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El ideario de la extrema derecha fagocita al PP europeo

Los populares ponen la zancadilla a las leyes climáticas y se abrazan al modelo más radical en política migratoria.

El líder de la Unión Social Cristiana, Markus Soeder, junto al derechista del Partido Popular Europeo Manfred Weber y el alemán Friedrich Merz, de la CDU, en una imagen tomada el 4 de mayo de 2023
El líder de la Unión Social Cristiana, Markus Soeder, junto al derechista del Partido Popular Europeo Manfred Weber y el alemán Friedrich Merz, de la CDU, el 4 de mayo de 2023. Christof Stache / AFP

Resta un año exacto para las elecciones europeas. Y el aliento de las urnas ya se deja sentir en el tono y en las estrategias de los grupos políticos. El Partido Popular Europeo (PPE) afronta los próximos comicios a la Eurocámara con un descenso de poder y de presencia en las capitales europeas.

Una tendencia inversa, la del PPE, a los vientos de cara que vive la extrema derecha, cada vez más presente y más normalizada en los gobiernos nacionales. En este contexto de reequilibrio de fuerzas y de votos, la metamorfosis de los democristianos está caminando hacia la adopción de las tesis de la ultraderecha que se visibiliza principalmente en torno a dos dosieres: el cambio climático y la política migratoria.

Hace tres meses, el portavoz del grupo de extrema derecha Identidad y Democracia en el Parlamento Europeo, familia en la que se inscribe el partido de Le Pen o Alternativa por Alemania (AfD), acusó a Manfred Weber, líder del Partido Popular Europeo, de robarle las ideas en su modelo migratorio: controles fronterizos, aumento de retornos, externalización de asilos o levantamiento de muros.

Durante el último pleno de Estrasburgo, los conservadores se unieron a la ultraderecha para apoyar la construcción de vallas y alambradas en las fronteras comunitarias con dinero europeo. Una idea controvertida desde el punto jurídico y de la que ha recelado la propia Comisión Europea.

"Los muros representan una Europa reaccionaria y excluyente, la visión más miserable del ser humano y opresora del conocimiento", afeó Iratxe García Pérez, líder de los socialdemócratas en la cámara. Tras el aterrizaje de Giorgia Meloni en Italia, el propio Weber bendijo la llegada del primer Gobierno de extrema derecha a un país fundador de la UE.

La primera ministra, cabeza del partido Hermanos de Italia, gobierna el tercer motor económico europeo junto a La Liga, de extrema derecha, y Fuerza Italia, del PPE. Meloni llegó al poder con la promesa de atajar la inmigración como una de sus grandes bazas electorales.

En su poco más de medio año, ha decretado el estado de emergencia y ha aprobado una ley que criminaliza a las ONG que ayudan a refugiados. Unos movimientos que han provocado dos choques diplomáticos con Francia. El último, esta misma semana cuando Antonio Tajani, ministro de Exteriores, ha cancelado un viaje oficial a París después de que un ministro galo acusase a su jefa de ser incapaz de arreglar los problemas migratorios.

"Es un insulto gratuito y vulgar", ha reaccionado el italiano. Los grupos progresistas han denunciado en numerosas ocasiones que el Partido Popular Europeo, el mayor de la Eurocámara, está yendo muy lejos en su flirteo con las fuerzas ultras.

Los democristianos están divididos en un sector más ortodoxo y otro más liberal. Y ello se ha reflejado en las votaciones de esta legislatura en la que el partido ha votado fragmentado en cuestiones de aborto, violencia de género o derechos del colectivo homosexual.

El PP español es de los primeros y ha evitado votar a favor de la inclusión de la violencia de género en la lista de eurodelitos y del reconocimiento de las parejas LGTB en toda la UE, además de mostrarse en contra de garantizar el derecho al aborto en Europa. La eurodiputada del PP defendió que "el aborto no puede ser un derecho humano".

