China y EEUU: el deshielo que no llega
EEUU y China rebajan su hostilidad con la visita a Pekín del secretario de Estado, Antony Blinken, aunque persisten brechas insalvables sobre Taiwán, la guerra de Ucrania o su rivalidad tecnológica.
Madrid-
Antony Blinken ha dado un paso muy importante con su visita a Pekín, la primera en cinco años de un jefe de la diplomacia estadounidense. Ahora habrá que ver si ese gran paso ha sido para reducir realmente distancias con el mayor rival de Estados Unidos o para pisotear los últimos reductos de entendimiento de ambas superpotencias en la arena global.
El secretario de Estado norteamericano culminó su viaje de dos días a China con un encuentro de esos que se hacen sin avisar, aunque todo el mundo los espera y cuyo protocolo está organizado al milímetro. Después de ver a los máximos funcionarios de la política exterior china, el ministro Qin Gang y el jefe de la diplomacia del Partido Comunista, Wang Yi, Blinken presentó sus parabienes al presidente Xi Jinping, en una cita que, aunque pendió de un hilo hasta el último momento, ha sido el broche de esta apuesta por una "moderada" distensión entre los dos países.
Las relaciones entre los dos países deben apoyarse "en el respeto mutuo y la sinceridad", dijo Xi, en su acostumbrado tono conciliador que en realidad no muestra un ápice de lo que pueda realmente pensar. No obstante, le indicó a Blinken su esperanza de que esta visita pueda hacer "contribuciones positivas para estabilizar las relaciones" entre los dos países, pues, agregó, el mundo necesita esa estabilidad.
Con estas palabras, Xi estaba abriendo las puertas a nuevos contactos. Se equivocaron quienes esperaban un puñetazo sobre la mesa para tratar de imponer los puntos de vista de Pekín. La diplomacia china prefiere dar esperanzas y también dar largas. Si algo no tiene que llegar a buen puerto, simplemente se dejará pudrir en el camino.
Una visita que se había pospuesto ya demasiado
Esta visita de Blinken a China estaba prevista para febrero pasado. Fue en la cumbre del G-20 en Bali, en noviembre de 2022, cuando Xi y Biden decidieron avanzar hacia una distensión en Asia que no repitiera los errores que se estaban produciendo en Europa tras la invasión rusa de Ucrania.
El derribo de un globo aerostático espía chino sobre territorio de Estados Unidos, en febrero, frustró la visita de Blinken en unos momentos en los que no les venía bien a ninguno de los dos rivales sonreír demasiado en una foto común.
En marzo, Xi iba a ser reelegido por aclamación de la Asamblea Popular Nacional para su tercer mandato y pocos días después viajaría a Moscú, en una visita en la que China redobló su pacto de amistad con Rusia.
Todo ello, apenas unas semanas después de poner sobre la mesa un plan de paz chino para Ucrania en el que ya pocos confían.
A Estados Unidos tampoco le interesaba ese acercamiento en esos momentos, muy condicionado por sus renovadas promesas de protección a Taiwán.
Despejado el camino para una cumbre Xi-Biden
Ahora, el simbolismo del encuentro de Blinken con Xi permite aventurar una nueva cumbre del líder chino con Biden. Podría ser en el marco de la Cumbre de los Líderes del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico, que se celebrará en noviembre en San Francisco.
Para entonces quizá se sepa ya la evolución de la actual contraofensiva ucraniana en los territorios ocupados por Rusia. Un mensaje adecuado en la primera visita del presidente chino a Estados Unidos podría presionar a Kiev y Moscú para que consideren un eventual comienzo de negociaciones, aunque la guerra continúe.
Una visita clave, pero insuficiente
Esta visita de Blinken ha sido muy importante, pero no suficiente. Las expectativas eran muchas, pero el punto de partida era bastante oscuro. Lo dijo el ministro de Exteriores Qin Gang durante su encuentro con Blinken: las relaciones entre los dos países "se encuentran en su punto más bajo desde el establecimiento de relaciones diplomáticas".
La disputa en torno a la isla de Taiwán, cuya soberanía reclama China y a la que Estados Unidos ha prometido defender militarmente, sigue siendo un escollo insalvable que además marcará en los próximos tiempos la pugna entre los dos países por la hegemonía económica y militar en el este de Asia y el Pacífico Occidental.
A la tensión en el estrecho de Taiwán, se suma la carrera armamentística en la región, con China a la cabeza, pero seguida de cerca por los dos principales aliados de Washington en Asia, esto es, Corea del Sur y, sobre todo, Japón, que, a pesar de no disponer de ejército oficial, sus fuerzas armadas "de autodefensa" constituyen uno de los puntales de la estrategia militar estadounidense en el Pacífico.
