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Oriente Próximo Israel normaliza las relaciones con los árabes a costa de los palestinos e Irán

Los contactos entre Israel y ciertos países árabes están cambiando la situación geopolítica y militar en Oriente Próximo. Aunque formalmente unos y otros no han establecido relaciones de manera oficial, la hegemonía del estado judío es cada día más sólida e impone sus políticas a sus vecinos. Su elevado coste lo están pagando los palestinos e Irán.

Un hombre palestino cuelga globos sobre las ruinas de una casa que fue destruida en los recientes ataques aéreos israelíes | Reuters

EUGENIO GARCÍA GASCÓN

En pocos años Israel ha conseguido su vieja aspiración de normalizar las relaciones con los principales países árabes de la región, si no aparentemente sí de facto, a costa de Irán y los palestinos, quienes a estas alturas están resignados a quedarse sin tierra y sin agua ante la pasividad no ya de la comunidad internacional sino también de sus “hermanos” árabes.

La cumbre árabe de esta semana en La Meca ha confirmado la nueva situación. Dirigidos por Arabia Saudí, los participantes no han tenido tiempo para abordar con mediana seriedad la cuestión palestina, a pesar de que es un asunto candente en la agenda de la región, mientras Israel está manipulando a las pequeñas potencias regionales a su antojo.

Otro ejemplo: en mayo se filtró que el hombre fuerte saudí, el príncipe Mohammad bin Salman, presionó al líder palestino, Mahmud Abás, para que aceptara un generoso soborno a cambio de renunciar a Jerusalén y a la mayor parte de la Cisjordania ocupada. Aunque los palestinos dicen que no aceptarán todo el dinero del mundo a cambio de Jerusalén, la situación que les impone el estado judío y sus aliados árabes no les deja ningún margen para maniobrar.

Los países árabes más activos en lo político y lo militar en la zona, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos, dos potencias económicas y militares, reconocen la hegemonía de Israel, el único país de la región que posee armamento nuclear y que ambiciona que su hegemonía no sea discutida por nadie, y aquí también hay que incluir a Turquía e Irán, que están en el punto de mira de Israel.

La operación de normalización de Israel con los países árabes consiste básicamente en aislar a los palestinos e Irán, en someterlos a la hegemonía israelí que ya ha sometido a otras potencias debilitadas como Egipto, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos, una vez se ha desmantelado Irak y Siria por muchos años.
La última etapa hasta el momento de esa normalización tendrá lugar en Manama, la capital de Bahrein, los días 25 y 26 de junio, donde se reunirán representantes de los países árabes “moderados” con Israel, en una conferencia económica con el objetivo declarado de impulsar la situación económica de los palestinos, y con el objetivo no declarado de blanquear la ocupación y la anexión de los territorios ocupados.

Un manifestante palestino sostiene un cartel en contra de Trump | Reuters

Un manifestante palestino sostiene un cartel en contra de Trump | Reuters

La conferencia de Manama no tendrá ningún recorrido al margen de la normalización con Israel. El secretario de Estado, Mike Pompeo, ha reconocido ante los grupos de presión judíos de Estados Unidos que, con toda seguridad, el “acuerdo del siglo” que prepara la administración de Donald Trump está condenado al fracaso. En Manama no estarán ni la Unión Europea, ni Rusia, ni China, ni por supuesto los palestinos.

Los europeos le han dicho esta semana al yerno de Trump, Jared Kushner, que el acuerdo del siglo es parcial y que por este motivo no lo pueden apoyar. El problema de los europeos es que hacen más comunicados que nadie sobre Oriente Próximo pero no adoptan ningún tipo de medidas para defender sus intereses. La pasividad de Angela Merkel y Emmanuel Macron no conduce a ninguna parte, al menos en lo tocante a los intereses europeos.

La normalización de Israel con los árabes ha sido uno de los objetivos centrales de la política exterior de Washington

La normalización de Israel con los árabes ha sido uno de los objetivos centrales de la política exterior de Washington desde la Conferencia de Madrid de 1991, cuando el secretario de Estado James Baker sentó en la misma mesa a representantes árabes e israelíes. Los acuerdos de Oslo de 1993 fueron un segundo paso, y el acuerdo de paz entre Israel y Jordania de 1994 fue el siguiente paso. Desde entonces ha habido incontables reuniones de negocios, de los servicios de inteligencia y de diplomáticos árabes e israelíes que han afianzado la normalización.

Paralelamente a todo esto, Israel ha ido consolidando la ocupación y la expansión colonial. Es cierto que durante la administración de Barack Obama hubo un paréntesis. Obama todavía hablaba de la congelación de las colonias judías y firmó el acuerdo nuclear con Irán en 2015. Con Trump, en cambio, Israel tiene barra libre para hacer y deshacer a su antojo. Por su parte, los países árabes “moderados” han entrado plenamente en el juego de Israel y Estados Unidos y no se cansan de comprar armamento a Estados Unidos a unos niveles sin precedentes.

Otro paso en el camino de la normalización se dio en febrero de este año, cuando Jared Kushner y su escudero Jason Greenblatt reunieron en Varsovia a árabes e israelíes, pasando una vez más de los palestinos, para tomar decisiones hostiles contra Irán y contra los propios palestinos.

Esta semana una delegación parlamentaria francesa ha ofrecido una conferencia de prensa en París tras viajar a Israel y a los territorios palestinos. El diagnóstico no puede ser más preocupante. Los parlamentarios franceses hablan del “terror” que Israel aplica en los territorios ocupados contra la población palestina. El problema es que este tipo de denuncias nunca trascienden. Israel tiene atada y bien atada a Bruselas por medio de Estados Unidos y por medio de los principales líderes europeos, que juegan tácitamente a favor de la creciente hegemonía israelí en Oriente Próximo.

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