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La guerra de Ucrania convierte la región del mar Negro en un polvorín

Los bombardeos rusos a Odesa y la respuesta ucraniana con ataques en Crimea inflaman la cuenca de la zona, una región geoestratégica que Rusia no quiere compartir con nadie y menos aún con Occidente.

Bandera en un buque de Ucrania en el mar Negro, a 8 de mayo de 2022.
Bandera en un buque de Ucrania en el mar Negro, a 8 de mayo de 2022. Yuli Zozulia / Europa Press

La guerra de Ucrania atraviesa uno de sus momentos más confusos. Mientras Estados Unidos subraya que el ejército ucraniano ha reconquistado el 50% de los territorios ocupados por Rusia, el Kremlin insiste en que la contraofensiva de Kiev ha fracasado. En realidad, la guerra está ampliando su radio de acción, con la cuenca del mar Negro, un espacio vital para Rusia y para el propio Occidente, como nuevo lugar de enfrentamiento abierto.

Pese a las exageraciones estadounidenses, la línea del frente de guerra no parece haber variado mucho desde que Ucrania lanzara su contraofensiva a principios de junio. Al menos en tierra firme, pues ahora se ha disparado el riesgo de que el mar Negro se convierta en un área de exclusión aérea y marítima por las amenazas de ambos contendientes de hundir o derribar cualquier navío o aeronave supuestamente enemiga que cruce esa cuenca marina.

Los ataques rusos ya están golpeando instalaciones portuarias, silos de cereales y depósitos ucranianos como atestiguan los continuados bombardeos en Odesa y en las orillas del río Danubio, cerca de su desembocadura en el mar Negro, mientras que los contragolpes ucranianos han destruido almacenes de combustible en la península de Crimea.

La importancia del mar Negro para Rusia y Occidente

Un auténtico nudo de rutas de comercio entre Europa y Asia, el dominio del mar Negro significa poner un pie en Europa Oriental, el Cáucaso y parte de Oriente Medio. Su proximidad a la cuenca del mar  Caspio con sus yacimientos de gas y petróleo, muy cercanos en volumen a los del golfo Pérsico, hacen si cabe más valiosa esta región, hasta ahora monitoreada por Rusia, Turquía y varios países de la OTAN, aunque Moscú siempre apostó por convertirla en su señorío particular.

El mar Negro es la proyección natural de Rusia hacia la cuenca del Mediterráneo, la salida para sus hidrocarburos desde el puerto de Novorossiisk, su cabeza de puente para Siria y Oriente Próximo, una de sus palancas sobre el Cáucaso, especialmente contra la díscola Georgia, y su punta de lanza contra la OTAN hacia los Balcanes, los estratégicos estrechos del Bósforo y los Dardanelos controlados por Turquía, y hacia el propio Mediterráneo.

Rusia considera el Mediterráneo como un espacio dominado por la OTAN, de ahí que sea tan importante la presencia en el mar Negro, especialmente en la península de Crimea y en su puerto militar de Sabastópol, para desde allí incrementar el peso ruso en Siria, Libia, Líbano, Egipto, Chipre e incluso Turquía, miembro de la Alianza Atlántica, pero con relaciones cordiales con Moscú y con la llave para que los buques rusos puedan acceder al este del Mediterráneo.

La salida de Rusia hacia mares cálidos

Esta ha sido desde siempre la aspiración de Moscú: la salida a aguas cálidas, esto es, a mares meridionales, ya fuera en dirección al Mediterráneo o al océano Índico. El primer gran paso se dio en 1783, cuando Catalina la Grande se anexionó la península de Crimea, en manos otomanas hasta entonces.

Durante la Guerra Fría, la Unión Soviética dominaba el mar Negro, de forma que se le llegó a denominar "el lago ruso" a pesar de la pertenencia de Turquía a la OTAN desde 1952. La caída de la URSS y la expansión de la OTAN a Rumanía y Bulgaria, antiguos miembros del sovietizado Pacto de Varsovia, trajo al mar Negro un mayor interés occidental y reforzó el papel turco en la región, en especial como plataforma hacia el Asia Central exsoviético y los ricos recursos energéticos del mar Caspio, al otro lado del Cáucaso.

Por eso en 2008, la OTAN manifestó a Ucrania y Georgia su disposición a aceptar sus candidaturas a unirse a la Alianza. Y por eso mismo, Rusia aplastó militarmente a Georgia ese mismo año y se empezaron a dar las condiciones para esta guerra de Ucrania.

Odesa, el codiciado puerto del mar Negro

La geopolítica de los oleoductos submarinos, como el Bakú-Ceihan (desde Azerbaiyán a Turquía), destacó la importancia del lecho marino del mar Negro y subrayó la necesidad de dominar el mayor número posible de sus ciudades costeras. La invasión de Ucrania por Rusia y la ocupación de las regiones de Donetsk, Lugansk, Zaporiya y Jersón, arrancó a Kiev la mayor parte de su costa en el mar Negro, de ahí que la región de Odesa sea ahora tan importante y lo podrá ser más en el futuro si Rusia no abandona los territorios ocupados.

