Otras miradas

Los huecos de la justicia que aprovechan los maltratadores

Ana Bernal-Triviño

El exfutbolista Dani Alves se sube a un coche a su salida de la cárcel de Can Brians, a 25 de marzo de 2024, en Sant Esteve de Sesrovires, Barcelona, Catalunya (España).- David Zorrakino / Europa Press
El exfutbolista Dani Alves se sube a un coche a su salida de la cárcel de Can Brians, a 25 de marzo de 2024, en Sant Esteve de Sesrovires, Barcelona, Catalunya (España).- David Zorrakino / Europa Press

Después de la terrible semana pasada de violencia machista, ¿qué decimos a las mujeres? ¿Qué decimos a las familias de las víctimas? ¿Qué decimos a la madre de Almería con sus hijas ya enterradas? ¿Qué decimos a la víctima de Dani Alves? ¿Y a otras víctimas, con casos similares? Más allá de las condolencias, ¿cómo les decimos que confíen en el sistema?

En el caso de las niñas Alicante, el agresor lo tuvo fácil. Y eso que tenía una orden de alejamiento. ¿Dónde estaba el hueco por el que se coló? No fue complicado, ninguna de las puertas a las que ella tocó, cerró el paso con contundencia al maltratador. Ella pidió ayuda y se le dio una casa de acogida. Pero es evidente que la recuperación ahí no fue completa. De la misma manera que la justicia, aunque pudiese hacerlo, optó por dar preferencia a un acuerdo antes de impedir de forma rotunda las visitas del padre, conforme la ley, justificando el interés superior de las menores. Ella era Alina, una joven de 24 años, de origen extranjero, sola, sin familia, en situación vulnerable. Y aún con todo eso parece que quienes tomaban decisiones no veían que era una presa fácil para retomar el contacto con el maltratador, la única persona conocida de su entorno. Quizás poco se habla de los puntos de encuentro, de los acuerdos, de las condiciones de vida de muchas de estas mujeres. Explicaría muchas cosas. 

En la misma semana, la víctima de Dani Alves ve que el tribunal le otorga la libertad a su agresor. Donde antes la justicia veía peligro de fuga, ahora ha desaparecido, a pesar de la condena ya existente y recurrida. El hueco aprovechado es el del fin de la prisión preventiva como medida cautelar hasta que haya sentencia firme. No sé si recuerdan a Romina Celeste, asesinada y descuartizada por su expareja. Él salió de la cárcel tras superar el tiempo máximo para la prisión preventiva. Así, hasta que tuvo su condena. También pasó con La Manada hasta su sentencia firme. De la misma manera que el Yoyas también pudo burlar a la justicia aún con sentencia condenatoria. Mientras, víctimas o familiares tienen que vivir con el temor, por si se encuentran con el agresor, con lo que ello condiciona. Y no es que la ley obligase a Alves a darle la libertad porque no había otra opción. El voto particular así confirma que podía seguir más tiempo en prisión.

Por aprovechar todos los huecos, el asesino de Nagore Laffage en los Sanfermines de 2008 incluso había pedido a la justicia derecho al olvido. El colmo. Por fortuna, la Audiencia Nacional lo ha impedido, pues él pretendía que Google retirara las noticias relacionadas con el asesinato de la joven. Estaba molesto porque se hablara de él como un delincuente sexual a pesar de haber sido condenado por homicidio. Hasta de esto son capaces, hasta de pedir que su nombre no se vea manchado mientras las víctimas están bajo tierra.


Si acaso sirven estos dos casos es para callar a los bocazas que dicen que los simples testimonios de las mujeres los llevan a la cárcel, cuando aún con condena pueden disfrutar de unos meses libres; o cuando aún pidiendo ayuda nadie asegura que todo salga bien. Los mismos bocazas que culpan de todo esto a la ley de Violencia de Género cuando es la ley de Enjuiciamiento Criminal. Que sí, que garantiza nuestro estado de Derecho y protege los derechos de los acusados, pero qué poco piensa en las víctimas de la violencia machista. Y quizás es que la justicia no puede ser tan lenta ante casos donde se deja en libertad a los agresores.

En la misma semana, recuerdo, también dos mujeres asesinadas, en Málaga y en Coruña. Este último, con antecedentes por violencia. Pero como ellos no llevan un cartel y saben que si ellas no denuncian es muy posible que nunca se enteren, tienen vía libre. Y también el caso Nuria, la cocinera de Brians 2 asesinada por un interno. Caso, por cierto, machista también, aunque haya representantes de estas trabajadoras a quienes no se lo dejen decir en las televisiones. 

¿Qué les decimos a todas ellas después de todo esto? Más que fotos de instituciones para el 8M donde todo parece estar bien, sería mejor ofrecer a las víctimas un sistema que no les haga vivir de sobresalto en sobresalto. Mientras esos agresores, viéndose fuertes, aprovecharán todos los huecos que vean disponibles. Porque están ahí, y nadie los está cubriendo para que no existan


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