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Crisis del coronavirus Los fondos europeos pueden catapultar al PIB español al top 10 de las economías mundiales

España acabará 2021 como decimocuarta economía global. Pero a 400.000 millones de dólares de la novena, Canadá. Una brecha que ya corrigió entre 2000 y 2006 para erigirse en la octava potencia del planeta. De canalizar de forma eficaz los recursos europeos, podría retornar al top-ten en el ciclo de negocios poscovid.

Paneles informativos en la Bolsa de Madrid con los datos de los valores del Ibex 35, el principal índice del mercado bursátil español. EFE/Vega Alonso del Val
Paneles informativos en la Bolsa de Madrid con los datos de los valores del Ibex 35, el principal índice del mercado bursátil español. Vega Alonso del Val / EFE

La revisión de primavera del FMI, con sus predicciones de crecimiento para 2021, otorga al PIB global un valor de 93,86 billones de dólares. A precios actuales del billete verde. Sin variaciones en el top seven, que no necesariamente corresponden a los socios del G-7. Porque, por razones de índole geoestratégica, no pertenecen a este selecto club ni China -a la que la comunidad económica internacional sigue sin reconocer como economía de mercado- ni India, considerada, como su vecina asiática, como espacio emergente. Es decir, sin la vitola de nación de rentas altas ni sistema productivo industrializado. EEUU sigue ostentando, bajo este parámetro -aunque el PIB chino le supere por Capacidad de Poder de Compra, en el que se convalidan elementos como la inflación o el diferencial de cambio efectivo de las monedas-, con 22,6 billones de dólares, el indiscutible cetro global.

A continuación, con 16,6 billones de dólares, le sigue China, que superó a Japón en 2010, tras el credit crunch, en el segundo escalafón por dimensión económica. El PIB nipón, que registrará al término de 2021, según el FMI, un valor de 5,3 billones, se instala con comodidad en el pódium. Por delante de Alemania (4,3 billones); Reino Unido (3,1 billones) y de India (3 billones). Francia, con 2,9 billones de capacidad productiva anual, cerraría, si los plácets de entrada al G-7 se movieran exclusivamente por cálculos cuantitativos, el séptimo puesto. Como se instauró en sus estatutos fundacionales, en 1975, a instancias del entonces presidente de Francia, Valéry Giscard d'Estaing y del canciller alemán, Helmut Schmidt, con los seis mayores PIB del momento, en Chateau de Rambouillet, un majestuoso castillo a 50 kilómetros de París, durante varios siglos residencia oficial de la realeza francesa.

Fue el instante en el que Italia formalizó su famoso sorpasso, tras legalizar el 23% de su economía sumergida. Y en el que se encaramó, por petición expresa del secretario del Tesoro americano, un año más tarde, Canadá, ante la excesiva voz de potencias europeas en el club. La ausencia de naciones del extinto bloque soviético, ajenas al sistema liberal de mercado, y de China, que acababa de establecer relaciones diplomáticas con EEUU, dejó a este inmovilista foro de deliberación y toma de decisiones -no solo de índole económica, sino, y de forma más acentuada con el paso del tiempo, también geopolíticas- por imposición de la Casa Blanca, sigue siendo efectiva pese a las amplias transformaciones en la realpolitk del planeta. La presente radiografía de situación del FMI deja, sin embargo, las puertas abiertas a cambios de calado en cuanto a la dimensión de las principales economías. No tanto entre las siete que, según la concepción primigenia del G-7, deberían ejercer los mandos de este club, sino entre las siete perseguidoras. Porque entre Italia, la octava en discordia (con 2,1 billones de dólares) y la decimocuarta, España, con 1,46 billones, las brechas de sus PIB podrían revertirse en apenas un ciclo de negocios. Sobre todo, si, como se aventura con el escenario poscovid, el despegue de la actividad, que parece inminente, a juzgar por la evolución de las campañas de vacunación y el cuadro predictivo, cargado de crecimiento, del FMI y el resto de instituciones multilaterales y la previsión de consenso del mercado, surge con virulencia y se consolida en los próximos años.

Entre otras razones, por las disrupciones que los expertos atisban también en la prolongación de los ciclos y en la intensidad del dinamismo y de la creación de empleo. En este contexto, por ejemplo, las perspectivas sobre la economía española la generan un viento de cola notable. Al menos, sobre la mesa. No solo por recibir, junto a EEUU, la previsión de mayor vigor este año -un 6,4%- sino por el efecto balsámico de los fondos de recuperación europeos.

Los 140.000 millones de euros del cheque al portador español procedentes del Next Generation EU, son un combustible de un calibre superior a las inversiones ideadas por Canadá (cuyo PIB concluirá el año con 1,8 billones) para el trienio en curso, valoradas entre 70.000 y 100.000 millones de dólares (entre 58.300 y 83.100 millones de euros). Y un arsenal que impulsaría al PIB español, al menos durante los primeros ejercicios del ciclo económico, por encima del brasileño (1,49 billones), el que le antecede en la clasificación, después de llamar a las puertas del G-7 en los primeros años de la década pasada, cuando se produjo el decoupling -o desacoplamiento- trianual entre los grandes mercados emergentes y las potencias industrializadas, debido, entre otros condicionantes, pero gran medida, a que las siete socios del club registraron su primera recesión sincronizada. Y recuperar el terreno perdido con la australiana (1,61 billones), al que los expertos del FMI otorgan un alza media del 2,5% hasta 2025, o incluso Rusia.

