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Médicos Sin Fronteras David Noguera: "Somos incómodos para muchos gobiernos porque representamos el fracaso de su gestión"

David Noguera, presidente de Médicos Sin Fronteras España desde 2016 hasta diciembre de 2021.
David Noguera, presidente de Médicos Sin Fronteras España desde 2016 hasta diciembre de 2021. MSF

A David Noguera, (Chichester, Reino Unido, 1974) le va a costar tiempo dejar de emplear la primera persona de plural para hablar de Médicos Sin Fronteras (MSF), porque ha sido su casa durante 20 años. Este miércoles se cumple medio siglo desde que un grupo de médicos, enfermeras y periodistas franceses firmaron en 1971 los estatutos de lo que hoy es MSF, una de las ONG de referencia en cualquier crisis humanitaria del planeta. Noguera fue el presidente de MSF España entre octubre de 2016 y diciembre de 2021, aunque fue en 2001 cuando decidió que su vida iba a consistir en salvar la de los demás. Licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad Autónoma de Barcelona, su labor en la ONG le ha llevado por Somalia, Costa de Marfil, República Democrática del Congo, Sudán, Angola, Zambia, India, Timor, Guinea Bissau, Túnez, Libia, Etiopía y Sudán del Sur. Aunque la pandemia también le llevó a arremangarse en España, ya que fue coordinador de las operaciones de respuesta a la covid-19 de MSF en Catalunya. 

¿Por qué eligió Médicos Sin Fronteras (MSF) cuando decidió dedicarse a la medicina humanitaria?

Al acabar la carrera hice un máster en medicina tropical. Por ahí pasaban todas las ONG a explicar su trabajo. Recuerdo que cuando vino MSF me sedujeron más sus principios y su interpretación de la ayuda humanitaria. Su apuesta por la independencia financiera, porque pedimos el dinero solo a la gente y quedamos fuera la financiación institucional, siempre vinculada a otras agendas. También había un elemento de seriedad y profesionalidad que me interpeló. Pero era muy naif, no sabía mucho y a MSF le habían dado el premio Nobel hacía unos años. Era como jugar en el Barça o en el Real Madrid para mí.

Además de dar atención sanitaria en contextos de emergencia humanitaria, ¿qué más representa MSF?

Trabajamos en crisis que son las grandes olvidadas. Los medios no te preguntan en entrevistas por Yemen o por República Centroafricana, y nosotros tratamos de dar visibilidad a lo que ocurre en Burkina Faso, Malí, Níger y toda el área del Sahel. Nuestra receta de la Coca-Cola es que tratamos de salvar vidas y aliviar el sufrimiento en los peores escenario. No tenemos ni sabemos dar soluciones para la pobreza en el mundo o para las migraciones. El lema es sencillo: si quieres arreglar el mundo, vota bien; si quieres salvar vidas, apoya a MSF. Creo que ahí está gran parte del éxito.

Otro gran pilar de la ONG es su labor de denuncia. ¿Qué problemas genera ser muchas veces el único testigo de lo que se quiere mantener oculto?

Esos problemas son la realidad cotidiana de MSF en todo el mundo, también en España y en Europa. Nuestra labor de testimonio pone nerviosos a las autoridades y a los gobiernos porque representamos el fracaso de su gestión, rellenamos vacíos de su propia responsabilidad. Aunque hay líneas rojas. Jamás hablaremos sobre algo que ponga en peligro directo a las poblaciones que asistimos o a nuestros equipos. La labor de denuncia tiene que servir a esas poblaciones, pero hay que ir con muchísimo cuidado. Son incontables las veces que damos un paso atrás o que rebajamos el tono de un comunicado desde su primer borrador hasta su publicación.

¿Cómo ha evolucionado en estos 50 años el trato de los gobiernos a la población desplazada por conflictos y crisis? 

