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España afronta en Bruselas un momento con turbulencias en la Presidencia de la UE y la exclusión en la OTAN

El adelanto electoral amenaza con enfangar de distracción, caos e incertidumbre política la Presidencia, que contará con poco tiempo y muchas legislaciones pendientes.

El presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, se dispone a dirigirse a los medios tras una conferencia de prensa en la cumbre de la OTAN, a 30 de junio de 2022.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se dispone a dirigirse a los medios tras una conferencia de prensa en la cumbre de la OTAN, a 30 de junio de 2022. Pierre-Philippe Marcou / AFP

Superada la crisis política de 2015, sorteada la crisis financiera de 2008 e impulsada por la oportunidad que suponía la marcha del Reino Unido de la UE, España ha ganado peso, respeto y reconocimiento durante los últimos años en Bruselas.

En dos semanas arranca la que estaba llamada a ser su prueba de fuego definitiva: la Presidencia de la UE, pero lo hace empañada por el adelanto electoral en España.

Además, mientras justo hace un año el país se convertía en el epicentro de atención global acogiendo la cumbre de la OTAN, esta semana ha sido excluido de una reunión de la Alianza Atlántica para la producción de armas. Y la pregunta que ya emana es si España está perdiendo el músculo internacional cimentado recientemente.

El país ha jugado un papel activo en la elaboración de soluciones a las dos grandes crisis que han sacudido la legislatura europea actual: la pandemia y la guerra en Ucrania. Madrid unió fuerzas con Roma para sacar adelante el Plan de Recuperación Europeo, que ha dejado hitos como la mutualización de la deuda por primera vez en la historia europea.

El país es el segundo con más fondos asignados de Next Generation y el líder en su recepción. Por su parte, Italia es el mayor receptor, pero cuenta con el tercer pago bloqueado por la Comisión por dudas sobre algunos hitos.

Emana la pregunta de si España está perdiendo el músculo internacional cimentado recientemente

La guerra en Ucrania se transformó en la UE en la guerra por la energía. El verano pasado, los precios de la electricidad pulverizaban récords mes tras mes y los titulares se llenaban de incógnitas sobre un posible desabastecimiento o racionamiento eléctrico. El peor escenario nunca se materializó.

Pero en este debate España tomó la delantera en la mesa del Consejo Europeo. Pedro Sánchez llegó a levantarse en una cumbre europea en la que consiguió que sus socios avalasen la excepción ibérica. Las instituciones europeas recibieron en un primer momento las propuestas españolas con recelo e incluso sorna.

Pero acabaron abrazando todas las medidas cocinadas en Madrid: la reforma del mercado eléctrico (aún por concluir), el tope al precio del gas o los impuestos a las grandes compañías eléctricas.

La marcha de la histórica Angela Merkel dio lugar a un Gobierno tripartito en Alemania en la que el liderazgo de Olaf Scholz es más discutido que aplaudido. Emmanuel Macron continúa ejerciendo las veces de verso suelto nublado por sus ambiciones geopolíticas. E Italia cuenta por primera vez en su historia democrática con un Gobierno de corte ultra bajo la bandera de Giorgia Meloni.

En este escenario, España había remontado puestos en su escaparate internacional como socio predecible y fiable. Incluso es sabido que Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, tiene más afinidad con Sánchez que con Alberto Núñez Feijóo, de su misma familia política.

Es en este contexto en el que España asume, por quinta vez en su historia, la Presidencia rotatoria del Consejo de la UE. Una cita que se espera con mucha expectación. Esta será la última Presidencia completa de la actual legislatura, ya que las elecciones europeas, bajo liderazgo ya belga, se celebrarán el próximo junio. Es por ello que se conoce como el semestre dorado.

Una Presidencia tiene el papel de establecer prioridades, de generar consensos, de ejercer de árbitro

Pero puede ser un caramelo envenenado en el que nuestro país puede coronarse o frustrar muchas expectativas generadas y dosieres pendientes. El rol de este puesto no es algo determinante. Mucho del trabajo se hace en los meses previos y se articula a nivel técnico en la sombra.

Pero una Presidencia tiene el papel de establecer prioridades, de generar consensos, de ejercer de árbitro, de dirigir las negociaciones y, en definitiva, de culminar los acuerdos. España entrará en la Presidencia a pocos días del pistoletazo de salida de la campaña electoral y a 22 noches de la celebración de los comicios.

