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Siempre le quedará el hielo

Gronholm se retira del Mundial como el piloto que ha vencido en más ocasiones sobre las pistas heladas de Finlandia

MIGUEL ALBA

A falta de tres kilómetros de la última especial del Rally de Gales, Timo Rautiaien, el copiloto de Marcus Gronholm, cerró su cuaderno de notas. Con ese gesto, Gronholm quiso recuperar la esencia de los rallys. Sin ningún tipo de observaciones, como muchos pilotos construyeron la leyenda de este deporte en las míticas subidas nocturas al Turini en Montecarlo, Gronholm condujo a ciegas hacia su nuevo destino. En estos tres últimos kilómetros, el doble campeón mundial digirió su retirada de los rallys conduciendo como solo los fineses saben hacerlo: con los pies cruzados (el izquierdo, acelera y embraga, y el derecho, frena).

Con esta técnica, Vatanen, Kankkunen o Makinen convirtieron las pistas heladas de Finlandia en un coto exclusivo para los pilotos nórdicos. Y Gronholm se puede sentir satisfecho de no haber sido desleal con esta máxima. Sus siete triunfos en el antiguo Rally de los Mil Lagos, en un país como Finlandia, en el que conducir con nieve es una necesidad, le han elevado a un estado casi nirvánico. 'Habrá gente que se quede con mis dos títulos mundiales, pero yo valoro más los siete triunfos en la prueba de mi país'.

Genes de piloto

Su afirmación es fruto de un discurso generacional que escuchó de su padre Ulf, uno de los pilotos fineses más destacados en los setenta, desde niño. Sin embargo, Marcus siempre prefirió las motos. Con 13 años, comenzó a competir en motocross hasta que una caída, al resbalar su moto con el barro, le fracturó una de sus rodillas. Tras el proceso de recuperación, Marcus nunca volvió a recuperar la potencia en esta articulación y probó suerte con los rallys.

Marcus, tan esquivo como Raikkonen, convenció a su cuñado Timo para iniciar el aprendizaje del Mundial, en 1999, con un Peugeot 206. En esa temporada, que supuso el cuarto título mundial de Makinen, Marcus y Timo se dedicaron a cargar de imputs sus notas. Un año después nadie cuestionó la decisión de Peugeot de apostar por un piloto que superaba la treintenta, en un deporte con una importante carga de desgaste físico. Su título mundial, apoyado en el triunfo de cuatro rallys, le sirvieron de argumento para recoger las pegatinas que los fineses voladores habían lucido años atrás en sus monos.

En 2002, Gronholm sumó un nuevo título sin despejar las dudas de su pilotaje sobre asfalto. Su pase a Ford, en 2006, le devolvió la confianza en una estructura de equipo, después de que, en su última temporada en Peugeot, arrastrara importantes déficits de fiabilidad en su motor. Paradójicamente, el año en el que consiguió más triunfos parciales (siete), Marcus no pudo evitar el tercer título de Loeb, con quien construyó una rivalidad tan elegante como la que mantuvieron Sáinz-Kankkunen o Auriol con McRae.

El punto álgido de este duelo se vivió este año en el Rally de Nueva Zelanda. El triunfo, por sólo tres décimas, de Gronholm sobre Loeb se ha convertido en la victoria más ajustada de la historia. Entonces, el finés lideraba el Mundial hasta que un accidente en Irlanda le privó de su tercer campeonato. Tras aquel vuelco, Marcus decidió su adiós. 'Por fin dejaré de conducir entre niebla y barro'. Siempre le quedará la nieve.

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