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Las claves del camino de Xi Jinping para impulsar el "socialismo chino"

El reelegido presidente del país asiático busca alcanzar un lugar dominante en el mundo a través de "la modernización del estilo chino", con las potencias occidentales al acecho y en estado de máxima alerta.

23/10/2022 Xi Jinping acude a atender a los medios en la clausura del Congreso del Partido Comunista Chino, celebrado en Pekín
Xi Jinping acude a atender a los medios en la clausura del Congreso del Partido Comunista Chino, celebrado en Pekín. Tingshu Wang / Reuters

La reciente clausura del XX Congreso Nacional del Partido Comunista Chino (PCCh) fue un "éxito rotundo", según proclamó, como no podía ser de otra forma, su líder Xi Jinping.

El presidente del país accede a un tercer mandato de carácter plenipotenciario, porque asume personalmente las riendas no solo de un Politburó confeccionado a su medida, sino también las del Ejército con más efectivos del planeta y la jefatura del Estado de la segunda economía mundial y potencia nuclear.

El nuevo mandato arranca bajo un cambio trascendental en el doctrinario de Pekín, que emprende un viraje desde el liberalismo al que encomendó al gigante asiático el defenestrado Hu Jintao hacia el nacionalismo que impera en la mente de Xi Jinping y que ha impregnado en su largo decenio presidencial a la sociedad china.

Xi Jinping dio carta de naturaleza al único de los objetivos pendientes de Deng Xiaoping en el XIV Plan Quinquenal (2021-25) para alcanzar su meta en 2035, después de revertir la política económica y ceñirla a los patrones occidentales, según los cuales las tres cuartas partes del PIB, al menos, se crean desde la demanda interna (el consumo de hogares y las inversiones empresariales).

Con el viraje del reciente congreso, el reelegido presidente busca acelerar el proceso del "socialismo chino" dentro de una "nueva era" guiada desde las coordenadas del partido. En ella, los estándares políticos perfilan instrucciones oficiales, con connotaciones nacionalistas que transformen y unifiquen el espíritu y el comportamiento colectivo del país.

"Es el control total", explica Victor Shih, profesor de la Universidad de California. "Todos los cargos del partido recibirán y ejecutarán órdenes con sello presidencial y esperando una hoja de servicios cargada de méritos", añade.

Para alcanzar el lugar dominante de China en el mundo, Xi Jinping se ha rodeado de una guardia pretoriana de seis jerarcas, los miembros del Comité Permanente, el máximo órgano ejecutivo del PCCh entre congresos.

Para alcanzar el lugar dominante de China en el mundo, Xi Jinping se ha rodeado de una guardia pretoriana de seis jerarcas

Li Qiang, Zhao Leji, Wang Huning, Cai Qi, Ding Xuexiang y Li Xi son "camaradas" de suma confianza. En la jerga diplomática al uso se traduce esta expresión como la acumulación de un poder sin fisuras, con una ausencia total de facciones o elementos díscolos. Además, no hay un posible sucesor a la vista, lo que deja abiertas todas las opciones.

Los siete pondrán en liza el lema de "Un hombre, una ideología, un partido", o la modernización del estilo chino, como le gusta enfatizar al mandatario más poderoso del país desde su fundador, Mao Zedong.

Este no es un término nuevo. Existe y se ha utilizado sistemáticamente en el gigante asiático desde que Pekín se abrió al mundo, abrazó una versión controlada del capitalismo y se acopló al concepto de "Una nación, dos modelos", con sus particularidades económicas (que le han impedido ostentar el estatus de economía de mercado) y políticas. 

Este salto modernista, catapultado por una ideología de marcada raíz nacionalista, pretende ahora adquirir el cetro del liderazgo mundial, aseguran varios análisis en Foreign Policy.

Xi Jnping ha prometido no trastocar "los fundamentos" de la economía ni "desconectar a China de los mercados exteriores". Tan solo, asegura, busca "alinear" las prioridades de los 1.400 millones de habitantes para darles "una vida mejor". Todo ello sin desviarse "de la trayectoria de largo recorrido" en la que está inmersa, afirma.

La debilidad de la divisa china

Esta declaración de intenciones de Xi Jinping choca con el muro de la realidad, al menos en tres aspectos neurálgicos.

