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Los protagonistas de 'Run' hacen lo que muchos querrían: huir de su vida rutinaria

HBO estrena este lunes 'Run', producida por Phoebe Waller-Bridge. Una serie que se sostiene, en gran medida, gracias a la química entre Merritt Wever y Domhnall Gleeson.

Merritt Wever y Domhnall Gleeson, protagonistas de 'Run'.- HBO
Merritt Wever y Domhnall Gleeson, protagonistas de 'Run'.- HBO

¿Quién no ha querido huir de su vida alguna vez? Da igual si por anodina o por estresante. Simplemente dejar se ser quien se es, abandonar cualquier obligación durante una semana y disfrutar de la libertad que otorga el viajar ligero de equipaje, sin ataduras y sabiendo (o creyendo) que se podrá volver pasado ese periodo de prueba si la experiencia no resulta satisfactoria. Esa es la idea, sumada a un antiguo amor y un pacto loco de juventud, de la que parte Run, serie creada por Vicky Jones, colaboradora habitual de Phoebe Waller-Bridge. La guionista y protagonista de Fleabag ejerce aquí de productora y actriz invitada.

Ruby (Merritt Wever) y Billy (Domhnall Gleeson) se conocieron y separaron hace 17 años. Entonces solo eran unos jóvenes soñadores sin preocupaciones. Cuando su camino se bifurcó hicieron uno de esos pactos con los que juega a veces la ficción romántica. En su caso no fue el clásico —porque ya se ha visto antes— de si llegamos a los 35 sin pareja, nos casamos entre nosotros. No, el suyo fue distinto. Lo que esta estadounidense y este irlandés acordaron es que si en algún momento de su vida futura se sentían atrapados, con ganas de salir corriendo, y querían que el otro se sumase a la escapada solo tenían que enviar un mensaje de texto con una palabra: run (corre).

Si la otra parte respondía en menos de 24 horas con la misma clave, se verían en la mítica y cinematográfica estación Grand Central de Nueva York y juntos cogerían un tren para enrolarse en un viaje por territorio americano que les apartase de todo aquello que querían dejar atrás durante una semana. Acabado ese plazo, se plantearían si seguir adelante o, por el contrario, volver a su vida antes de la huida.

A Ruby el mensaje le pilla en el coche, tras una conversación con voz dulce impostada de ‘sí, cariño’ con el que se presupone que es su marido y frente a uno de esos centros comerciales de aspecto frío e impersonal tan americanos. Lleva una esterilla de yoga bajo el brazo. Cuando cuelga, en la soledad del asiento del conductor, le suena una notificación de mensaje recibido: RUN. Se lo piensa, no mucho. Responde y sale, literalmente, corriendo.

Así arranca esta comedia de enredos que se mezcla con el drama, la road movie y el thriller por momentos como se puede ver en los cinco episodios facilitados por HBO a los medios antes del estreno. A todo eso le da tiempo en capítulos de 30 minutos e incluso menos. A veces, con la sensación de que no sabe muy bien a qué está jugando. O puede que sí. Quizá su juego sea descolocar al espectador y a los propios personajes cuantas más veces mejor haciendo valer esa máxima de que la vida es imprevisible y nada puede estar bajo control al 100%. Más aún cuando se toman decisiones como abandonar a la familia -dos hijos pequeños incluidos- o plantar un negocio con una socia algo desequilibrada y tendencia al acoso.

A los personajes, los tumbos les vienen dados por las emociones y los escollos en el camino. Lo mismo se desean con la pasión de quienes no pueden estar el uno sin el otro y llevan demasiado sin verse que uno dice algo que desagrada al otro iniciando una disputa que les lleva casi a tirarse los trastos a la cabeza. De ambas cosa son capaces en una misma escena.

Los vaivenes del espectador tiene que ver con la coctelera plagada de géneros que puede llegar a haber en un mismo episodio, con las idas y venidas de los protagonistas y con el hecho de entrar a ver una comedia romántica y encontrarse con mucho de humor negro y, de pronto, un thriller. Pero no un thriller cualquiera, sino uno muy del estilo de Guy Ritchie en el que alguien pierde algo y varios lo buscan a la carrera con escenas disparatadas.

El ritmo es rápido. La trama puede que no tanto. Pero, más allá de la historia y del trasfondo —tanto Ruby como Billy son unos inconformistas de clase más bien media alta de los que otros dirían que se quejan por puro vicio—, lo mejor de todo es la química entre Wever y Gleeson y ver a ambos en acción. Ya sea explotando su vena más dramática o la más cómica. A veces, incluso, ambas al mismo tiempo. Porque en lo dramático que les ocurre a veces también hay humor y a la inversa.

En cuanto a los escenarios, estos van cambiando. En los cinco primeros episodios pasan por Grand Central, un tren que da mucho juego, un hotel, una granja… y cada vez la bola de su huida es más grande, el problema mayor y la escapatoria más complicada. Volver al antes de ese mensaje parece imposible. Ajustándose al código de una sola palabra y como curiosidad, los episodios llevan por título una sola que describe la trama de cada uno de ellos. Run, Kiss, Fuck, Chase y Jump son los de los cinco enviados por HBO a los medios.

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