madrid
"La vida no vale nada", cantaba el compositor mexicano José Alfredo. Hoy, medio siglo después, "la frase de esa canción, que tenía que ser solo eso, se vive como una máxima en México". Es la triste afirmación del cineasta mexicano Michel Franco, que una vez más retrata la violencia como una pandemia endémica de su país que se extiende por el planeta y la convierte en una de las claves de su nueva película, Sundown.
Tim Roth, Charlotte Gainsbourg e Iazua Larios protagonizan la película, estrenada en la sección oficial del Festival de Venecia y con la que Michel Franco repite buenas, o malas, según se mire, costumbres y consigue molestar y atosigar al espectador. Rodada en Acapulco, muestra a una familia rica británica de vacaciones –hermana, hermano y sobrinos- que debe regresar de repente al advertirles de la muerte de su madre. Él inventa una excusa para no volver y con su decisión precipita una serie de dramáticos acontecimientos.
La libertad individual 'imposible', la dinámica de la familia, la violencia constante y, terrible, la sociedad que vive acostumbrada a ella planean por este nuevo trabajo del siempre polémico cineasta mexicano. Recién aterrizado de EE.UU., donde ya ha terminado de rodar un nuevo filme con Jessica Chastain y Peter Sarsgaard, habla con Público de Sundown.
Dice que la película tiene un punto de humor, pero que poca gente lo ve…
Sí. En el Festival de Venecia, el crítico de The Guardian dijo que era la película más divertida del festival, pero todo el mundo se sorprendió con ello. Y yo pensé, por fin alguien lo entendió, que no hay que tomarse la película tan en serio y a la vez, sí. Es como Bartleby (Bartleby, el escribiente, de Herman Melville), un poco trágico, un poco cómico.
Pero las claves de su relato son asuntos muy serios, ¿debemos tomarlos en serio, no?
Lo son. Lo central es que el personaje tristemente se da cuenta de que nadie es libre, que al tratar de ejercer su libertad y al no hacer nada, complica todo. Y no le dejan en paz ni siquiera cuando no está pidiendo nada. Así funciona nuestra sociedad, a nadie se le deja en paz. ¿El bienestar dónde puede caber ahí? Nadie es libre y comprobar eso es una tragedia.
Una vez más hace un retrato de la violencia en México.
Decía José Alfredo que "la vida no vale nada" y ahora la frase de una canción, que tenía que ser solo eso, se vive como una máxima en México. Se ha normalizado la violencia en el mundo y México es el mejor ejemplo. Por ejemplo, la guerra ahora. Se hablaba mucho al principio de la guerra, se escandalizó el mundo y después se acostumbraron. Me acuerdo de chico, cuando se televisaba la guerra en Sarajevo y la gente se acostumbró a ver eso en vivo todos los días, los francotiradores acosando y matando a la gente en Sarajevo. Nos acostumbramos. Y México es así, hay feminicidios y matan gente sin motivo todos los días y lo aceptamos porque no hacemos nada para cambiarlo. En Acapulco no pasa un mes sin que alguien sea acribillado en la playa… y el día de playa sigue, nada nos va a echar a perder nuestro día de sol.
¿Esa falta de estupor y esa costumbre a la violencia es lo que le interesa?
Me interesó contarlo desde el punto de vista del extranjero, que tampoco reacciona y no entendemos por qué hasta que no terminamos de ver la película. Es lo que más escandaliza, que lo aceptemos.
La violencia aquí es diferente a la de su película anterior…
Es una violencia que no se disfruta, que confronta y que está filmada con la mayor objetividad posible, sin filtros, es la única manera en que el cine puede ayudarnos a cuestionar y entender qué estamos viviendo todos los días.
¿Se puede entender la violencia en Acapulco, incluso la violencia silenciada dentro de esa familia, como la degradación de todo el país, de todo México?
