China lanza un guiño de confianza a Europa con su mediación en Ucrania
La llamada de Xi Jinping a Volodímir Zelenski para mediar en la guerra de Ucrania trata de limar la desconfianza de Europa ante la reforzada amistad entre China y Rusia, y, a la vez, evitar el alineamiento europeo con EEUU en Asia.
La guerra de Ucrania y los cambios que ha provocado en la seguridad global han potenciado el papel de China en el mundo. La prueba de fuego para Pekín será su capacidad real de mediación en la crisis ucraniana, a la vez que recupera sus lazos con Europa y consolida su liderazgo entre los países emergentes para apoyar una negociación que en estos momentos parece muy lejana.
La llamada por teléfono del presidente chino, Xi Jinping, a su homólogo ucraniano, Volodímir Zelenski, el miércoles pasado ha captado el interés de todos los participantes de una u otra forma en la guerra, incluido el de los propios rusos. Después de que en marzo el presidente chino visitara durante tres días Moscú y reafirmara la asociación estratégica de los dos países, no parece que la llamada de Xi a Zelenski haya sido del agrado del Kremlin.
Los diplomáticos chinos no desprecian ninguna salida pragmática a la guerra
En Moscú saben muy bien que, aunque los chinos les puedan prometer amistad eterna, seguirán siendo inescrutables en sus objetivos finales y su política exterior beneficiará en última instancia a un solo país: la propia China.
Y la guerra de Ucrania ha desbaratado demasiadas relaciones internacionales y proyectos económicos, muchos de ellos chinos, como para que Pekín olvide de quién es la responsabilidad directa en el conflicto, esto es, Moscú. Incluso aunque Rusia esté repitiendo comportamientos de agresión ya protagonizados por Estados Unidos en otras partes del planeta. Por eso, al margen de las palmadas en la espalda a sus socios rusos, los diplomáticos chinos hacen su trabajo y no desprecian ninguna salida pragmática a la guerra.
China, preocupada por la incertidumbre bélica
La invasión rusa de Ucrania ha cumplido 430 días y el conflicto parece enquistarse sin que ninguna de las partes acabe por imponerse en el campo de batalla. Siguen los intentos de conquista de Bakhmut por los rusos y los intercambios de ataques de misiles y drones no suponen ningún cambio notable en la contienda, salvo en lo que se refiere al incremento de víctimas civiles ucranianas. De los soldados muertos mejor no hablar, porque la desinformación es total al respecto, por uno y otro bando.
Todas las miradas, las chinas también, están puestas ahora en la contraofensiva ucraniana de primavera, que aparece rodeada de una creciente incertidumbre.
Pekín desafía, con su defensa del multilateralismo, a la hegemonía que EEUU está forjando
Las últimas palabras del ministro ucraniano de Asuntos Exteriores, Dimitro Kuleba, dejan si cabe más dudas sobre el alcance y la efectividad que pueda tener la esperada contraofensiva de Kiev, lo que equivale a decir que el Gobierno ucraniano ve alargarse la guerra hasta el año próximo.
"Si se necesita una contraofensiva, la habrá. Si se necesitan dos o más, también. Este no es un conflicto que se pueda congelar", ha dicho Kuleba, tras pedir que no se considere ese contraataque ucraniano como una "batalla decisiva" para derrotar a los invasores rusos.
Las afirmaciones de Kuleba refuerzan la desconfianza susurrada por algunos de los aliados occidentales de Kiev sobre la capacidad real de ese ejército armado y preparado por Estados Unidos y Europa para desbaratar las líneas de defensa levantadas por Rusia en los territorios ocupados.
Xi y Lula convergen en su mediación
En este contexto, las propuestas de mediación realizadas por países como China o Brasil adquieren una mayor fuerza. La diferencia entre las apuestas de paz realizadas por el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, y Xi Jinping es que al mandatario chino le tienen mayor respeto (o temor) en Bruselas y Washington.
Un respeto avalado por el retorno avasallador de China a la política internacional de manos de una estrategia diplomática y económica que deja atrás el lastre de la pandemia y lanza un implacable desafío a Estados Unidos en todo el mundo, desde América Latina hasta la cuenca del Asia-Pacífico, principal región en disputa por las dos superpotencias. Esta pugna exuda un alto riesgo en el caso de Taiwán, la isla cuya soberanía reclama China y a la que EEUU ha prometido defender a sangre y fuego.
El apoyo de Washington y sus aliados a Ucrania evidencia el juego de intereses económicos urdido por EEUU
La mediación en Ucrania ofrecida por Lula, que ha recabado mucho interés incluso en algunos sectores políticos de izquierda en Europa, no está alejada de la estrategia china: ambos países quieren impulsar al grupo de los llamados BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) como contrapeso mundial a Europa y EEUU.
