal— que ha caracterizado sus anteriores trabajos y viaja hasta los Estados Unidos para relatar la vida de una niña que, gracias a la ayuda de una profesora con baja visión, aprende a comunicarse mediante el sistema dactilológico en palma. Sin embargo, la crítica implícita en el teatro documental de la compañía gallega apunta hacia la relevancia concedida a la maestra, como refleja el título de la película El milagro de Ana Sullivan, donde además del nombre de la tutora destaca el prodigio divino por encima del esfuerzo de la cría para instruirse.

John Macy, el marido de la profesora, también es objeto de debate por lo que hoy llamamos apropiacionismo, si bien Chusa Pérez de Vallejo matiza que no debemos juzgar los hechos con los ojos de hoy. "En un momento en el que la lengua de signos no estaba bien vista a nivel educativo, Helen no habría descubierto el lenguaje sin Anne, aunque en su formación también influyó su inteligencia privilegiada. El mérito del aprendizaje es mutuo, porque no se entiende a la una sin la otra", explica la actriz, quien no elude los recursos de una familia acomodada y el mecenazgo de un magnate petrolero.

"Al principio del espectáculo, advertimos de que el afán por poner a las personas con discapacidad como ejemplo de superación a veces es muy negativo, porque no todos tenemos las mismas condiciones ni estamos en una situación similar. No obstante, pese a los medios de los que disponía, ella luego se rodeó de gente que consideraba importante a nivel social, político y de compromiso", añade Chusa Pérez de Vallejo en relación a sus amistades y relaciones, vinculadas al Partido Socialista, al Industrial Workers of the World o a la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles, en los que militó activamente.

Ángela Ibáñez, Patricia de Lorenzo y Chusa Pérez de Vallejo, en 'Helen Keller, ¿la mujer maravilla?', de la compañía Chévere.
Ángela Ibáñez, Patricia de Lorenzo y Chusa Pérez de Vallejo, en 'Helen Keller, ¿la mujer maravilla?'. S. Eiriz

La actriz e intérprete de lengua signos deja claro que entonces no le permitieron casarse, pero que ahora sigue sin estar bien visto que algunas personas con discapacidad mantengan relaciones sexuales. "Pese a su desarrollo intelectual, político y sindical, a Helen le negaron ese aspecto afectivo. Un siglo después, nos creemos muy progres y avanzados. Sin embargo, sigue habiendo discriminación. De hecho, juzgamos sus capacidades para hacer ciertas cosas, cuando deberían ser ellos quienes digan si pueden o no llevarlas a cabo", cree Chusa Pérez de Vallejo.

Sin duda, su sordoceguera y su historia de superación opacaron sus escritos sobre los derechos de los trabajadores, por lo que sus libros posteriores no cosecharon el éxito de su autobiografía, traducida a medio centenar de idiomas. Tampoco tuvieron tanto eco otras causas que defendió, de modo que la sociedad sustituyó su altavoz por el silencio, un personaje invisible de Helen Keller, ¿la mujer maravilla?, que acaba de representarse en el Teatro Valle-Inclán de Madrid, perteneciente al Centro Dramático Nacional, coproductora de la obra junto a Chévere y el Teatre Lliure.

"Tras vincularse a organizaciones rupturistas y revolucionarias, se tomó con humor y sarcasmo las críticas y descalificaciones, pese a que terminó convirtiéndose en una de las personalidades más influyentes en la esfera de la considerada política radical: desde los conflictos laborales hasta el movimiento sufragista por el derecho al voto de las mujeres, desde su apoyo explícito a la Revolución rusa a su crítica al intervencionismo de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial", enumera Xesús Ron, quien plantea en la obra si hoy todavía es posible la disidencia.

Escena de la obra de teatro 'Helen Keller, ¿la mujer maravilla?', de la compañía Chévere.
Escena de la obra de teatro 'Helen Keller, ¿la mujer maravilla?', de la compañía Chévere. Sabela Eiriz

El dramaturgo contextualiza la última producción de Chévere en el presente, de modo que el discurso antibelicista de Helen Keller logra silenciar las bombas en Gaza, mientras que las voces conspiranoicas de las redes sociales niegan el esfuerzo —publicó catorce libros y medio millar de artículos y ensayos— y hasta la propia existencia de la protagonista. También puede establecerse un paralelismo contemporáneo con el repudio que provocó hace más de un siglo su ideología, cuando hoy basta con tildar de comunista a alguien para desacreditarlo.

"Cuando sus opiniones fueron más radicales y no resultaron útiles, empezaron a combatirla y a descalificarla por discapacitada. Al principio, habían usado su ceguera y su sordera como algo positivo para generar visibilidad y apoyo. Sin embargo, al expresar su ideología y su activismo, no solo escribiendo sino también sumándose a manifestaciones y protestas, argumentaron que no se enteraba de nada y que la estaban manipulando, lo cual fue una mentira", concluye Xesús Ron, quien enmarca esa reacción de la sociedad y las autoridades en el Temor rojo, que supuso "una persecución brutal contra los socialistas".

Helen Keller se introdujo entonces en el circuito del vodevil y empezó a trabajar para la Fundación Americana para Ciegos a condición de no expresar sus ideas izquierdistas. Su actividad pública de carácter político fue menguando, aunque no dejó de apoyar las causas en las que creía, pese a que fuesen tachadas de comunistas y perseguidas por el Gobierno, añade el dramaturgo, quien subraya que simbolizó la disidencia contra el sueño americano. Una heterodoxa también en lo personal, pues vivió en su casa con John Macy y Anne Sullivan hasta que, tras el fallecimiento de su maestra, siguió haciéndolo junto a otras mujeres, de manera independiente y alejada de los cánones. Sorda, ciega y libre.

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