Desgraciadamente, en México la desigualdad social y la corrupción han llevado al país a un punto en que parece no haber solución al problema de la violencia. No hay empatía, ese es el mayor problema. Nadie actúa para que el otro viva de manera mejor, se quiere mantener el status quo y eso es insostenible. Creo que pasa lo mismo en todo el mundo, pero en Latinoamérica es más evidente.
Ha rodado en Acapulco, un lugar unido emocionalmente a usted, ¿cómo le ha afectado mirar su realidad hoy frente a sus recuerdos?
Sundown es una carta de amor a Acapulco, una carta sangrienta, de amor doloroso, pero creo que ese es el amor real, el que no cierra los ojos y se atreve a ver las partes menos buenas también. En Acapulco siempre hay buen clima, ese sol que pega sin clemencia, y de niño y adolescente en un año podía ir diez veces a Acapulco. Tengo puros recuerdos buenos, igual que de este rodaje, pero Acapulco ya es sinónimo de otras cosas, que tienen que ver con esta guerra del narcotráfico, con la violencia en la que está sumido el país. Insertar a este extranjero, que está en una etapa tan especial de su vida, en ese contexto, me pareció una buena combinación.
¿Usted ha sido testigo o víctima alguna vez de la violencia en México?
Cuando volví hace tres o cuatro años a Acapulco tuve una experiencia amarga, un enfrentamiento con policías federales, y estaba con una novia extranjera. Nos intimidaron y trataron de extorsionar, al final no pasó a mayores. Pero para ella fue muy traumático, yo, como mexicano, estoy acostumbrado, aunque no debería estarlo, pero ella, no. A mí me afecta también. Eso sucedió un año antes de que cayera en una crisis personal y, de alguna manera, todo eso hizo clic en mi cabeza y escribí una película en Acapulco.
La policía, los militares… están, desgraciadamente, relacionados directamente con la violencia en su país, pero usted ha apostado por otro tipo de violencia, ¿por qué?
Por principio, yo no confío en nadie uniformado y sé que no hay que generalizar, que seguramente hay de todo, pero me dan miedo las armas y las fuerzas del supuesto orden, y cada país tiene historia reciente que prueba lo desastroso que eso puede ser. En nombre del orden se hacen cosas terribles y siempre son corruptos. Me preocupa mucho la situación del mundo y de México. En la película, los soldados siempre están ahí en la playa y no hacen nada o ¿dónde están cuando justo sucede lo violento? La película no trata eso, pero lo presenta.
¿Nunca se va a agotar en su cine la denuncia de la violencia?
Mientras siga presentándose en la vida diaria, creo que la seguiré atendiendo, no podemos permitirnos decir 'ya me aburrió', porque siguen matando gente todos los días.
El sol juega un papel importante en la historia, ¿el sol, el mar, el paisaje… acompañan a esa dinámica del ser humano?
El sol, el mar, la naturaleza son vida y muerte a la vez… y en el placer está también el final, por eso esos planos al principio de la película de unos peces muertos, de las almejas y del sol. La película es muy directa, es bastante transparente, pero dependen del espectador, de lo que interprete o juzgue a los personajes. Por ejemplo, la relación familiar entre los personajes se establece con claridad, y a la vez el espectador es el que decide. Me interesa jugar con eso.
Más que interpretación, ¿en el caso de esta película no es más lo que de verdad se quiera ver y reconocer y lo que no?
Sí, completamente de acuerdo. Eso son los juicios, lo que todos los días decidimos ver o no ver. Decidimos no ver todo lo que nos incomoda y cuando el cine lo muestra es una bofetada y eso me parece interesante.
El personaje se instala en una especie de 'vivir el instante', ¿si el mundo viviera el presente, como él, cómo sería?
