Los polacos creen que los buzos españoles rescatados en el Báltico buscaban cocaína y no ámbar
Adherir la cocaína al casco de un buque y recuperarla con buzos es un sistema ampliamente utilizado por los narcos también detectado en España.
"Las autoridades se han comportado como idiotas", puede leerse con variantes por doquier en miles de los comentarios de lectores polacos a medida que los medios de ese país han ido divulgando los detalles sobre el proceder de los funcionarios de su país que intervinieron en el caso. Los hechos sucedieron hace dos semanas, pero la prensa eslava no ha dejado desde entonces de especular ni un solo día acerca de las verdaderas razones que llevaron a tres supuestos buzos españoles a navegar por las proximidades de Gdansk en una noche de tormenta y con la mar picada a bordo de una barca sin licencia. Que no buscaban ámbar como les dijeron al equipo de rescate lo tienen claro casi todos, pero ahora los polacos reclaman a su gobierno respuestas más concretas mientras se ensañan con la Policía que liberó a los extranjeros sin realizar consultas ni comprobaciones. En opinión de muchos, la indolencia que mostraron sus fuerzas de seguridad es muy notoria.
La historia es de película. Comenzó la madrugada de hace dos domingos cuando, en torno a la 1.53 horas de la madrugada, un grupo formado por policías, bomberos, paramédicos y rescatistas de BSR Swibno halló medio ateridos a los buzos al norte de Górki Zachodnie. Se hallaban aproximadamente a unos cinco kilómetros del litoral de Gdansk, la mayor ciudad portuaria del país, capital de Pomerania igualmente conocida como Ciudad del Ámbar. El SOS había partido de los tres hombres en apuros. Cuando dieron con ellos, iban a la deriva a bordo de una pequeña y frágil embarcación roja de apenas cuatro metros de eslora con el motor averiado.
La barca había sido adquirida a un propietario privado en Polonia en un portal de Internet y posteriormente transportada al golfo de Gdansk. Se hicieron a la mar sin informar a las autoridades, sin obtener permisos de buceo y sin licencia de conducción de embarcaciones (la navegación de unidades a motor a más de tres millas de la costa requiere un permiso). Se sumergieron en el agua después del anochecer y cuando la guardia contactó con ellos, no se encontró a bordo ni el equipo de búsqueda de ámbar ni menos todavía ninguna traza de la resina fosilizada. Según las indicaciones del Servicio Marítimo de Búsqueda y Salvamento, las condiciones reinantes durante la noche (estado de la mar 4, fuerza del viento 7-8 en la escala de Beaufort) podían considerarse extremas para una embarcación de su tamaño.
Tras sufrir la avería, los supuestos españoles pasaron cerca de seis horas tratando de arreglarla antes de pedir auxilio. Como primera opción, preferían mantenerse lejos de la Policía, lo que no ha hecho sino incrementar las suspicacias. Carecían igualmente de sistemas de iluminación. Dos de ellos ni siquiera llevaban un carné. La Policía identificó solo a uno que portaba un pasaporte, aunque tampoco saben si es su verdadero documento. Los agentes les pidieron igualmente sus números de móvil. Luego se descubrió que eran celulares de prepago. Dejaron de estar activos tan pronto como pusieron pies en polvorosa.
Los expertos han hecho notar que el pequeño tamaño de la embarcación y en particular su escasa altura la hacían casi indetectable por radar u otros sistemas de observación optoelectrónicos. El que se aventuraran por el golfo de Gdansk con la mar agitada ayudaba también a enmascarar su presencia. El cachondeo no se ha hecho esperar a la vista de todas estas circunstancias. "¿A qué viene tanto alboroto? ¿Y quién no ha salido durante una noche gélida del mes de enero en medio de una tormenta del Báltico a bucear en las aguas agitadas en busca de un poco de ámbar?", bromea un usuario en Reddit.
Los supuestos españoles portaban un equipo de buceo recreativo avanzado, aunque no como se dijo, el típico de las fuerzas especiales. Dicho equipamiento incluía un propulsor submarino para facilitar las inmersiones. Demasiado sofisticado todo para buscar armas y demasiado cutre para ser parte de una operación encubierta bajo bandera rusa.
