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ENTREVISTA CON SERGIO DEL MOLINO

"Stalin es un personaje tan excesivo que cualquier fabulación se queda corta"

Sergio del Molino
El escritor y periodista Sergio del Molino.- Patricia Garcinuño

Qué tendrán en común Cyndi Lauper, Nabokov, Stalin y el narco Escobar. En La piel, el escritor y periodista Sergio del Molino husmea en sus afecciones cutáneas para trazar un recorrido personal por la psoriasis −enfermedad que él mismo padece− de la mano de algunos de sus más ilustres dolientes. Una galería de los monstruos de la que el autor se sirve para reflexionar sobre la enfermedad y el miedo a que nos vean tal y como somos. 

En 'La piel' aborda su propia enfermedad sin muchos velos, ¿no sintió pudor en algún momento?

Creo que habría sido deshonesto que me dedicara a reflexionar sobre cuerpos ajenos y no me expusiera yo mismo. Aunque lo de exponerse sea un tanto relativo, porque entiendo la literatura como una comunicación de tú a tú. No me siento violentado ni desnudo frente a nadie, me siento más bien en una disposición confesional con un amigo al que le cuento algunas cosas que me importan.

La enfermedad le ha mantenido esquivo al roce y la cercanía,  ahora que esa distancia con el otro es norma, ¿qué efectos puede tener en la sociedad?

Si se prolonga es obvio que tendrá efectos emocionales e incluso sociales, por una cuestión muy elemental y es que somos mamíferos y construimos el afecto a través del tacto, no sabemos querer a distancia. En ese sentido, lo que llevamos adelantado los enfermos de psoriasis es que hemos practicado la distancia social muchos años de forma clandestina, manteniendo a raya al otro a través del lenguaje corporal para que no se acerque mucho.

¿Nos convertirá la distancia interpersonal en sociópatas?

Si se mantiene en el tiempo existe el riesgo de caer en la distancia emocional o en la incapacidad para ponerse en la piel del otro. Yo mismo, por mi enfermedad, he luchado contra esa tendencia misántropa derivada de tener que estar siempre alerta y tenso por si en un contacto físico fortuito alguien descubre mi mal.

¿Está en lucha permanente?

Niego la metáfora bélica, me resisto a usarla. Yo siempre sostengo que las enfermedades se sufren, un enfermo no es un luchador. Es a través de los cuidados que nos proporciona la medicina y la sociedad como se superan las enfermedades, pero no con batallas.

Recuerdo que el Gobierno al principio de la crisis utilizaba con frecuencia terminología bélica referida al covid...

Sí, de hecho fue el Presidente el que más insistió en ello, aunque lo fue rebajando poco a poco. La situación que estamos viviendo no es una guerra, si lo planteamos en esos términos estamos echando sobre los hombros del enfermo una responsabilidad que no tiene. Los enfermos no son guerreros, son seres que merecen el cuidado de la sociedad, este tipo de metáforas le hacen un flaco favor, como si no tuvieran suficiente con su enfermedad y al morir les estuviéramos diciendo que es culpa suya, que han luchado poco. 

Me suena al concepto de emprendedor, como si éxito o fracaso sólo dependiera de uno...

Es una dejación de responsabilidades por parte de la sociedad, es intentar dejarte solo frente a la adversidad. Además, va unido a un ambiente que sublima la felicidad y el buen humor. Un enfermo gruñón no nos sirve, sólo queremos enfermos que se curen y que luchen, si me apuras queremos enfermos que nos iluminen con su pensamiento, que nos provean de aforismos inspiradores con una sonrisa cada mañana...

¿No cree que ha habido un exceso de euforia en la gestión de la crisis del coronavirus?

Creo que los medios, independientemente de su tendencia, han coincidido en sintonizar con una sociedad que lleva mucho tiempo infantilizada y dando la espalda a la enfermedad y la muerte. En el fondo se trata de una incapacidad a la hora de enfrentarse a la adversidad de una forma adulta. Se cae en la reacción exagerada, en dar palmas en lugar de asumir que esto es serio, que está pasando algo grave. En ese sentido, creo que no hemos estado a la altura. Y luego está toda esa filosofía barata que ha ido saliendo..., ¿cómo es posible en tan poco tiempo?

Los hay que escriben rápido...

Y tanto. Muchas reflexiones coinciden en decir que esto va a cambiar la relación que teníamos con la enfermedad y la muerte. Yo hasta ahora eso no lo he visto, sino una reacción consistente en darle la espalda y no querer saber nada de la muerte. De hecho ahora los muertos son sólo cifras, no nos hemos parado a pensar realmente la dimensión de lo que ha sucedido, preferimos hablar de la crisis económica o de la crispación política, lo otro nos viene demasiado grande.

Volviendo al libro, ¿hasta qué punto la enfermedad condiciona nuestras obras?

La idea de la que he partido es que la enfermedad, en este caso concreto la piel y la incomodidad con el propio cuerpo, es tan determinante que puede explicar, por ejemplo, atrocidades como el genocidio de Stalin. Evidentemente como escritor asocio lo que me da la gana, exagero y construyo esa idea de que Stalin no soportaba los picores y se vengó del mundo acribillándolo. Pero más allá de la escritura, quizá no sea tan descabellado pensar que el carácter de Stalin está determinado por su condición de enfermo, lo que a la postre influye en las matanzas y las políticas de la URSS. Dicho de otro modo; el que exagera no es el escritor, sino la figura de Stalin, que es un personaje tan excesivo que cualquier cosa que fabules sobre él se va a quedar corta con respecto a la realidad.

¿De qué forma se filtra la psoriasis en su literatura?

Yo siempre he rechazado la idea de que la psoriasis que padezco me afectara en algo, siempre pensé que era una condición más o menos molesta, dolorosa y difícil de sobrellevar pero que no formaba parte de lo que soy y que no explicaba absolutamente nada. Pero con la escritura de este libro me he dado cuenta de que sí que me afecta, de que tiene mucho que ver con los temas elijo, con los puntos de vista desde los que escribo, ese tipo de narrador-testigo que está en casi todos mis libros es alguien que trata de pasar desapercibido. 

Y qué hay de la estructura narrativa, parece que se pierde en digresiones pero siempre vuelve...

Quizá en este libro lo he llevado a otro nivel. El tronco del relato es mi enfermedad, algo suficientemente amplio como para divagar e ir lanzando excursiones a un montón de divagaciones y discursos que son marca de la casa. En ese sentido, para mí escribir consiste en irse por las ramas para luego volver otra vez y retomar el centro. Lo que intento es imitar la estructura de una conversación en la que empiezas hablando de algo y terminas hablando de otra bien diferente.

Como de Cyndi Lauper y su socialismo lauperiano...

Es otra de las protagonistas de esa galería de monstruos que es La piel. Defiendo en el libro que la canción Girls just want to have fun es la mejor canción socialista que se haya escrito jamás, por encima de La Internacional, por encima de los Clash y de Billy Bragg. Cyndi Lauper es la fundadora del socialismo lauperiano, que reivindica el derecho al ocio, algo que el socialismo tradicional barbado no ha tenido muy en cuenta. Ella reivindica también el trabajo, es consciente de que la clase trabajadora mueve el mundo pero una vez que la jornada ha terminado, todo el mundo de juerga.

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