Este tira y afloja militar en Extremo Oriente, se ha reflejado en el incremento de las maniobras realizadas por Pekín en el Mar de China Meridional y el propio estrecho de Taiwán, respondidas por ejercicios similares organizados por EEUU y sus aliados regionales.
China, provocadora en Asia, según EEUU
"Acciones provocadoras", así calificó Blinken a esos movimientos militares chinos en aguas tan complicadas y tan deseadas por ambas superpotencias.
Sobre Taiwán, Blinken lanzó una velada advertencia que, no por ser ya conocida, tenía menos carga. EEUU está comprometido con el Gobierno de Taipéi para que la isla disponga de "los medios para defenderse".
Wang Yi fue tajante al respecto. El responsable de la Comisión de Asuntos Exteriores del Partido Comunista chino y máxima cabeza de la diplomacia de Pekín exigió a Washington que "respete la soberanía e integridad territorial de China" y que rechace la independencia de Taiwán.
La participación de Rusia en algunas de esas maniobras militares chinas ha elevado el nivel de sospecha y animadversión. Pekín no ha condenado la invasión rusa de Ucrania y, aunque se ha postulado como intermediario para buscar un acuerdo político que ponga fin a la guerra entre Moscú y Kiev, la denuncia de las sanciones occidentales impuestas sobre Moscú y el reforzamiento de las relaciones bilaterales sino-rusas levantan muchas ampollas en EEUU.
La guerra de los microchips
La "guerra de los semiconductores", con las prohibiciones para su importación por China, y que Estados Unidos está utilizando para castigar a la industria tecnológica y al comercio del país asiático, es otra espina permanente en las relaciones entre los dos países, que además afecta a todos los socios comerciales de Pekín, incluso los aliados más cercanos de Washington en Asia y Europa.
EEUU explica que no quiere sus chips en las armas de última generación chinas y, de rebote, rusas. No es del interés de Estados Unidos, "proporcionar tecnología a China que podría utilizarse contra nosotros", afirmó Blinken en Pekín.
Sin embargo, en esta disputa impera por encima del interés militar, la apuesta por convertirse en el número uno tecnológico mundial para llevarse todo el pastel del comercio en telefonía, instrumentos digitales y computadoras. Detrás, y a distancia, vienen los lanzamisiles y sistemas aeroespaciales.
Halcones made in USA contra guerreros lobo
Todos estos conflictos latentes y abiertos tienden una sombra sobre la apuesta que este lunes reiteraron el presidente chino y Blinken, como ya hicieron Xi y Biden en Bali, de desarraigar la Guerra Fría de Asia.
El hielo que perdura en la península coreana sería un simple granizo de primavera ante el telón de acero que podría implantarse entre Occidente y China si se imponen las posturas de los halcones estadounidenses y los "guerreros lobo" chinos.
Estos diplomáticos chinos de línea dura son los paladines de la estrategia exterior de Xi Jinping. Se oponen a que EEUU limite la expansión económica china en todo el planeta y menos aún a que siga tratando a China como el tramposo de la película, el falsificador de tecnologías o el invasor sin escrúpulos de mercados del planeta, mientras EEUU ha logrado lo mismo durante el último siglo de mano de su presencia militar o de la imposición de Gobiernos afines.
Un telón de acero podría implantarse entre Occidente y China si se imponen las posturas de los halcones
El máximo representante de la diplomacia de Pekín, Wang Yi, reconvino a Blinken por las percepciones erróneas que su país tiene de China, una de las causas de las tensiones existentes entre los dos estados y que han llevado, según los dirigentes chinos, al cerco tecnológico y a las sanciones económicas estadounidenses.
Xi Jinping manifestó la postura china al respecto: ninguna de las partes debe "moldear a la otra" y menos aún "privarla de su legítimo derecho al desarrollo".
Las elecciones de noviembre de 2024 en Estados Unidos marcarán desde principios de año el discurso internacional de la Casa Blanca para atraer al electorado. Así ocurrirá con China, especialmente si las proclamas belicistas en torno a Ucrania se van difuminando, como reclaman ya algunos miembros del gobernante Partido Republicano, pero también del Partido Demócrata.
Sobre todo pesará sobre la opinión pública estadounidense la competición global con China y los pasos que se den para dejar atrás al gigante asiático. Por eso será tan importante una cumbre a fines de este año entre Biden y Xi, por lo menos para progresar en la desescalada de tensión entre ambos países y evitar que la confrontación, no solo económica, con China se convierta en una peligrosa moneda electoral.
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