Sporting y Athletic decidieron antes del partido que en la jornada tres los nervios no existen y el ataque es una obligación. Cuando los dos equipos plantean un encuentro desde esa premisa se suele ver fútbol llamativo, con alternativas, y en el que cualquier detalle tiene riesgo de gol.

Los asturianos, que jugaban en casa, empezaron mejor. Las claves de Preciado son dos: con balón, velocidad, sin él, presión en todo el campo. La propuesta es apreciable pero requiere mucho esfuerzo. Los jugadores de fútbol no acostumbran a estar 90 minutos corriendo como si no hubiese mañana.

Al principio, la máquina funcionaba. Bien Rivera, mejor De las Cuevas. Sangoy, el nuevo delantero, llegado de Chipre después de ver mucho mundo, también sumaba. Tiene un disparo potente e imaginación para sacar remates de la nada. Los asturianos pegaron rápido, dos veces. El Athletic, que buscaba la contra ante tanto esmero, reaccionó rápido con un tanto de Gurpegui.

Pero como suele pasar, hubo un momento en el que las fuerzas flaquearon. Los bilbaínos tomaron aire en la segunda parte y empezaron a dominar. El Sporting era ahora quien buscaba la contra, el Athletic atenazaba el área rival. Cuando los vascos atacan recuerdan al rival que ellos tienen una carta con la que el resto no puede contar: Fernando Llorente.

El delantero es un peligro constante, cualquier movimiento suyo obliga a la defensa a encender las alarmas. Se le puede marcar, pero no es raro que en cualquier momento engañe a su cazador. Este sábado lo consiguió en un córner, bien centrado por Orbaiz. Tras el empate más ataque, siempre ataque, pero esta vez sin goles.