Este artículo se publicó hace 14 años.
Un católico y político incombustible
La renovación de François Fillon en el cargo de primer ministro constituye una victoria de este católico practicante algo gris, a quien Sarkozy había intentado desdeñar tratándolo de "colaborador". Ahora, a la luz de su resistencia en el cargo, Fillon se confirma como el hombre fuerte de Francia esta década, que impone sus puntos de vista al mismísimo Sarkozy.
De él, se conoce su afición por el crucifijo, su pasión por las carreras de autos que practica como piloto, su familia numerosa y el lumbago que le obliga a veces a desaparecer en público. Lo más destacado por la prensa francesa en la personalidad de este político nacido en 1954 en Le Mans es la urticaria que le provoca la personalidad exuberante de Sarkozy, casi tanta como la que él mismo provoca a su jefe.
Debajo de esa fachada, existen en su itinerario político claves que explican el estado actual de la economía y la sociedad francesa. Fillon, procedente del gaullismo social, es hoy el máximo exponente de ese sector de la derecha que renegó por completo de las ambiciones igualitarias, y que intenta aplicar a rajatabla la ortodoxia económica, en beneficio de intereses privados.
Como ministro de Trabajo, pilotó en 2003 el endurecimiento del acceso a la pensión de los funcionarios. Como primer ministro, en 2007 lideró el recorte de los regímenes especiales de pensiones, que los sindicatos casi lograron frenar por completo. Este año, ordenó el recorte general de pensiones que ha puesto el país en pie de guerra.
Bajo su batuta, Francia registra hoy el endeudamiento "más elevado de la historia de Francia en tiempos de paz", según la Comisión de Finanzas de la Asamblea Nacional.
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