Este artículo se publicó hace 3 años.
Cien años de la masacre racista de Tulsa: cuando una turba de blancos destrozó un barrio afroamericano en EEUU
"Nuestro país puede olvidar esta historia, pero yo no puedo. No lo haré, y otros supervivientes no lo harán, nuestros descendientes no lo harán", señala Viola Fletcher, de 107 años y superviviente de la masacre.
Alfonso Fernández (EFE)
Washington-Actualizado a
El recuerdo de las llamas y los muertos fue tan terrible como las décadas de silencio oficial. Tulsa (Oklahoma) conmemorará el martes la mayor masacre racial en la historia reciente de EEUU, cuando en 1921 una turba de blancos incendió y saqueó por completo Greenwood, uno de los barrios afroamericanos más adinerados de entonces en el país.
El horror empezó tras un encuentro en un ascensor en el que una adolescente de raza blanca, Sarah Page, acusó a un joven limpiabotas negro, Dick Rowland, de agredirla, pero eso nunca importó demasiado.
Entre el 31 de mayo y el 1 de junio de 1921, un multitud de blancos, muchos de ellos apoyados por las autoridades locales, arrasó, saqueó y quemó más de 1.200 viviendas de ese barrio en Tulsa, símbolo de los progresos de la población negra en EEUU tras el fin de la esclavitud medio siglo atrás.
Ni un solo detenido
Se desconoce el número exacto de muertos porque nadie quiso investigar, aunque ahora los historiadores sitúan los fallecidos en al menos 300.
Ni una sola persona fue detenida o afrontó cargos por lo sucedido en esa ciudad del centro de Estados Unidos, y nunca se pagó compensación a las familias que perdieron sus casas y sus pertenencias.
"Lo sucedido en Tulsa es esencial para entender la experiencia de los negros en este país, donde han sido objeto de violencia por los blancos supremacistas desde el comienzo", remarcó a Efe la historiadora Brenda Stevenson, profesora de estudios afroamericanos de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA).
La masacre de Tulsa subraya "la noción persistente de que los afroamericanos son prescindibles"
Greenwood era una "comunidad vibrante", apuntó la historiadora, compuesta por gente que estaba "solo a una o dos generaciones como máximo de la esclavitud", y que había logrado crear "un distrito muy exitoso, una clase media muy sólida, con su propia vida social con teatros, iglesias, escuelas".
La masacre de Tulsa subraya "la noción persistente de que los afroamericanos son prescindibles, que nuestros logros pueden ser borrados, que nuestra historia puede ser suprimida", dijo Stevenson.
Lo que querían los asaltantes blancos en 1921, indicó la experta, "era recalcar que si los negros van a vivir en nuestra sociedad, lo van a hacer como inferiores. No van ser económicamente o culturalmente iguales".
Silencio por décadas
Durante décadas, las gobiernos locales, estatales y federales miraron para otro lado, y se tardó hasta 2001 para que la comisión creada por el estado de Oklahoma para documentar los hechos reconociese, por ejemplo, que las propias autoridades policiales de Tulsa habían suministrado armas a la multitud de asaltantes blancos.
Mary Elliott, comisaria del Museo de Historia y Cultura Afroamericana en Washington, identificó como causas de este prolongado silencio al "miedo a la amenaza de más violencia", así como a "la gente que huyó, los miles que se fueron" y a que para "quienes vivieron esa experiencia, contarla es casi volver a vivirla".
"Y, por supuesto, la gente responsable de la violencia también la quiso enterrar, del mismo modo que enterraron los cadáveres, sabiendo que es un trauma del que nadie va a querer hablar", explicó Elliott.
De la atroz masacre solo quedan tres supervivientes, todos ellos niños entonces y testigos del terror. Una de ellas es Viola Fletcher, de 107 años, quien compareció en marzo ante el Congreso, donde recriminó la desmemoria vivida.
Fletcher: "Nuestro país puede olvidar esta historia, pero yo no puedo"
"Nuestro país puede olvidar esta historia, pero yo no puedo. No lo haré, y otros supervivientes no lo harán, nuestros descendientes no lo harán", señaló en tono desafiante a los legisladores sobre lo ocurrido cien años atrás.
Quizás un primer paso para que esta tragedia nunca quede en el olvido es la visita que el presidente estadounidense, Joe Biden, hará a Tulsa el martes para conmemorar lo sucedido.
Será el primer mandatario en el cargo que acudirá a la ciudad en esa fecha especial, y lo hace después de la ola de protestas por la justicia racial que ha vivido EEUU en el último año, desencadenadas por la muerte del afroamericano George Floyd tras ser asfixiado por policía blanco en Mineápolis (Minesota).
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