Si estuviéramos viviendo el instante, tal vez fuera menos grave la situación hoy en el mundo, Yo creo que es más calculado lo que vivimos hoy y casi siempre es desde el egoísmo, tener más a costa del otro para estar mejor, sin entender que eso es lo que nos va a hundir, porque la única manera en que el mundo puede funcionar es si es bastante más igualitario. Me gusta la idea de que el personaje está viviendo en el presente cuando hablamos de la parte emocional, es algo que yo nunca he logrado hacer, para mí eso es una fantasía.
Hay quien dice que no hay esperanza en sus películas, ¿usted qué dice a eso?
No, yo creo que sí la hay. Y creo que el ejercicio de ver una película como ésta y discutir y reflexionarla conlleva esa esperanza. Lo que no hay son respuestas fáciles, porque eso me parecería una falta de respeto al espectador, me parecería simplista y habría, por tanto, menos esperanza.
El ritmo de la película se va creando con la sorpresa y el cambio radical del personaje. ¿Qué intención tiene con ello?
A nivel contenido lo difícil es conseguir esto sin traicionar al personaje y sin engañar al público, porque, claro, el director tiene todas las herramientas, pero tiene que ser siempre en complicidad con el público. Tenemos que ir sorprendiendo y desdoblando el misterio, pero no puede ser solo una sorpresa, tiene que ser fiel al espíritu de la película. Y tiene que ver con el ritmo cinematográfico, pero es imposible separar forma y fondo, tiene que ser lo mismo forma y fondo. Y el ritmo lo dicta el mundo interior del personaje.
El personaje que interpreta Charlotte Gainsbourg refleja la ansiedad…
Está siempre trabajando y pensando en todo. Son personalidades opuestas. Los dos tienen las mejores intenciones y se quieren mucho y ahí es donde viene lo trágico, en la falta de comunicación. Y eso es la constante en todas mis películas, cómo gente que se quiere termina haciéndose tanto daño. No existe la libertad, pero la comunicación ayuda, sin duda.
Hay otra constante en su cine, siempre es 'molesto', ¿tiene que ver con una intención meditada o es parte de su propia forma de ser?
Yo soy así también y, por supuesto, que me gusta incomodar, pero también me gusta divertir, entretener y seducir y yo creo que se puede hacer todo a la vez. El problema es cuando se hace desde las fórmulas, cosa que nunca he hecho. Y tampoco quiero hacer una fórmula de mi propio cine. Cada película se debe parecer a su director, yo me parezco a mi cine, no sé si eso es bueno o malo, pero es lo que es.
También hay cierta urgencia en sus trabajos, ¿a qué responde?
Mis directores favoritos son los que filmaban mucho. Me relaciono con los directores que trabajan de manera más espontánea. El gran problema del cine es que ¿cómo haces para expresar de manera libre, personal y más espontánea algo cuando cuesta millones? Ahí se muere la espontaneidad, a menos que seas Tarkorvski, que era un genio. Trato de moverme rápido para mantener la frescura y para que el origen que prendió la llama de una película no se pierda en el proceso. No me aferro a un plan, pero el espíritu se tiene que mantener.
Justo, terminó hace solo tres días el rodaje de otra película…
Sí, acabo de terminar el rodaje de otra película. La filmé en Nueva York, con Jessica Chastain y Peter Saargards, entre otros. Es un elenco muy interesante de actores americanos. Y la tengo que montar. Ahora no sé qué filme he hecho aún. He ido a Nueva York para trabajar con esos actores. De EEUU no es la industria lo que me llama, es el interés de trabajar con esos actores.
¿Y todo eso a pesar de la crisis que vive el cine hoy?
Desde que hacía cortometrajes a los veinte años, entendí que esto era ir a contracorriente. Supe que nunca iba a ser fácil. Cuando llegué a Cannes con mi primera película en 2009, me decían: "Qué pena que no estaba antes porque la crisis del 2008… este es el peor momento". Y, bueno, he escuchado ese cuento cada vez que vuelvo a Cannes y a Venecia. No hay que desanimar, hay que esforzarse más. Para mí no ha opción, no hay alternativa, tengo que hacer cine.
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