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Monjas y rosarios en el fondo de los Ultrasur

El Santiago Bernabéu ha pasado de templo de peregrinación futbolístico a ser uno de los centros neurálgicos de la Jornada Mundial de la Juventud

ALEJANDRO TORRÚS

En apenas 24 horas el estadio Santiago Bernabéu ha pasado de templo de peregrinación futbolístico a ser uno de los centros neurálgicos de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ).

Ayer, el fondo sur había cambiado a los Ultrasur por los peregrinos y en sus gradas no retumbaba el eco del ‘Illa Illa Juanito Maravilla' sino canciones e himnos pastorales. Pero no fue el único rincón que el club acondicionó para los católicos. Por ejemplo: El Café Real, la mítica cafetería del estadio, se vistió de improvisada Casa del Señor para albergar hasta ocho confesionarios en los que lavar los pecados. Además, se instaló una capilla para 'disfrutar del diálogo directo con el Señor', según una organizadora. Y, por último, la portería en la que el domingo marcaron Messi, Xabi Alonso y Villa dejó su lugar al escenario musical.

Pero antes del disfrute, el peregrino tenía una visita obligada: la clásica tienda de recuerdos. 'Es muy importante que enseñéis lo que vendemos', recordaba una organizadora del evento a una voluntaria. 'Los llaveros (con forma de ángel) se venden a cuatro euros; los colgantes de la Virgen a cinco; los CD's a 9; y los libros a 12 euros', enumeraba.

La cumbia, la samba y el ritmo de ukeleles y guitarras -alternados con mensajes de sacerdotes y monjas- llenaron de sonido un Bernabéu desierto (apenas 400 personas para un aforo de 80.000) al servicio de la misión evangelizadora.

Las hermanas, que abundaban en las gradas, fueron las primeras en soltarse la melena y convertir el estadio en una pista de baile. Las juventudes brasileñas tardaron poco en animarse y, con la primera canción movida, comenzaron a mover sus caderas. Llamaba la atención una joven de 23 años, Aída, que se movía con destreza en las gradas con una gran cruz de plata que colgaba de su cuello y encajaba en su escote. Tampoco desperdiciaron la oportunidad muchos peregrinos, sobre todo los portugueses, de corear el nombre de otro de sus dioses, aunque este mucho más mundano: José Mourinho.

Entre baile y baile, curas y monjas compartieron con los jóvenes asistentes cómo descubrieron la llamada del señor. Su objetivo estaba escrito en el fondo del escenario: 'Que los jóvenes presentes encuentren su misión en la vida y su lugar en la Iglesia'. Gabriela, una joven de 19 años de Génova (Italia), no tenía muy claro a qué quería dedicar su vida y prefirió centrarse en el corto plazo: tras 20 minutos de insistencia, logró una cita nocturna con el chico rubio de ojos azules de la fila de delante.

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