Durante al menos dos semanas, los medios polacos han competido con la ayuda de los españoles inventando dramatizaciones que explicaran su presencia, enganchados al enigma, hasta que ha ido adquiriendo consistencia la idea de que lo que quiera que allí hicieran guardaba relación con algún tipo de contrabando y, preferentemente, alguna actividad relacionada con el tráfico de drogas. "¿Qué otra cosa podían hacer tres tipos en medio de un temporal, con vientos de hasta 80 kilómetros por hora, y sumergiéndose en el Báltico a apenas tres grados por encima de la temperatura de congelación del agua?", argumentan ahora los expertos.
¿Existe algún dato adicional que respalde esta tesis o están especulando? Para empezar, las aguas por las que los buzos navegaban es atravesada por una ruta naviera frecuentemente utilizada por buques de transporte procedentes de Colombia, Ecuador u otros países latinoamericanos productores de cocaína y otras drogas. El buzo polaco Marcin Pawełczyk tiene bastante claro que "alguien tiró un paquete antes de que el barco arribara a puerto y se suponía que el equipo de la barca roja debía recogerlo".
Se da asimismo la circunstancia de que el contrabando de sustancias no es algo nuevo en el distrito de Stogi. Hace ahora cuatro años, agentes del Fondo Estatal de Pomerania y de la Policía de Gdansk desmantelaron una organización criminal que fabricaba y almacenaba drogas a gran escala en el voivodato o provincia de Wielkopolskie. Ocultos en dos contenedores apilados en el puerto de Gdansk, fueron hallados 1.850 kilos de cocaína de alta calidad en el transcurso de la misma operación. En la documentación del envío constaban como carbonato de calcio o tiza procedente de Colombia. La investigación llevada a cabo por la Fiscalía Regional de Gdansk se saldó con la detención de varios delincuentes de Colombia, Irán y Alemania, entre otros lugares.
En efecto, es un hecho que no solo Ámsterdam o Amberes han sido utilizados como nodos para la introducción de narcóticos en el norte de Europa, ¿pero qué pintan tres buzos hispanos o españoles en la historia? Si se le preguntara eso, por ejemplo, a la Guardia Civil, ésta podría recordar que no es la primera vez que lidian con buzos en el transcurso de un operativo contra el narcotráfico. En la Nochevieja de 2019, agentes de la Benemérita hallaron cincuenta kilos de cocaína oculta en un cilindro adherido al casco de un buque atracado en una de las terminales de contenedores del puerto de Valencia. Los funcionarios supusieron la presencia de la droga tras detectar a un buzo en los aledaños de la embarcación. Inmediatamente, la Guardia Civil envió a sus propios efectivos a revisar el casco y estos dieron con cincuenta paquetes de la droga.
Otros hechos similares se han registrado en todo el mundo. En mayo del pasado año, las autoridades australianas encontraron el cadáver de otro buzo no muy lejos de un buque cerealero procedente de Argentina atracado en el puerto de Newscasttle. El Areti había arribado a Oceanía con 60.000 toneladas de harina de soja y 50 kilos de cocaína envasados en pequeños paquetes amarillos. Tanto la droga como el hombre, todavía inconsciente al ser detectado por la Policía, fueron hallados en la costa. Como los supuestos españoles de Gdansk, el fallecido estaba pertrechado con un traje de buceo de alta tecnología, el propio de los buceadores experimentados. A la Policía de Gales del Sur le resultó bastante obvio que el individuo había fallecido mientras tomaba parte en una operación para retirar la coca.
En agosto de 2021, las autoridades colombianas detuvieron a ocho miembros de un grupo criminal apodados Los buzos que, de forma similar a los casos anteriores, adherían las cargas con las drogas a los cascos de los barcos que cubrían las rutas a Europa y América del Norte. Al parecer, los estupefacientes eran acopiados durante algunos días y, posteriormente, introducidos en las terminales marítimas donde buzos profesionales se encargaban de pegarlos al casco u otro elemento de las embarcaciones horas antes de zarpar a destinos internacionales. La carga se recuperaba mediante procedimientos similares.
En 2018, la Marina de Chile arrestó asimismo a varios miembros de otra banda que introducía en su país marihuana procedente de Colombia. En el puerto, la Policía marítima interceptó un equipo de tres buzos colombianos justo en el momento en el que trataban de pasar siete paquetes de hierba desde el casco de la nave hasta un pesquero que manejaban dos chilenos. En noviembre de 2020, Televisa entrevistó a un buzo naval de Michoacán que aseguró que a veces se enviaban buzos incluso a buscar drogas en aguas atestadas de caimanes.