Pekín desafía, con su defensa del multilateralismo, a la hegemonía global que Estados Unidos está forjando en torno a conflictos, desde el de Ucrania al que podría desatarse en Taiwán, y después de haber dejado una humareda de caos en todo Oriente Medio, desde Irak y Siria a Afganistán.
Si bien es Rusia la responsable de desatar la invasión, el apoyo de Washington y sus aliados a Ucrania, con su apuesta por la derrota bélica total de Rusia como única salida al conflicto, ha evidenciado el gran juego de intereses económicos y geoestratégicos urdido en torno a la guerra por EEUU, principal beneficiario de la contienda con sus exportaciones de armas y gas licuado a Europa, como acaba de denunciar la organización ecologista Greenpeace.
En medio de este panorama, el presidente Xi Jinping inquietó a Washington y Bruselas al proclamar su plan de paz de doce puntos con ocasión del primer año de guerra, el pasado 24 de febrero. Esa mediación aparecía además avalada por el exitoso papel de bróker que Pekín ha ejercido entre Arabia Saudí e Irán y que se ha saldado con un compromiso de paz entre dos enemigos hasta ahora irreconciliables que puede cambiar la faz de la seguridad en Oriente Medio.
Xi Jinping inquietó a Washington y Bruselas al proclamar su plan de paz de doce puntos
Es cierto que la desconfianza europea en China como mediador es muy grande. El viaje de Xi a Moscú no ayudó, más bien todo lo contrario. Desde que comenzó la guerra, Xi se ha reunido dos veces personalmente con Vladímir Putin y ha hablado en cinco ocasiones con el presidente ruso. Eso sin citar las numerosas maniobras en las que han participado unidades militares rusas y chinas, con escenarios tan diversos como la península de Kamchatka o el Mar de China Meridional.
Recientemente, la Unión Europea se hizo incluso eco de las sospechas estadounidenses (de momento sin prueba alguna) de que China está acumulando material militar ofensivo para ser enviado a Rusia y con destino final la guerra de Ucrania. Pekín ha rechazado estas acusaciones y las ha calificado como un intento de Washington para desprestigiar a China ante Europa, que no solo se ha replanteado sus relaciones económicas con Rusia, sino que está tanteando hacer lo mismo con el gigante asiático.
La llamada a Zelenski, movimiento preciso de la diplomacia
Y aquí aparece el auténtico sentido de la llamada de Xi Jinping a Zelenski, un personaje político poco valorado en Pekín, donde la guerra de Ucrania se ve como un conflicto delegado de EEUU y la OTAN contra Rusia. La llamada al líder ucraniano es más un gesto de buena voluntad hacia la Unión Europea y a países como Francia, cuyo presidente, Emmanuel Macron, apreció el plan de paz de Xi durante su reciente visita a Pekín en abril.
Esa visita del presidente galo a China coincidió con la de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, quien fue mucho más cauta y ácida con el plan de paz chino y no cesó de condenar a Rusia por la invasión, algo que no ha hecho China de momento, para disgusto de Bruselas.
La llamada al líder ucraniano es más un gesto de buena voluntad hacia la Unión Europea y a países como Francia
China mueve sus fichas diplomáticas sin descanso. Ya con ocasión de la Asamblea Popular Nacional china, celebrada en marzo, China apostó por una ofensiva diplomática en toda regla por todo el mundo, multiplicando el presupuesto del Ministerio de Exteriores para tal fin.
Y uno de sus objetivos clave es Europa, tradicionalmente cliente destacado de las empresas chinas. Y, dada la tensión creciente en la región de Asia Pacífico, ya no se trata solamente de que los países europeos recuperen las relaciones comerciales a pleno nivel con China, sino de que refrenen a EEUU en su expansionismo asiático. En este sentido, el papel de Francia es crucial.
Lo último que quiere Pekín es que, en la próxima cumbre de la OTAN que se celebrará en Vilna en julio próximo, se repita lo que ocurrió en Madrid en 2022, cuando no solo se marcó a Rusia como la bestia parda de Occidente, sino que se apuntó a China como el siguiente en la lista de países a integrar el nuevo eje del mal de los occidentales.
Una labor de mediación china en la guerra de Ucrania ayudaría a que los países europeos minimizaran en esa cumbre la animadversión estadounidense hacia China y vieran con mejores ojos ese mundo multipolar por el que abogan Pekín y sus compañeros BRICS.
Ya sería una gran victoria para China si alguno de esos países europeos decidiera incluso participar en ese G20 alternativo que promueve Lula da Silva para lograr la paz en Ucrania y otros focos bélicos, y por el que Pekín mostró abiertas simpatías durante la reciente visita a la capital china del presidente brasileño.
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