"Las voces que criminalizan la solidaridad y a los refugiados ahora están instalados en tribunas pomposas"

Un dato objetivo: hay 80 millones de desplazados y refugiados en el mundo, es más que durante la Segunda Guerra Mundial. Y notamos un retroceso en el buen trato a estas personas. Si a mí me dicen hace diez años que habría 30.000 muertos en el Mediterráneo, no me lo creo. Y ha pasado. También en las fronteras del este de Europa y en el Canal de la Mancha. Si me dices hace diez años que EEUU iba a meter a niños migrantes en jaulas no me lo hubiera creído, y también ha pasado. En España las voces que criminalizan la solidaridad y a los refugiados ahora están instalados en tribunas pomposas. Ese discurso está desacomplejado, antes no se atrevían. Es muy duro ver cómo derechos humanos que costó muchísimo garantizar se están erosionando. El derecho a refugio está sistemáticamente maltratado en las fronteras de Europa y hay partidos que lo celebran. Es un paso atrás evidente.

Usted empezó su andadura en Canarias atendiendo a migrantes, ¿qué siente viendo ahora que la situación allí ha empeorado tantos años después?

"Nada nos gustaría nada más que tener que desaparecer por irrelevantes, pero por desgracia, ocurre al contrario"

Estupor, preocupación y rabia por la tozudez de persistir en una gestión inhumana de la migración. Nos degrada como sociedad, nos hace peores y genera discursos de odio en las dos orillas. Son políticas que nos va a estallar en la cara por insostenibles. MSF es la certificación de ese fracaso de la comunidad internacional. Nada nos gustaría nada más que tener que desaparecer por irrelevantes, pero por desgracia, ocurre al contrario, seguimos siendo necesarios. No encuentro explicación a lo que ocurre con la migración más allá de hay unos liderazgos políticos mediocres y una estrategia cortoplacista. La migración se ha convertido en una opción de muerte y sufrimiento para gente que escapa de conflictos y situaciones terribles. Hacen lo mismo que haríamos tú y yo en su situación.

Quizás uno de los episodios por los que más se recuerda a MSF en España sea la polémica llegada del Aquarius en 2018. ¿Queda algo de aquel espíritu acogedor del Gobierno de España?

"Sufrimos una instrumentación política por parte del Gobierno y de la oposición"

No. Fue un momento muy particular, la primera vez en mi vida que tenía más periodistas que pacientes. En el barco había algo más de 600 personas migrantes y en el puerto de Valencia había más de 600 periodistas acreditados. Fuimos víctimas y testigos de una instrumentación política por parte del Gobierno y de la oposición. Se usó como arma arrojadiza, como ahora pasa con la covid. Una vez más vimos los liderazgos políticos mediocres que todos padecemos. A los seis meses de llegar a puerto nos quitaron la bandera para navegar. Lamentamos la política de gestos y de simbolismos mientras se es incapaz de solucionar los problemas de base. En los 50 años de la organización esta es nuestra rutina en todos los países donde operamos.

Las intervenciones de MSF en el mundo son innumerables, pero si tuviera que destacar alguna, ¿cuál sería y por qué ?

A nivel personal, la primera misión te cambia la vida. La mía fue en Somalia, en Mogadiscio, como médico de terreno, en 2001 y 2002. Entre cuatro o cinco personas acabamos con una epidemia de cólera que podía haber devastado la ciudad. Vi empíricamente el impacto que puede tener la acción humanitaria. A nivel de la institución, diría que el trabajo más reseñable fue el realizado en Ruanda durante el genocidio. Por el rol, la presencia y por pasar a ser referencia para los medios de comunicación. Pero las grandes gestas son las que pasan debajo del radar. Mientras hablamos, hay gente salvando vidas en 80 países sin que haya testigos. Ese es el grueso de nuestro trabajo y habla mucho de la madurez de esta organización.

En 2020 vimos que las carpas de MSF no se levantaban solo en zonas remotas o de conflicto, sino también en España, en plena crisis por el coronavirus. ¿Cómo vivió ese cambio tan radical?