¿Eran los españoles detectados en Polonia profesionales contratados por algún cartel para desembarcar la droga? De entre todas las hipótesis que se manejan, esa es la más plausible. Ni siquiera se descarta que la carga fuera arrojada al mar y señalizada con boyas y que los tres hombres partieran en su busca tras ser informados de sus coordenadas.
Todo este enredado asunto ha causado tanto estupor en Polonia que ha terciado incluso esta semana el primer ministro del país, Mateusz Morawiecki, para aclarar que descartaban que se tratara una acción de sabotaje cometida por los rusos. Morawiecki ha encargado un informe pero sus conclusiones no han sido todavía divulgadas. "Puede ser que se trate de gente peligrosa o puede que sea cierto lo que declararon. Cuando tenga el informe lo sabremos", dijo. En los corrillos de las tertulias de televisión y radio se ha repetido esta semana unas mil veces la palabra "chapuza". Claro está, si podían ser peligrosos como Morawiecki ha sugerido de manera explícita, ¿cómo es posible que la Policía les dejase ir sin ni siquiera identificarlos de manera apropiada?
Es probable que los servicios secretos a quienes se ha encomendado la investigación no puedan ir mucho más allá de lo que se sabe hasta la fecha. Ahora dudan también de si eran españoles genuinos o hispanos de habla castellana que se hacían pasar por tales tras abortar una operación de recogida de alguna clase de narcótico. ¿Tienen alguna prueba más allá del pasaporte que les mostró uno de los tres? No. Según la Policía, llegaron a semejante conclusión porque parloteaban castellano y porque confiaron en sus palabras.
Tampoco se ha esclarecido si los funcionarios de la seguridad del puerto llegaron tan siquiera a contactar con las autoridades españolas para comprobar la identidad o los posibles antecedentes delictivos del buzo que les mostró su pasaporte. El portal polaco Fakt contactó con la Jefatura Provincial de la Policía de Madrid para preguntar acerca de ello y ésta le aseguró, literalmente: "No tenemos conocimiento de qué podían haber estado haciendo esos buzos españoles en el Báltico. Solo sabemos lo que dijeron los medios y pudimos leer en las redes sociales. Los servicios polacos tienen toda la información y las consultas deben ser dirigidas allí". La Policía madrileña no aclaró si le habían contactado sus colegas de Polonia. "Quizás tales conversaciones se mantuvieron en instancias políticas", insinuaron.
A costa de estos episodios, se ha puesto también de manifiesto hasta qué punto las instalaciones estratégicas polacas se hallan desprotegidas pese a las tensiones que hoy viven con el coloso al que tienen por vecino en el enclave ruso de Kaliningrado. Cerca de las coordenadas donde fueron rescatados los tres buzos se halla el puerto de Gdansk y una refinería de petróleo. No habían pasado ni tres minutos desde que se divulgó lo ocurrido por el mundo y algunas cadenas de televisión como Al Jazeera ya se habían apresurado a insinuar sin pruebas que los buzos eran, muy probablemente, agentes de Putin ataviados como fuerzas especiales para ejecutar una compleja operación de sabotaje. Lo cierto es que el operativo era tan cutre que incluso el Gobierno de Polonia, archienemigo de los rusos, se ha negado a considerar esa variable.
A día de hoy, de lo que nadie parece tener dudas es de que los buzos no eran especialistas contratados por el Kremlin, salvo que se tratara de una operación de Serie B y bajo presupuesto. ¿Cómo están tan seguros? Dicen tener algunos datos, pero no revelan cuáles. Pocas horas después de que el primer ministro se preguntara si los buzos podrían ser peligrosos, el secretario de Estado Stanisław Żaryn salió igualmente a la palestra para decir que la presencia de los españoles en el Báltico no habían planteado ninguna amenaza a la seguridad de la República de Polonia, ni a infraestructuras críticas como la refinería de Gdansk o Naftoport. A los buzos de nuestro país les agradecen, sin embargo, que su enigmática presencia en el gélido litoral polaco les ayudara a descubrir las debilidades de su sistema de vigilancia y de defensa. "Después de esto, nuestros aliados norteamericanos saben ya que somos tontos", decía un polaco en el portal Reddit.
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