El primero de ellos es la banda de fluctuación del rinminbí, la divisa que opera en los mercados cambiarios y que se equipara con el yuan. Esta se sitúa en su nivel más bajo desde la crisis financiera de 2008, ante la preocupación por la estricta política de covid cero, que ha prolongado la hibernación de la actividad en la primera mitad de este año. Tampoco ayuda la persistente prolongación del control del Banco Popular de China sobre el valor de su moneda.

A pesar de su ingreso a la OMC en 2001, China no puede acceder a foros como la OCDE

A pesar de su ingreso a la OMC en 2001, China no puede acceder a foros como la OCDE. Esto se debe al intervencionismo del banco central, a las barreras accionariales hacia el capital extranjero en sus grandes emporios y sus sectores estratégicos, así como a su ausencia de reconocimiento como economía de mercado.

La Hang Seng China Enterprises Index -el indicador bursátil de Hong Kong donde habitan los grandes valores tecnológicos chinos- retrocedió un 7,3% al término del XX Congreso del PCCh.

Si bien China acapara la riqueza del planeta, aún muestra debilidades en la batalla por la hegemonía global. Se puede hablar de sorpasso a EEUU en atracción de capitales, pero su poder de influencia revela signos de fugacidad como el que certificaban en McKinsey Global Institute en 2020, antes de la crisis sanitaria.

Revalorización de la riqueza

Entonces, China absorbió casi la tercera parte de la revalorización de la riqueza del planeta a lo largo de la pasada década, momento en que pasó de los 156 a los 514 billones de dólares. Con este tránsito, elevó su stock de capital privado desde los 7 billones que registraba en el año de su adhesión a la OMC hasta los 120 billones con los que culminó el primer ejercicio de la gran pandemia.

El músculo del segundo PIB del planeta apenas se inmutó durante el largo bienio que perduró la guerra arancelaria declarada por la Administración Trump

Todo ello ocurrió entre manifiestas desigualdades, dado que más de las dos terceras partes de esta riqueza está en manos del 10% de sus familias más ricas y un 68% es capital inmobiliario (con EEUU dominando este mercado).

El segundo factor determinante es el que afecta a la imagen económica y comercial china en el exterior. El músculo del segundo PIB del planeta apenas se inmutó durante el largo bienio que perduró la guerra arancelaria declarada por la Administración Trump. Sin embargo, sí se ha resentido desde la llegada a la Casa Blanca de Joe Biden y, sobre todo, a raíz del apoyo geoestratégico que Pekín está prestando a Moscú en la guerra de Ucrania.

El Gobierno demócrata abrió en marzo, a las pocas semanas del estallido del conflicto armado, otro frente contra el régimen de Xi Jinping. En esta ocasión era comercial y se sumaba a la afrenta que supone para Pekín el Tratado Indo-Pacífico, el espejo económico-comercial estadounidense del Diálogo Cuadrilateral de Seguridad AUKUS -la denominada OTAN del hemisferio sur oriental-, en su prioritario objetivo de anexionarse Taiwán.

Frentes económicos

En este contexto de confrontación diplomática en toda regla, la Casa Blanca ha abierto varios frentes económicos de efectos geoestratégicos inciertos.

El primero de ellos viene a cuenta de los subsidios industriales y tecnológicos de China. La Administración Biden decidió en marzo investigar a Pekín por su política de ayudas a sus empresas industriales, de especial vocación exportadora, y que, a juicio de EEUU, dañan su economía y consolidan la entente cordiale con Rusia y China.

En este contexto de confrontación diplomática en toda regla, la Casa Blanca ha abierto varios frentes económicos de efectos geoestratégicos inciertos.

A esto se acaba de unir la orden de impedir cualquier transferencia de tecnología made in USA, de empresas americanas o de otra nacionalidad, hacia su rival geoestratégico.

Estos dos ases en la manga que se guarda el Despacho Oval suponen el tercer punto que deja en el disparadero la nueva vuelta de tuerca de Xi Jinping para su tercer mandato y que pondrá a prueba la habilidad y el conocimiento de China en innovación y tecnología, civil y militar.

Estas tres barreras hacia el liderazgo están, además, combinadas entre sí, como admite Fang Singhai, vicepresidente de la Comisión Regulatoria de Activos en China (organismo equivalente a la CNMV española o la SEC estadounidense). Este defiende la internacionalización del yuan ante el riesgo de un desensamblaje financiero o fragmentación de una globalización que ha quedado seriamente dañada por la guerra de Ucrania, como señala también Larry Fink, el mandamás del fondo de inversión BlackRock.