Jamás habíamos tenido todas nuestras misiones en modo emergencia. En términos de gestión fue muy duro. Pero intervenir en España fue gratificante. Somos buenos reorganizando sistemas de salud para adaptarlos a emergencias, tuvimos gran impacto en residencias de mayores y en sectorizar zonas limpias en hospitales gracias a nuestra experiencia en brotes de ébola y cólera. Estuvo muy bien devolver a España su apoyo, porque es el país con más socios de MSF en el mundo, unos 500.000.

Desde la experiencia en epidemias que tiene MSF, ¿qué opina sobre el escaso reparto de vacunas contra la covid entre países?

"A los políticos les asustan las crisis humanitarias porque lo miden todo en términos de popularidad"

Confieso mi absoluta frustración y enfado por la vacunación en el mundo. Nunca hubo consensos tan globales entre la comunidad científica. O nos vacunamos todos o no salimos de esta, no hay discusión. Pero priman intereses económicos y políticos. No hemos conseguido un programa de vacunación global justo y equitativo. A los políticos, una crisis humanitaria les asusta porque miden todo en términos de popularidad y tratan de controlar el relato. Eso pasa en Yemen y en España.

¿Cómo ha afectado la pandemia a la labor humanitaria? ¿Qué está dejando de hacerse por el coronavirus?

"Para una empresa farmacéutica es ahora más rentable invertir en test de coronavirus que de malaria"

Lo vamos a ver más claridad con los indicadores de exceso de mortalidad, tanto por covid, como por otras cosas. Muchos países han parado otras campañas de vacunación, hay muchísimo infradiagnóstico de otras enfermedades, sobre todo en sida y tuberculosis, se han dejado de distribuir mosquiteras, las actividades donde se agrupaban niños no se hacen para evitar contagios… Y habrá también impacto financiero. La ayuda al desarrollo se vincula al crecimiento del PIB, y el año pasado hubo decrecimiento general, lo que repercute en el presupuesto a cooperación global. Y para una empresa farmacéutica es ahora más rentable invertir en test de coronavirus que de malaria. El impacto es muy transversal y tardaremos tiempo en darnos cuenta de todos los efectos. Sabiendo que esto es prevenible o más mitigable con la vacuna, tenía la esperanza de que habiendo vivido esta crisis en Occidente fuésemos más empáticos, pero la respuesta va en el sentido contrario. Es decepcionante.

Echando la vista atrás, ¿qué autocrítica debe hacerse el sector de la ayuda humanitaria ?

"Hay cierta contaminación política en el trabajo humanitario"

Honestamente, el sector humanitario es necesario y creo que debe crecer porque las necesidades siguen siendo abrumadoras. Pero puede que no me hubiera sentido tan cómodo trabajando en otras ONG o agencias internacionales. Obviamente, estamos mejor con la existencia de la ONU, pero es cierto que hay agencias muy politizadas que dependen de financiación de gobiernos y sufren de tensiones políticas. Algunas agencias tienen salarios difíciles de entender para el público en general y haría falta una reflexión. Hay cierta contaminación política en el trabajo humanitario y es necesario volver a los principios, a la esencia de la labor. Es importante que la agenda política no condiciones la agenda de cooperación, porque cuando se derrumba el proyecto político, también se viene abajo el humanitario. Afganistán es un gran ejemplo de esto y un gran fracaso de la comunidad internacional.

La expansión de la ONG en estas décadas es evidente, pero ¿qué MSF veremos en el futuro?

"Veremos un MSF con un liderazgo femenino mucho más importante y con más diversidad"

Grandes movimientos como el Me Too, el Black Lives Matter y la lucha contra el cambio climáticos van a configurarlo todo. Veremos un MSF con un liderazgo femenino mucho más importante. En España, la presidenta ya es una mujer, las tres directoras generales también, la dirección de operaciones también. Hay problemas con la falta de diversidad. Debido a la construcción histórica de MSF, la organización tiene sus centros en Europa, pero eso está cambiando. Ahora tenemos hubs humanitarios en Dakar, Nairobi, Amán… Estamos abriendo centros en Bogotá. Pero también nos tenemos que armar ante los discursos de odio que proliferan, que criminalizan la justicia y la solidaridad. Hay que contraatacar.

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