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El islamista Mansour Abbas, clave para formar gobierno en Israel

En apenas unos días Mansour Abbas se ha convertido en el personaje más conocido de Israel. El líder del partido islamista Raam aparece como el político clave para la formación del próximo gobierno. Cortejado por los bloques anti Netanyahu y pro Netanyahu, Abbás tendrá la última palabra antes de verse si este verano los israelíes acuden a las urnas por quinta vez consecutiva.

El islamista Mansour Abbas, en una imagen de archivo.
El islamista Mansour Abbas, en una imagen de archivo. RONEN ZVULUN / REUTERS

El empate técnico con que finalizaron las elecciones israelíes del 23 de marzo ha dejado al líder del partido islamista Raam, Mansour Abbas, que obtuvo cuatro escaños, como el político más decisivo a la hora de determinar quién será el próximo primer ministro, un cargo que Benjamín Netanyahu, de 71 años, desempeña desde hace más de una década y se resiste a abandonar contra viento y marea.

Abbas ya ha empezado a ser cortejado por el Likud, el partido de Netanyahu, que le ha enviado como embajador a Ayoub Kara, con el fin de sondear sus pretensiones. Después de la primera reunión entre ambos, Kara declaró que no tiene dudas de que el próximo primer ministro será Netanyahu.

El líder islamista se reunió paralelamente con Yair Lapid, jefe de Hay un Futuro, la principal formación de la oposición. Este encuentro se celebró durante la fiesta de la pascua judía, lo que provocó que varios dirigentes de la oposición se rasgaran las vestiduras. Dos de sus principales líderes, Naftalí Bennett y Gideon Saar, observan el riguroso descanso de las fiestas religiosas y en sus respectivos partidos se sintieron ofendidos por Lapid.

Abbas lleva meses diciendo que de entrada no se opone a apoyar a ninguno de los dos bloques, el pro Netanyahu y el anti Netanyahu, siempre y cuando obtenga a cambio ventajas para la comunidad árabe. Entre sus demandas están la inversión estatal de miles de millones de shekels en infraestructuras para la comunidad árabe y la paralización de la controvertida ley estado-nación que aprobó la Kneset en 2018 y que los árabes tildan de racista.

Además exige un plan que implique a la Policía en la lucha contra la creciente delincuencia violenta en la sociedad árabe, un tema que preocupa mucho en ese sector y que la Policía y los políticos judíos ignoran de manera sistemática. Por último, quiere reservarse el derecho a votar en contra de leyes que no se ajusten a su programa, como los derechos de la comunidad LGTBI.

El curioso fenómeno del partido islamista se explica en parte por los votos que consigue en las comunidades beduinas del sur. Se trata de una formación con raíces más rurales que la Lista Árabe Unida, que es más urbana y obtuvo seis escaños. El carácter rural de los beduinos hace que el partido islamista defienda posiciones tradicionales y conservadoras desde el punto de vista religioso y social, a diferencia de la Lista Árabe Unida.

Lo más curioso es que desde otoño Abbas ha venido expresando que no excluye pactos con la coalición que lidera Netanyahu y que tiene una extrema orientación nacionalista y religiosa, un posicionamiento que sorprendió a todos. Una periodista israelí le preguntó si no se da cuenta de que Netanyahu quiere engañarle, a lo que Abbas respondió con gran ingenuidad: "Ya lo sé, pero es que yo también quiero engañarle a él".

Desde otoño Abbas no ha hecho más que hacer guiños simbólicos a Netanyahu, como invitarlo en diciembre a una comisión de la Kneset que presidía el líder islamista o votando en una ocasión a favor de Netanyahu en el parlamento. Aún más, ha dicho que, si obtiene algo a cambio, no descarta votar a favor de una ley que dé inmunidad al primer ministro frente a los casos de corrupción que se juzgan en los tribunales.

Recientemente Abbas dijo: "No apoyo a Netanyahu ni intento protegerlo de la Fiscalía. Lo que intento es crear un cambio para quienes me votan, luchar contra el crimen organizado, contra la crisis de la vivienda y reconocer los pueblos beduinos que Israel no reconoce". Un sondeo reciente mostró que el 46% de los árabes no rechazan apoyar a un gobierno de Netanyahu si a cambio se logran concesiones.

Los contactos de Netanyahu con Raam son todavía preliminares y es muy difícil saber si llegarán a buen puerto. No hay que olvidar que dentro del bloque pro Netanyahu hay algunos partidos que se muestran reacios a pactar con los islamistas, como es el caso de Sionismo Religioso, una formación extremadamente racista y partidaria de expulsar a los árabes de Israel.

De la misma manera, el bloque anti Netanyahu constituye un grupo abigarrado de formaciones con intereses dispares, lo que también es un obstáculo para llegar a un pacto con Raam. Si al final Raam no se decide por uno u otro bloque, y si Netanyahu no consigue engordar con dos diputados tránsfugas los 59 escaños que obtuvo en las elecciones, lo más probable es que los israelíes deban acudir a las urnas este verano por quinta vez consecutiva.

Mansour Abbas, de 46 años, es el político más solicitado. Oriundo de un pueblo de la Galilea de mayoría drusa, donde en las últimas elecciones fue más votada la Lista Árabe que Raam, estudió odontología en la Universidad Hebrea de Jerusalén, donde fue muy activo políticamente, y a mediados de los noventa, todavía siendo estudiante, se afilió al Movimiento Islámico.

En un principio el Movimiento Islámico abogaba por la violencia, pero su líder Nimr Darwish acabó defendiendo la democracia y la expansión religiosa del islam por medios pacíficos. La organización se extendió rápidamente por las localidades musulmanas, especialmente del sur de Israel, operando jardines de infancia, colegios, clínicas, mezquitas y actividades deportivas.

A mediados de los noventa, el Movimiento Islámico es escindió en dos sectores, uno contrario a los acuerdos de Oslo y otro calificado de "pragmático", tras lo que se fundó el partido Raam, interesado en integrarse en la Kneset y luchar por el bien común de los árabes desde dentro del sistema israelí, la corriente que hoy lidera Mansour Abbas.

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