Agosto es un mes casi paralizado en Bruselas. Y en septiembre podría comenzar la formación de un nuevo Gobierno en España. Es decir, mucha distracción, caos e incertidumbre política, poco tiempo y muchas legislaciones en la última fase que cerrar.

Sánchez y sus ministros han repetido con ahínco que el nuevo calendario electoral no supone ningún riesgo para la Presidencia. Fuentes comunitarias explicaban, además, que si hay un resultado claro puede ser una buena noticia para el resto de la Presidencia.

Con el marco de diciembre preestablecido también se corría el riesgo de surcar por una campaña electoral ficticia constante. Pero muchos expertos insisten en que hacer coincidir las elecciones nacionales con el inicio de una Presidencia tan importante puede ser una temeridad.

Presidencia, ¿de oro?

De momento el cambio de guion electoral en España ya ha alterado algunos planes iniciales. Los eurodiputados alemanes cancelaron una visita que tenían prevista al parque de Doñana para conocer la situación sobre el terreno. El discurso de Sánchez en Estrasburgo se ha aplazado de julio a septiembre.

La reunión del colegio de comisarios en Madrid ha pasado de ser el 3 al 7. Y Roberta Metsola y los líderes de los grupos políticos de la Eurocámara han cancelado su viaje a la capital sin nueva fecha prevista para, como en los casos anteriores, no interferir en el debate nacional.

Pero, aparte del ángulo más político, la Presidencia de turno es un buen escaparate para seducir al resto de aliados, sacar músculo diplomático, exhibir las cualidades del país y erigirse como un socio respetable dentro de la burbuja europea.

Sánchez siempre ha apostado por la arista internacional como una de sus cualidades y credenciales fuertes. Frente al Rajoy del "no, hombre, no" cuando le preguntó la BBC en inglés, el Gobierno actual se mueve con más comodidad y soltura en el ámbito internacional.

Pero ahora es justo la parte europea la que se le puede volver en contra si Sánchez no está a la altura del momento tan complicado que atraviesa la UE.

La Presidencia de turno es un buen escaparate para seducir al resto de aliados

Algunas de las fechas marcadas en el calendario son la cumbre de la OTAN en Vilna el 11 de julio, el fin del acuerdo de pesca con Marruecos el 17 de julio o la primera cumbre UE-Celac en ocho años el 17 y 18 de julio.

Y las principales regulaciones que esperan su luz verde final son muchas, muy complicadas y muy divisorias: la primera ley de Inteligencia Artificial, la reforma de las reglas fiscales, la consumación de la Unión Bancaria, el Pacto de Asilo y Migración, la reforma del mercado eléctrico son algunas de ellas.

O un cambio en los tratados que permita tomar las decisiones en política exterior por mayoría cualificada y no por unanimidad.

De fondo colea, además, el hastío de la guerra de Ucrania. La incertidumbre sobre la marcha de la contraofensiva, la aprobación y mantenimiento de sanciones a Rusia es cada vez más complicado, las divisiones europeas sobre China son progresivamente patentes y el auge de fuerzas y discursos ultraderechistas está cada vez más presente y normalizado.

OTAN

El 28 de junio de 2022, la capital española fue la anfitriona de una de las cumbres de la OTAN más importantes de su historia. Cuatro meses después de la invasión rusa a Ucrania, fue en esta cita bajo bandera española en la que Suecia y Finlandia obtuvieron su invitación para unirse al foro de defensa y dejar atrás décadas de política neutral.

El 15 de junio de 2023, la ministra de Defensa, Margarita Robles, daba plantón a una reunión organizada por la Alianza Atlántica con la industria. ¿La razón? De las 25 compañías procedentes de 18 países aliados, no había ninguna española. Robles fue más allá y amenazó con vetar el macro plan industrial con el que los de Stoltenberg quieren movilizar 1.000 millones de euros para la compra de munición y material bélico.

La puñalada fue notable. Tanto en público como en privado, la delegación española no ocultaba su decepción por el fondo y las formas de esta exclusión a través de un proceso que según la misma se había confeccionado en la sombra y con poca transparencia. Con este telón de fondo, España surca aguas nacionales, europeas e internacionales turbulentas.

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