Este artículo se publicó hace 3 años.
Crónica de un paseo por la capital del Reino UnidoPrimer día de brexit en las calles de Londres
A la mayoría de londinenses le importa un comino el brexit. La pandemia sí les preocupa.
Londres-Actualizado a
La Nochevieja de 2020 ha sido la primera que he vivido metida en un chándal. El día de Año Nuevo, primer día de brexit, estoy lista para subir a la bicicleta y rondar por las calles del centro de Londres. La pandemia ha hecho del siempre populoso barrio de Camden un vacío. En Regent’s Park, a pesar del frío, abundan los ciclistas y las familias que sacan los niños a tomar el aire con patinete o dando patadas a un balón. Es el primer día del Reino Unido fuera definitivamente de la Unión Europea y no se nota en nada.
El centro de Londres es cosmopolita; diversidad racial, social, cultural, religiosa y étnica; no representa las bolsas de pobreza esparcidas por barrios y rincones del país. Las tiendas que regentan los británicos de origen asiático están abiertas así como las cadenas de supermercados. Los establecimientos familiares solo cierran el día de Navidad. A la mayoría les importa un comino el brexit; la pandemia sí les preocupa.
De camino, más bien de pedaleo, hacia Hyde Park circulo por Wigmore Street donde me llaman la atención dos mujeres. Una de raza negra, alta y guapa aunque lleva tapada la mitad de la cara con la máscara anticovid, su inglés es estandarizado, no tiene acento geográfico, y sus pestañas postizas sobresalen con relieve; la otra, de raza blanca, con el cabello de color azul y las cejas dibujadas con precisa geometría, balbucea con acento de Europa del Este y es de estética gótica. La lentitud de mi pedaleo me permite entender que hablan del día anterior, de la Nochevieja, como si estuviesen en un descanso del trabajo, en la calle, pero sin fumar. Son amables cuando les pregunto si se prestarían a una foto: "Claro que sí". ¿Y sin máscara? "No", contestan al unísono. ¿Qué opinan del brexit?, les pregunto. Ambas están en contra, lo aceptan, qué otro remedio; parece no importarles mucho. "Adiós", me dicen. No sé ni sus nombres.
Hyde Park está bastante concurrido de peatones y de ciclistas a mediodía. El día, en esta época del año, es corto; a las cuatro de la tarde oscurece. Ciclistas desconocidos nos dicen "Happy New Year" con rostro amigo. Mi acompañante, inglés de ocho generaciones, dice que este país ha cambiado en las últimas décadas y, como en España, algunas personas se saludan sin conocerse; como los que nos felicitan el Año Nuevo sobre la bicicleta.
En Hyde Park convergen muchas familias de aspecto árabe. Se nota la densidad de esta población en los barrios cercanos. Hablan de todo menos del brexit. Hay también mucho europeo, por sus lenguas y acentos, y mucho británico de raza blanca de los cercanos barrios acomodados. Pululan muchas personas haciendo deporte y, como en Regent’s Park u otros parques de todo el mundo, abundan los patinetes de los niños y los jóvenes vestidos de licra para correr.
Por el aspecto de su concurrencia, Hyde Park es un melting pot (el crisol) que continúa su curso al margen del brexit. De vez en cuando destaca algún excéntrico, vestido impecablemente de la década de 1950, o alguna inglesa con más de un perro a su cuidado o el que sale de un coche de época, aparcado (por ser festivo) en la carretera que divide el parque. En la cafetería diseñada por la arquitecta británica nacida en Irak, Zaha Hadid, junto a la galería Serpentine, hacen cola varias personas para comprar un café; hacen gala de la vieja costumbre de hacer cola cuando se encuentran, al menos, dos ingleses; y hacen gala también de la nueva costumbre de sustituir el té por el café.
Sobre la bicicleta mi cerebro no da abasto imaginándome la vida de algunos de los peatones a partir de su apariencia y de su paso fugaz por Hyde Park, en el centro de Londres, el primer día del brexit que marcará el futuro del país. Sin embargo, en este día de Año Nuevo y pandemia, el brexit parece irrelevante a los que observo o pregunto por la calle. De regreso a casa veo que mi vecino, diplomático jubilado y ex embajador, ha colocado una discreta bandera europea en su ventana. Me dijo que lo haría, y que lo haría con discreción para no ofender a potenciales ofendibles a pesar de que vivimos en una calle de proeuropeos. Él, Jeremy Thorp, se ha sacado un pasaporte irlandés gracias a la nacionalidad de su abuelo porque quiere viajar con pasaporte europeo.
Llegados a casa, pongo Radio 4 de la BBC; el brexit me golpea en los oídos. Le toca decir la suya a Ian Duncan Smith, líder del Partido Conservador de 2001 a 2003, y la dice gorda: "Me alegro de que acabe el tiempo de los bucaneros para que podamos volver a dominar en el mundo". Por pensar así, quizás, no llegó a los dos años como líder tory.
El primer ministro, Boris Johnson, insiste en que Reino Unido "prosperará fuera de la Unión Europea". Pero sacar a relucir a los piratas bucaneros no se aviene con el político que presentó su candidatura al liderazgo conservador con la siguiente frase: "No desdeñéis la determinación de un hombre tranquilo". No son los únicos que piensan en el Reino Unido en términos de potencia mundial. Algún otro debía de haber por las calles de Londres que me pasó desapercibido.
Cuando el brexit produzca resultados negativos, la culpa será de la pandemia; lo veo venir, en los medios más que en las calles.
Comentarios de nuestros suscriptores/as
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros suscriptores y suscriptoras, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.