Este artículo se publicó hace 4 años.
España, medalla de oro de Europa de la crispación política
La crisis de la covid-19 refuerza a los ejecutivos en la mayoría de países del viejo continente y los partidos opositores suelen evitar las críticas más virulentas. La ultraderecha intenta canalizar la indignación hacia la Unión Europea.
París-Actualizado a
"Soy español, ¿a qué quieres que te gane?". Este famoso tuit simbolizaba en 2010 el periodo dorado del deporte español. Fútbol, baloncesto, tenis, balonmano, automovilismo… En numerosas disciplinas deportivas las estrellas nacionales se consagraron entre las mejores del mundo. Diez años después, hay otra práctica, menos reputada, en la que España sobresale como la campeona de Europa: la crispación política.
La beligerancia de la derecha española ante la gestión de Pedro Sánchez de la emergencia del coronavirus contrasta con un rol más bien prudente de la oposición en el resto del viejo continente. "El PP apoyará al Gobierno para salvar vidas, pero no para arruinar España", aseguraba este jueves Pablo Casado en el Congreso de los Diputados, con una intervención en la que insistió con sus acusaciones al dirigente socialista de mentir: "El número de víctimas podría duplicar las cifras oficiales". Con este estilo bronco, el líder de los populares sigue la estela de Vox.
Santiago Abascal ha atribuido al Ejecutivo los miles de muertos de la covid-19. Y ha propuesto una solución mágica para frenar el coronavirus: la dimisión de Sánchez. Sin duda, el gobierno de PSOE y Podemos ha cometido errores en la gestión de la pandemia, como la poca capacidad de anticipación o la falta de material de protección para el personal sanitario. Pero estos fallos también se produjeron en otros países de nuestro entorno. La actuación errática de los conservadores británicos, la falta de coordinación entre el Gobierno central y las regiones en Italia, las decisiones contradictorias del Gobierno francés que anunció el cierre de escuelas al mismo tiempo que mantenía la primera vuelta de las municipales… La lista es larga, dado que pocos ejecutivos europeos han brillado en esta crisis sanitaria.
No obstante, la excepcionalidad de la catástrofe hace que "ahora sea el tiempo de los gobiernos, en que los jefes de gobierno demuestran si son estadistas", explica a Público el analista político Franco Delle Donne, doctor en Comunicación por la Freie Universität de Berlín. En un momento en que sube la popularidad de Angela Merkel, Giuseppe Conte, Boris Johnson o incluso de Emmanuel Macron, la oposición queda relegada a un papel secundario. A diferencia del guerracivilismo de Vox, la mayoría de formaciones de extrema derecha intentan ahora canalizar el malestar provocado por la epidemia hacia un enemigo externo: la Unión Europea.
Le Pen fracasa en su intento de sacar partido
Además, las tentativas de opositores ultraderechistas, como Marine Le Pen, para sacar rédito de la crisis han resultado un fiasco. Pocos días después de que el 17 de marzo empezara el confinamiento en Francia, la líder de la Reagrupación Nacional rompió la "unidad nacional". Acusó al Gobierno francés de "mentir" y lo tachó de "incompetente". Incluso se hizo eco de teorías conspirativas que insinuaban que el virus fue creado en un laboratorio. Sin contar con el apoyo de campañas orquestadas en redes como en España, su estrategia agresiva no cuajó en la opinión. Así lo refleja un sondeo reciente del diario Les Echos en que Le Pen aparece como una de las dirigentes cuya popularidad disminuyó más en marzo.
El 56% de los franceses no confían en el Ejecutivo centrista para "luchar efectivamente contra la epidemia", según un reciente estudio de opinión del instituto Elabe. La gestión del gobierno de Macron quedó erosionada durante la segunda quincena de marzo por la escasez de mascarillas y tests. En lugar de intentar sacar rédito de estos fallos, la izquierda francesa prefirió centrarse en las posibles transformaciones que comportará la crisis. "El mundo de después me gustaría que empiece a partir de ahora", suele repetir Jean-Luc Mélenchon, líder de la Francia Insumisa.
Esta formación republicana y ecosocialista votó en contra del "estado de emergencia sanitario" —el dispositivo con el que se estableció la cuarentena—, ya que vulneraba conquistas sociales, por ejemplo, al ampliar hasta 60 horas semanales el tiempo máximo de trabajo. Sin embargo, esta oposición no se ha visto reflejada en un discurso crispado. Por ahora, la izquierda francesa se felicita que la crisis "confirma sus tesis" sobre los peligros "del productivismo neoliberal". Y algunos de sus dirigentes ven en ella una oportunidad para superar las eternas divisiones entre verdes, insumisos, socialistas y comunistas.