Zancadilla a la ley climática

La lucha contra el cambio climático y la ambición de convertir a Europa en el primer continente neutralmente climático del mundo en 2050 era la prioridad número uno de la Comisión que capitanea Ursula von der Leyen, también del PPE, antes del inicio de la guerra.

Pero el conflicto en Ucrania y sus consecuencias colaterales -con el desenganche del gas ruso y los precios de combustibles, electricidad y alimentos en restos históricos- han agriado una misión que ya se anticipaba compleja.

El mundo rural está sufriendo de forma muy punzante estos efectos. Y los partidos de toda Europa ya miran al campo, un sector muy importante en muchos países europeos y que está siendo víctima triple de la combinación de efectos de la guerra, de la caída de los ingresos y de las fuertes sequías.

Países Bajos ya hizo las veces de laboratorio. En marzo, el partido de los granjeros fue el más votado en las elecciones regionales neerlandesas. Y el mes pasado, Polonia y Hungría vetaron la entrada de grano ucraniano en sus territorios para contentar a su electorado.

En España, este pulso se libra en Doñana. Weber y Dolors Montserrat, líder de la delegación española del PP, llegaron a acusar a la Comisión Europea de ser partidista y hacerle la campaña a Pedro Sánchez después de que Bruselas se mostrara muy crítica y preocupada con el proyecto de ley que cocinan PP y Vox en la Junta Andalucía para legalizar regadíos en uno de los mayores humedales de Europa.

Según recoge el diario Politico, el PPE está uniendo sus fuerzas con la extrema derecha de los Conservadores y Reformistas (ECR) y de Identidad y Democracia para dulcificar la regulación que pide un menor uso de pesticidas y la normativa para recuperar los sistemas degradados. Una bofetada a las ambiciones de la Comisión Europea, en manos, paradójicamente, de los populares.

Así, la formación democristiana comienza a calentar la campaña electoral poniendo la zancadilla a las ambiciones climáticas. Algo que, por su parte, también han hecho la Alemania de Olaf Scholz, al oponerse a la prohibición de circulación de los coches de combustión, o la Francia de Emmanuel Macron en su defensa férrea por las nucleares.

Los populares quieren mostrarse ahora como el partido del campo, siguiendo la estela holandesa de corriente agraria. "Tras los efectos de la guerra en Ucrania, tenemos la obligación moral de apoyar a los agricultores. El mundo necesita alimentos", afirmó Weber esta misma semana.

Sus redes muestran una cascada de discursos que incitan al miedo y sugieren que las leyes climáticas europeas van demasiado lejos. "Reducir las tierras de cultivo se traduce en menos alimentos y precios más altos de la comida en toda la UE", reza uno de ellos.

Elecciones europeas en un año

La UE celebrará elecciones al Parlamento en mayo de 2024. La aritmética de la cámara cambiará y las instituciones europeas reconfigurarán sus liderazgos en función de los resultados de las urnas.

Todo ello llega con un desplome del Partido Popular, que en los últimos tiempos ha perdido plazas de gran peso como la alemana. Su liderazgo en las capitales se limita a países como Grecia o Austria. Algo contrario a lo que la ha ocurrido a la extrema derecha, que ha sacado músculo alcanzando el poder en Italia y siendo una pieza clave en las nuevas coaliciones de gobierno de Finlandia y Suecia.

Todo ello se ha traducido en una normalización de las fuerzas de ultraderecha tanto en Bruselas como en las capitales europeas. Y la lectura que ya deja es que los cordones democráticos son cosas del pasado. Y este panorama obliga a la derecha a replantearse la estrategia de cara los próximos comicios.

Cada vez más medios se hacen eco de conversaciones entre los populares con la propia Meloni para ir juntos bajo el mismo paraguas en la próxima legislatura. Una opción que repudian algunos como el polaco Donald Tusk, expresidente del Consejo Europeo, pero que el propio Weber vería con buenos ojos.

Así, el centro derecha consumaría su viraje hacia el espectro más extremo mientras que los rostros más ultras seguirían con su campaña de blanqueamiento.

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