El PIB español podría volver a superar al de  Brasil, Australia y Rusia, y aproximarse al tamaño de Canadá

El PIB ruso, con 1,7 billones, en el décimo peldaño global, tiene, a los ojos del Fondo, una hoja de ruta del 3,8% de crecimiento en 2021 y 2022 para bajar su ritmo en los ejercicios posteriores. Aunque de los siete países que navegan a la estela de las siete mayores potencias, el gran vencedor sería, una vez más, como viene siendo habitual desde el inicio de este siglo, Corea del Sur, convertida en uno de los mercados más vanguardistas en tecnología y digitalización y el, quizás, mejor botón de muestra de la trascendencia de la Formación Profesional como sustento de una economía con altos componentes tecnológicos y que ha protagonizado, gracias a ello, una extraordinaria fase de reconversión industrial, generación de empleo e incremento de los ingresos per cápita; amén de haber sido capaz de elevar el censo de grandes multinacionales.

El mayor de los tigres asiáticos (con un PIB de 1,8 billones de dólares) está llamado a tutear a Italia y de aproximarse a Francia en el ciclo de negocios poscovid. Es, sin duda, el hándicap de mayor complejidad de superación para la economía española entre las que la anteceden por tamaño. Porque el brasileño, bajo un continuo receso la década pasada y con no muy buenos augurios a medio plazo (el FMI le concede un alza del 3,7% este año y del 2,6% en 2022) tendrá dificultades para seguir la estela del ciclo económico en ciernes. La mayor economía de América Latina antecede en el decimotercer puesto, a la española que, a su vez, supera en un escalafón a la segunda de la región, México, con un valor de 1,19 billones de dólares.

El efecto dinamizador de los recursos europeos

En este contexto, el acicate español a medio y largo plazo, resulta, pues, de especial notoriedad. Un desafío histórico. De los que no suelen prodigar en el tiempo. Aunque no el primero. Porque en 2007, el último de los ejercicios de bonanza previo al tsunami financiero surgido de la quiebra de Lehman Brothers, en septiembre de 2008, España se convirtió en la octava economía global. Por encima de Canadá, novena, y con China ya intercalada, como cuarta, entre las siete mayores del planeta.

La certificación oficial no partió solo del FMI, sino también de las agencias de rating como S&P, que otorgaban a la economía hispana la triple A, su máxima calificación. La llegada masiva de fondos estructurales y de cohesión europeos propició que el PIB español pasara desde los 100 billones de pesetas en 2000 en los albores de la moneda única (equivalentes a algo más de 600.000 millones de euros), a rebasar la histórica frontera del billón de euros al término de 2007. Lo que la condujo a superar, con datos de 2006, a Italia en PIB per cápita o a instalarse cinco puntos por encima del promedio de la UE. Acontecimiento que volvió a suceder con el país trasalpino en 2018. Eran los tiempos en los que las empresas españolas clamaron por la inmediata incorporación del país al seno del G-7. Amparadas, además, por la condición de sexto inversor internacional.

Los fondos de la UE elevarán en dos puntos anuales la tasa de PIB y generarán 800.000 puestos de trabajo

Y a pesar de sus rémoras; en esencia, el profundo déficit comercial, la falta de competitividad y la leve productividad derivada de la brecha tecnológica. Escenario que, en cualquier caso, se llevó por delante la elevada toxicidad bancaria vinculada a los activos inmobiliarios que salió a relucir tras el estallido del credit crunch internacional en el mercado español.

El Plan de Recuperación español, en sus 212 páginas, que recibió la luz verde de la Comisión Interministerial de Recuperación y Resiliencia, antes de su aprobación en Consejo de Ministros, aporta entre las predicciones económicas de la llegada y canalización de los 140.000 millones de euros a España -72.000 son ayudas directas- en esta dirección. A tenor de las proyecciones del equipo de la vicepresidenta segunda que dirige Nadia Calviño, se calcula que con las inyecciones monetarias europeas otorgarán al ritmo de crecimiento un alza adicional de dos puntos anuales al PIB, además de crear 800.000 puestos de trabajo. De cumplirse, en 2024, el PIB hispano será capaz de superar en casi 10 puntos su nivel previo al inicio de la epidemia. Cifra que superaría la tercera parte de la brecha con Canadá. Antes, a buen seguro, de que el ciclo de negocios cobre plena intensidad. Y en el supuesto, claro está, de que se solvente la crisis sanitaria mundial. En una economía, la española, que suele intensificar su dinamismo en los años previos y posteriores al ecuador de las etapas de crecimiento. Y que viene de emplear diez años en restablecerse de la inestabilidad financiera de 2008. Con opciones de reinsertar en el mercado laboral, aunque paulatinamente, y no antes de 2026, sus tasas de desempleo, según anticipa el propio FMI, que actualmente contemplan a 3,9 millones de parados.


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