Salvini centra sus críticas en la UE
Aún más sorprendente resulta la cierta prudencia de la oposición en Italia. "Matteo Salvini está siendo inusualmente moderado", afirma Alba Sidera, corresponsal en Roma del periódico catalán El Punt Avui y autora del libro Feixisme persistent. Radiografia de la Itàlia de Matteo Salvini. Sin duda, han habido discrepancias entre el Gobierno central y las administraciones regionales de Lombardía y el Véneto, ambas en manos de la Liga. El exministro del Interior continúa lanzando reproches, "pero estos no tienen como objetivo hacer caer al ejecutivo, como sucede en España", explica Sidera. Ante un Conte reforzado por su gestión de la pandemia, ahora no es el mejor momento para una confrontación frontal.
De hecho, la ultraderecha italiana focaliza su ira en Bruselas y Berlín. Salvini ya criticó las decisiones en un principio erráticas del Banco Central Europeo, tras la intervención de Christine Lagarde del 12 de marzo. Esta misma semana reaccionó con virulencia después del acuerdo, poco ambicioso, del Eurogrupo: "No hemos logrado los eurobonos que Conte quería, pero sigue habiendo el MES (Mecanismo Europeo de Estabilidad), una hipoteca dramática para el futuro". De esta forma, espera beneficiarse del fuerte crecimiento del euroescepticismo en el país transalpino. Según un sondeo de Monitor Italia, el 67% de los italianos consideran que pertenecer a la UE resulta una desventaja, mientras que eran el 47% en el estudio precedente en noviembre de 2018.
También en Alemania la extrema derecha centra sus críticas en la UE, a diferencia de Vox en que los asuntos europeos tienen una presencia secundaria en su comunicación en las últimas semanas. "Los dirigentes de Alternativa para Alemania (AfD) se han concentrado en expresar su rechazo a los coronabonos", la mutualización de la deuda deseada por los países del sur del continente, recuerda Delle Donne, especialista en la ultraderecha y coautor del libro Epidemia Ultra. En cambio, los verdes piden una mayor solidaridad europea y critican el egoísmo de Berlín.
Sin embargo, las dos principales fuerzas de oposición alemanas han visto cómo se diluía su protagonismo. La "Gran Coalición", muy debilitada a principios de año, ha quedado reforzada por la gestión de la pandemia. Las perspectivas de voto de la CDU de Merkel se han disparado hasta el 37% y los socialdemócratas han arrebatado a los verdes la segunda posición en los sondeos.
Oposición leal de los laboristas británicos
Incluso en Bélgica impera la "unidad nacional". La covid-19 ha supuesto una tregua en el mosaico político belga. El frágil Gobierno de Sophie Wilmès ha recibido el apoyo del resto de partidos, que le concedieron "poderes especiales" para que afronte la crisis. Tras meses de inestabilidad política, esta dirigente liberal, de 45 años, ha visto su legitimidad catapultada.
"Todo el país entero se encuentra detrás del primer ministro y su familia en estos momentos increíblemente difíciles", reaccionó Keir Starmer, el líder de los laboristas británicos, tras el anuncio de la hospitalización de Johnson el 4 de abril. Elegido recientemente al frente del Labour, ha mostrado una gran lealtad al ejecutivo conservador. "El Partido Laborista actuará en beneficio del interés nacional. He prometido que apoyaré al Gobierno cuando esto sea apropiado y lo empujaré para que vaya más lejos cuando sea necesario", aseguró el pasado martes tras reunirse con Dominic Raab, el sustituto momentáneo de Johnson. Con este estilo institucional, Starmer pretende romper con la retórica más populista y antagonista de su predecesor Jeremy Corbyn.
Pese a la controvertida apuesta primero de los conservadores británicos por la inmunidad colectiva para acabar rectificando, "ha habido pocas críticas de la oposición. La independentista escocesa Nicolas Sturgeon ha sido prácticamente la única en expresar sus discrepancias; por ejemplo, decretando el cierre de las escuelas antes de que se hiciera en el resto del Reino Unido", explica el analista Roy Cobby. Según recuerda este doctorando en el Kings College de Londres, la pandemia ha favorecido un retorno del nacionalismo banal británico vinculado a la Segunda Guerra Mundial, con el recuerdo del lema Keep calm and carry on o de la canción We'll meet again de Vera Lynn.
Si en Londres el centro-izquierda se mantiene leal al ejecutivo, también sucede lo mismo con la oposición de derechas en Lisboa. "Yo no estoy cooperando con el Partido Socialista, estoy cooperando con el Gobierno de Portugal, en nombre de Portugal", defendió Rui Rio, líder de los conservadores lusos, cuya intervención se hizo viral en España por su sentido de Estado. Todo un contraste con la apuesta por la crispación de la derecha española.
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