Para ello sería necesario el aumento de su músculo actual en las reservas de divisas de los bancos centrales y también de su papel como moneda de intercambio de la energía y del resto de materias primas.

Esta idea la resaltan también think tanks como Política Exterior de Shanghái, que asegura que "el tiempo de la paz como dividendo ha concluido", por lo que considera que es el momento de "preparar a China para un completo decoupling".

Esta teoría se expande por los cargos más altos y, sobre todo, intermedios, del Gobierno y el PCCh, que asumen el lema de "prepararse para lo peor y esforzarse por aspirar a lo mejor".

En este desafío futuro, el escenario post-globalización, si al final los cambios en el orden mundial se dirigen a consignar este epitafio, China irá de la mano de Rusia, según anticipan los expertos.

Este escenario, explica Helen Qiao, de Bank of America, deja las manos libres para impulsar una agenda de reformas que persigan la hoja de ruta declarada por Xi Jinping.

"Sin resistencia política, los cambios se van a desarrollar en toda su dimensión", aclara. Duncan Wrigley, economista jefe en Pantheon Macroeconomics, asegura además que dichos cambios adquirirán un cariz "mucho más centralista para asumir las riendas del poder económico", a través de decretos de cumplimiento inmediato. Esto, afirma, ya puede apreciarse en el nombramiento como primer ministro de Li Qiang, delfín de Xi Jinping, como sustituto de Li Keqiang, el último aliado del liberalismo de Jintao.

Este último será el encargado de que China gane la suficiente influencia en Euroasia como para lanzar el órdago hegemónico a EEUU a escala global, así como para reforzar la seguridad nacional con brotes de un renovado autoritarismo en su reclamación sobre Taiwán y en su liderazgo en el seno de los BRICS y del resto de mercados emergentes.

El sucesor de Liu He

En el área económica, las suspicacias siguen latentes, pero sin revelar al sucesor de Liu He, actual dirigente. No obstante, no están en el círculo cercano de Xi Jinping ni el enviado especial para la negociación con la Administración Trump durante la guerra arancelaria, ni el gobernador del Banco Central de China, Yi Gang, ni el regulador bancario, Guo Shuqing. Todos ellos eran los más altos cargos en el Gabinete Keqiang. Una decisión, sin embargo, que no les saca de las quinielas, pero que ofrece menos garantías a quienes deseen apostar por ellos.

El que se ha hecho con más papeletas entre los observadores occidentales es He Lifeng, amigo personal del presidente, alto cargo local de la provincia de Fujian

Más opciones tiene Guo, si bien el que se ha hecho con más papeletas entre los observadores occidentales es He Lifeng, amigo personal del presidente, alto cargo local de la provincia de Fujian. Allí hizo crecer el PIB, pero sin una distribución de riqueza real. Este es, además, un gran entusiasta del Belt & Road Initiative, la Nueva Ruta de la Seda auspiciada por Xi Jinping y a la que el jefe del Estado considera alternativa al libre comercio de la OMC.

En The Diplomat hablan de dos obstáculos en la convicción de Pekín del final de la pax americana, de la post-Guerra Fría y de la transición a un nuevo orden mundial, sin globalización plena como hasta ahora y que dificultará los deseos chinos de alcanzar la hegemonía global.

Al primero de los obstáculos lo denomina la trampa de las clases medias, en un país con una renta per cápita media de 12.555 dólares en 2021 y que le sigue confiriendo el papel de potencia exportadora de bienes de bajos costes, sin haber alcanzado el estatus de mercado de alta tecnología y con industrias productivas de valor añadido. 

El segundo, de índole internacional, pone en duda algunas capacidades que se les presupone a la nación que ejerce el liderazgo planetario. Se trata del efecto Kindleberger, en referencia al prominente economista americano Charles Kindleberger.

Este argumentaba que la nación predominante debe proveer al escenario global de principios de paz, seguridad, estabilidad, prosperidad o limpieza medioambiental, entre otros. En este sentido, China presenta una hoja de servicios con demasiados puntos negros, con EEUU en guerra diplomática abierta con Pekín y una Europa que ha perdido la inocencia y declara a China como su rival geoestratégico desde el inicio mismo de la andadura de la actual Comisión Europea.

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