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La primera mujer negra diácono de la Iglesia anglicana acusa a un obispo de obstaculizarle la carrera por raza y género
Yvonne Clarke, ordenada sacerdotisa en 1994, está al cargo de una parroquia en una zona marginada del sur de Londres en la que confluye el trabajo social y la prédica del credo religioso. La madre de tres hijos se enfrenta al cierre de la parroquia y la pérdida de su casa.
Londres-Actualizado a
La reverenda Yvonne Clarke, de 62 años de edad, fue la primera mujer negra diácono de la Iglesia anglicana. Eso ocurría en 1987 cuando el anglicanismo empezaba a abrirse a las mujeres. La pionera diácono (¿o diácona?) podía administrar algunos votos y estaba bien situada para ser ordenada sacerdotisa en 1994. Por entonces, los sínodos habían aprobado la ordenación de mujeres tras décadas de enrevesados debates sobre si la mujer puede representar a Dios como el hombre, administrar la totalidad de los Sacramentos o interpretar las Sagradas Escrituras. Hoy, Yvonne acusa al obispo Christopher Chessun de obstaculizarle el trabajo "por mi raza y mi género".
En el primer turno de ordenaciones femeninas, junto a otras mujeres, Yvonne consiguió vestir la sotana correspondiente y le fue adjudicado el título de reverenda hasta entonces exclusivo de los hombres. Todavía lo es en el catolicismo: ellas no pueden representar a Dios ni ejercer funciones de responsabilidad en el organigrama de la institución romana. Del liderazgo de Yvonne como diácono hace más de 30 años; de sacerdotisa, hace 27, de los que 23 los ha vivido al cargo de la parroquia All Saints (Todos los Santos) en Shirley, sur de Londres, donde según explica ella a la BBC, "mi misión ha sido asegurarme de que inmigrantes e hijos de inmigrantes sean bienvenidos al vecindario y bien recibidos en la Iglesia porque yo trabajo con diversidad de personas e integro diferentes grupos de ciudadanos en la parroquia".
Esta labor parroquial que trasciende el sermón desde el púlpito se ve ahora interrumpida por una remodelación de la diócesis. Ella, madre de tres hijos, no ha ascendido en 23 años de sacerdocio y desea jubilarse en el mismo puesto que ocupa, aunque el anglicanismo consagró en 2019 a la primera mujer negra obispa: Rose Hudson-Wilkin, de 60 años, obispa de Dover, sur de Inglaterra. La Iglesia anglicana, como otras, lleva tiempo perdiendo peso e incidencia en la vida social que la envuelve o la ignora. La institución afronta una fusión de parroquias que tiene previsto eliminar la de All Saints. El obispo que supervisa la nueva organización es el reverendo Christopher Chessun, del obispado de Southwark, a quien la sacerdotisa acusa de obstaculizarle su carrera eclesiástica, su trabajo y hasta dejarla sin techo.
En opinión de Yvonne, el obispo Chessun y otros clérigos, "han tramado una vendetta personal contra mí, basada en la raza y el género". Estas acusaciones publicadas en The Sunday Times, son rechazadas por los órganos de gobierno del anglicanismo. La reverenda está convocada a una vista oral el próximo 28 de abril con una comisión de la Iglesia para llegar a un acuerdo. "Siempre he tenido una cierta independencia de pensamiento, y eso creo que se ha convertido en un problema, pero nadie me ha consultado de forma adecuada sobre mi futuro ni el de la parroquia", remarca Yvonne en su lista de agravios.
Desde la oficina de prensa de la Iglesia anglicana remiten a un comunicado en el que explican que están reorganizando las parroquias para atender "a las presiones económicas y financieras de la institución, obligada a recortar presupuestos". Sobre el caso concreto y las acusaciones de Yvonne Clarke de discriminación por raza y género, una portavoz de la diócesis de Southwark recuerda que "trabajamos duro para garantizar la integración de la diversidad en todo Londres". Aunque no quieren rebatir a la sacerdotisa por su nombre y apellido, las autoridades religiosas aducen lo siguiente: "Tenemos una estructura organizativa sólida para examinar la política y las prácticas que aplicamos, que incluye un comité dedicado a las minorías étnicas entre los clérigos y los laicos de toda la diócesis, estamos completamente comprometidos con la justicia racial".
La sacerdotisa se escuda detrás de su abogada, Frances Swaine, para exponer lo que viene a ser un caso, según ella, de racismo y discriminación de género a pesar de que el anglicanismo cuenta con una obispa negra o un elenco de sacerdotisas de esta raza. La abogada manifiesta que "la Iglesia de Inglaterra ha dejado clara su intención de combatir el racismo institucionalizado, sin embargo, mantiene intactas las estructuras de raza blanca que son familiares a los altos clérigos y sacerdotes". Sobre el caso específico de Yvonne Clarke, su abogada explica lo siguiente: "Si se analiza el racismo institucionalizado en los últimos siete u ocho meses, las apariencias apuntan a que se despide a una sacerdotisa querida y admirada por la comunidad a la que se ha dedicado".
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