El punto de inflexión que ha disparado ahora la tensión en esta zona fue la decisión de Rusia, anunciada el pasado 17 de julio, de no renovar el acuerdo para el transporte sin riesgo de los cereales ucranianos por el mar Negro. Inmediatamente, tras un ataque ucraniano al puente de Kerch, que une Crimea con la costa rusa, comenzaron a producirse los bombardeos sobre Odesa y otras ciudades costeras ucranianas. El objetivo era destruir sus infraestructuras portuarias y taponar la salida ucraniana al mar.

Al tiempo, Moscú acusa a Occidente de doble rasero y de reclamar la libre salida de los cereales ucranianos mientras se dificulta la exportación del grano ruso por medio de las sanciones impuestas tras la invasión de Ucrania. El presidente ruso, Vladímir Putin, afirmó este lunes que en realidad los beneficiarios de esa exportación de grano ucraniano eran "las grandes empresas estadounidenses y europeas que exportaban y revendían cereales desde Ucrani".

España es uno de esos países perjudicados por la suspensión del acuerdo de exportación de cereales ucranianos, no porque todo ese grano sea consumido en los hogares españoles, sino porque desde aquí se reexporta a otras regiones del mundo.

Sin embargo, hay mucho más en juego y en estos momentos en los que surgen las dudas en Occidente entre la eventual preparación del camino hacia las negociaciones de paz o la aceptación de que la guerra se va a prolongar mucho tiempo, Rusia parece decidida a que los efectos y riesgos de la contienda asusten un poco más a Occidente.

Por eso esta semana comenzó con esos nuevos bombardeos rusos a base de misiles de crucero y drones contra silos de grano, depósitos de combustible e instalaciones portuarias de Odesa, llave de Ucrania al mar Negro y puerto privilegiado en la zona. Su caída o destrucción dejaría a Kiev sin su principal salida de mercancías hacia el exterior. No es baladí que, en una eventual adhesión de Ucrania en la OTAN, Odesa sería uno de los vórtices de la estrategia de la Alianza hacia Rusia en esa región.

Un área tradicionalmente rusófona antes de que Moscú se anexionara la cercana península de Crimea en 2014, el Kremlin siempre ha considerado esa ciudad y sus inmediaciones como objetivo vital para la recuperación del espacio con sustrato "ruso" de la desintegrada Unión Soviética.

Si persiste la presión rusa sobre Odesa o, más aún, si se intentara tomar esta ciudad, fortificada desde que empezó la guerra, la contraofensiva ucraniana se vería obligada un nuevo giro y a aliviar la presión existente en estos momentos en Zaporiyia y Donetsk contra las posiciones rusas. Presión que tampoco es de una magnitud considerable, dados los pocos avances ucranianos en esas direcciones.

Blinken dice que Ucrania ha recuperado “la mitad” de las zonas invadidas

Incluso Ucrania afirmó este lunes que la semana pasada recuperó 16 kilómetros cuadrados del territorio ocupado por Rusia y 192 kilómetros cuadrados desde que comenzó la contraofensiva hace casi dos meses. Por eso las últimas declaraciones del secretario de Estado de EEUU, Antony Blinken, causan cuanto menos escepticismo, si no hilaridad.

Ucrania "ya ha recuperado cerca del 50 por ciento de lo que le fue arrebatado inicialmente", aseveró Blinken el domingo a la CNN, en una extraña afirmación que parece más dirigida al público estadounidense. O quizá encubra el deseo de Washington de pergeñar una extraña "victoria" ucraniana que justifique sin muchos aspavientos la cesión de territorio y así despeje el camino hacia la negociación de un alto el fuego antes de fin de año.

Otras declaraciones de Blinken en esa entrevista definieron más el nerviosismo estadounidense, especialmente cuando afirmó que la guerra se está complicando mucho. "Aún estamos en los primeros días de la contraofensiva. Es duro", explicó. Blinken reconoció que el contraataque ucraniano "no se desarrollará en una o dos semanas" ni mucho menos. "Creo que aún quedan varios meses", apuntó.

El presidente ruso, tras reunirse con su homólogo bielorruso, Alexander Lukashenko, fue más tajante. "Hay una contraofensiva (ucraniana), pero ha fracasado", dijo Putin.

Pero por si acaso alguien en EEUU estuviera considerando esa posibilidad de "paz por territorios" para resolver la crisis de Ucrania de cara a sus comicios presidenciales de 2024, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, dejó claro este lunes que el ejército de Ucrania pretende recuperar hasta el último metro ocupado por Rusia. "No hay alternativa a la completa liberación de nuestra tierra y a la defensa de nuestros valores", aseveró Zelenski en Twitter.

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