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La obsesión de Florentino por los entrenadores extranjeros

El presidente del Real Madrid no acierta con los entrenadores foráneos, pero insiste con ellos, y no tiene en cuenta a ninguno español

ALFREDO VARONA

Se sabe cuál es la primera condición para ser presidente del Real Madrid: tener una antigüedad de socio de veinte años y un patrimonio de 80 millones de euros. En los nuevos Estatutos del club, Florentino Pérez se libra de competencia 'para evitar que venga un tercero a avalar a otro tío y se quede con el club'. Sin embargo, en esos Estatutos no se dice ni palabra acerca de las condiciones que uno necesita para ser entrenador del Madrid. Se supone, claro está, que ha de ser un hombre mayor de 18 años, mejor canoso, en posesión de sus facultades físicas y mentales y, por supuesto, extranjero. A partir de ahí, no importa su capacidad para meterse en líos, ni su vanidad, ni que no conozca una sola estación de Metro de Madrid. En realidad, lo que realmente importa es que sea extranjero, esa es una condición que hipnotiza a Florentino. Al menos en los últimos cinco años, el presidente no ha encontrado a ningún entrenador español valido para el Madrid. ¿No les parece extraño en el país de los campeones del mundo? ¿No existen?

Para empezar, la medida contrasta con la tradición del club, aunque eso tampoco es tan novedoso. Porque con estos Estatutos de ahora, Santiago Bernabéu jamás hubiera sido presidente del Madrid. El caso es que esa tradición demuestra que ocho de las nueve Copas de Europa se han ganado con entrenadores españoles en el banquillo: seis con Miguel Muñoz y dos con Del Bosque. La otra, la séptima, corresponde a un entrenador, Jupp Heynckes, que a los 68 años ha vuelto a sonar como futurible para este Madrid. Salió triturado de aquí hace quince años, pero no pasa nada, porque es extranjero. A la vista de su edad, eso sí, cabe preguntarse porque no se incorporó Luis Aragonés a la quiniela. Su biografía, campeón de Europa con la selección, no es peor que la de nadie. Pero en el mundo de Florentino, existe un impedimento para Luis. Se trata de un entrenador español y ese tipo de entrenadores no entran entre los aspirantes del presidente del Madrid.

Florentino Pérez siempre será el hombre que despidió a Del Bosque. Lo heredó de los tiempos de Lorenzo Sanz. Le dio tres años de vida en los que ganó su única Copa de Europa. Después, lo intentó con Camacho, una relación de quince días que duró menos que unas vacaciones de verano. Los dos siguientes (García Remón y López Caro) fueron personajes accidentales, dignos de trituradora. Más allá de eso, Florentino siempre ha elegido entrenadores extranjeros como Queiroz, Luxemburgo, Pellegrini o Mourinho para liderar sus proyectos. El balance no es muy feliz. Entre todos, han logrado una única Liga y una Copa del rey. Pero ni siquiera eso es motivo para que el presidente cambie de principios. Entre los aspirantes actuales no ha sonado ningún candidato español. Las encuestas primaban claramente a Benítez por encima de Ancelotti. Pero en un club elitista, en el que el presidente debe demostrar un patrimonio de 80 millones de euros, los deseos populares pasan a la reserva.

Hubo entrenadores extranjeros que dejaron una buena impronta en Chamartín como Miljanic, Boskov o el mismo Beenhakker. Pero en la época de Florentino Pérez no han cuajado. Lo dicen los números, que casi nunca admiten enemigos. Hubo un tiempo en el que se pensó que el presidente no les entregaba suficiente autoridad. De ahí que Queiroz, Luxemburgo o Pellegrini abandonasen el club como mártires en sus despedidas. Por eso a Mourinho se le concedió tanto poder. El resultado tampoco ha sido convincente. Sin embargo, eso no impide que el presidente vuelva a acudir a un entrenador extranjero. En este caso, a Ancelotti, que viene de triunfar en Milan, Londres y París, sí, pero que para empezar jugará contrarreloj: no genera simpatías. Tampoco conoce la atmosfera del Bernabéu, porque no la ha vivido, y el único futbolista de la plantilla que realmente le conoce es el primero que se va a marchar: Kaká. Y, además, hay otro problema. Desde los tiempos de Cassano o Cannavaro, los italianos generan una simpática desconfianza en las tribunas del Bernabéu.

En su primera época, la de los galácticos, Florentino Pérez siempre se adaptó a un eslogan, 'el de los Zidanes y Pavones'. En su horizonte aparecía como un defensor de la cantera, pero hoy ya no. Ahora, su máxima adhesión es la de acudir al palco de Valdebebas en algunos partidos del filial. Lejos de eso, ya no existe una idea parecida y, es más, ni siquiera se imagina: ya no hay ningún futbolista como Pavón en el equipo titular y no sorprende que el Madrid pueda negociar por Lichtsteiner, un futbolista suizo que ni siquiera es de primer nivel. Hace tiempo que pasó esa época en la que se hablaba de españolizar al Madrid. Hace tiempo, incluso, que Florentino se olvidó de los entrenadores nacionales. De hecho, nada más aterrizar en su segunda época, su primera medida fue dar la baja a Juande Ramos con una suculenta indemnización, claro.

Sí cabe preguntarse si en la actualidad existen entrenadores españoles con la categoría suficiente para entrenar al Madrid. Aparentemente, no sobran, pero todo depende cómo se mire. Si el Barça dio la alternativa a Vilanova, ¿por qué no se la da el Madrid a Toril? Es más, ¿quién era Guardiola como entrenador cuando sucedió a Rijkaard en 2008? ¿Quién era Sacchi cuando Berlusconi lo colocó en San Siro? ¿O Capello? Siempre tiene que haber una primera vez. Y, al margen de eso, existen nombres con historia como el de Benítez que, además, se formó en la Ciudad Deportiva. Y no sólo eso. También hay jóvenes con méritos recientes como el de Roberto Martínez, campeón de la Copa de Inglaterra con el Wigan, o el de Valverde, que ha sido capaz de serenar a un Valencia que era una locura. Así que el problema no es encontrar esos entrenadores, sino buscarlos. Entonces se descubrirá que la categoría no sólo está en el pasado. También en la oportunidad y, claro está, en la propaganda, en el número de portadas que uno colecciona para toda su vida.

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