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Represión en Marruecos La lucha de los Zafafi por los presos del Hirak: "Por decir 'viva el Rif' te pueden condenar a cinco años de cárcel"

Tras dos años sin visado, los ancianos Ahmed y Souhaila visitan España para evitar que las condenas de su hijo, Nasser Zafzafi, y cientos de rifeños más que participaron en las protestas sociales de 2017, caigan en el olvido. "No han dicho nada que no sea verdad. No lo merecen", afirman los padres del líder, sentenciado a 20 años de prisión.

Souhaila y Ahmed Zafzafi, padres de Nasser Zafzafi, el líder de las protestas del Rif, condenado a 20 años de cárcel.- LUCÍA MUÑOZ
Souhaila y Ahmed Zafzafi, padres de Nasser Zafzafi, el líder de las protestas del Rif, condenado a 20 años de cárcel.- LUCÍA MUÑOZ

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En cuatro años, la vida puede cambiar mucho, y es lo que le ocurrió Nasser Zafzafi. Un día estaba en su casa de Alhucemas, antiguo Protectorado de España en Marruecos, y al otro acabó encerrado en una celda de aislamiento por ser reconocido como el líder del Movimiento Popular del Rif, el Hirak.

La paciencia tiene un límite y, en alquel lado del Estrecho, se acabó un viernes 28 de octubre de 2016, cuando estallaron las primeras protestas sociales en Alhucemas tras la muerte del vendedor ambulante Mouchine Fikri, aplastado en un camión triturador de basura cuando intentaba recuperar la mercancía que la Policía marroquí le había requisado.

Nasser Zafzafi fue detenido el 29 de mayo de 2017 tras interrumpir en una mezquita a un imán que criticaba al Hirak. "Este movimiento solo se ha creado para reivindicar los derechos de las rifeñas y rifeños. Derechos sociales como hospitales y educación", señala el padre de Nasser, Ahmed Zafzafi, de 75 años.

Sobre su hijo pesan ahora 20 años de cárcel, los mismos que para más de 50 compañeros de protestas, aunque hubo más de 700 detenidos por las mismas razones. Después de dos años sin obtener un visado para viajar a España, su madre, Souhaila, y su padre, recorren ahora el país para intentar que esta historia de represión no caiga en el olvido. "Esta es la única forma de que se haga justicia", sostienen.

Para visitar a su hijo preso tienen que ir desde Alhucemas hasta la cárcel de Fez. La ruta más corta lleva cerca de cuatro horas para apenas 250 kilómetros. Cuando van, nunca saben que se pueden encontrar. Nasser ha pasado por diferentes huelgas de hambre, incluso llegó a coserse los labios en señal de protesta.

"Mi hijo fue torturado desde Alhucemas hasta Casablanca"

Ahora mismo, Ahmed denuncia que su hijo está en una celda aislada del resto de presos y que ha sufrido torturas. "Nasser fue torturado por la brigada nacional de Marruecos. Fue torturado desde Alhucemas hasta Casablanca. Tuvieron que darle puntos en la cabeza. 20 años de cárcel por pedir una universidad. 20 años por pedir hospital. 20 años por pedir una oportunidad de trabajo para los jóvenes. Es un encarcelamiento injusto y un castigo por ir en contra de las barbaridades que se están viviendo en el Rif", afirma el anciano.

Una región olvidada

Por eso, para este padre no solo su hijo está aislado, sino también su tierra. "Alhucemas está olvidada en todos los aspectos, policialmente, económicamente, para la prensa... En todo, y nosotros vivimos esta situación desde hace mucho, desde 1959. Desde el siglo pasado hemos vivido una matanza terrible", sostiene.

"No lo merece, él no ha hecho nada, no ha dicho nada que no sea verdad"

El sufrimiento de una familia que ve a su hijo en la cárcel por no haber hecho nada más que defender una causa justa no tiene consuelo. "El dolor es muy grande cuando una madre cría a su hijo para que luego lo torturen y lo maltraten", lamenta. "No lo merece, él no ha hecho nada, no ha dicho nada que no sea verdad. Estamos hartos de decirle al Gobierno que nuestros hijos no han hecho nada y que no merecen ser detenidos. Y el régimen [marroquí] lo sabe, pero le da igual. Los deja encarcelados con condenas injustas por delitos que no han cometido", afirma Souhaila.

De los activistas encarcelados, 188 fueron indultados por el rey Mohamed VI en agosto de 2018, con ocasión de una fiesta nacional, pero entre el perdón real no incluyó a los principales líderes de las protestas.

El Tribunal de Apelación de Casablanca sentenció a Zafzafi, Mustafá Ahamyik, Wasim al Bustati y Samir Ighir a dos décadas de prisión por atentar contra la seguridad interna del Estado, según el artículo 201 del Código Penal, además de otros delitos como rebelión y participación en protestas ilegales.

Nasser Zefzafi, líder del movimiento activista y social Hirak dando un discurso en el Rif marroquí. / Reuters
Nasser Zefzafi, líder del movimiento activista y social Hirak dando un discurso en el Rif marroquí. / Reuters

Sin embargo, las manifestaciones pacíficas están autorizadas en la Constitución marroquí desde 2011, tal y como aclaraba en uno de sus juicios el porpio Nasser Zafzafi: "El mensaje del rey es el mismo que el del Hirak. Y este juicio va a contracorriente del discurso del rey", dijo entonces el condenado.

"Quienes merecen ser condenados son los responsables del régimen que han dejado un país muy empobrecido"

"El Movimiento Popular del Rif solo muestra una resistencia pacífica. Hubo marchas en las calles de Alhucemas, pero fue una lucha pacífica", insiste el casi octogenario padre del encarcelado líder rifeño.

Desde entonces, la confianza en la justicia ha desaparecido tanto por parte de Nasser, que no llegó a apelar su sentencia de 20 años por esta razón, como del resto de condenados y familiares. Entienden que estas decisiones "van más allá de la Justicia". Souhaila lo tiene claro y lo afirma con contundencia: "No confío nada ni en el régimen ni en su justicia. Los activistas rifeños no merecen ser condenados por revindicar derechos básicos. Quienes merecen ser condenados son los responsables del régimen que han dejado un país muy empobrecido".

El movimiento, a pesar de haber sido asfixiado por las autoridades, pasó a organizarse en Europa a través de la comunidad rifeña en el exterior —abundante sobre todo en España, Holanda y Bélgica—, y de rifeños que se han visto obligados a exiliarse por la persecución política.

Tanto es así que cada vez es más común ver a jóvenes rifeños que, al llegar en patera a las costas andaluzas, alzan la mano con los tres dedos centrales levantados. Es el símbolo amazig que representa los tres elementos centrales de la oprimida cultura bereber: identidad, tierra y lengua propias. Desde que estallaron las protestas, el gesto se resignificó con las tres reivindicaciones del Hirak: universidad, hospital y trabajo.

"Es normal que nuestros jóvenes se vayan del Rif. Salen en patera porque prefieren morir en el mar que quedarse en Alhucemas. La represión por parte del régimen es muy grande: torturas, detenciones arbitrarias, cárcel. Por ejemplo, por el simple hecho de decir 'viva el Rif' te pueden condenar de cinco a seis años", ilustra Souhaila.

"¿Quién tiene la culpa de esta migración que no es segura para nadie? Nosotros no. Nosotros solamente pedimos trabajo para los jóvenes, que no se tengan que ir, que el Estado construya universidades para nuestras hijas e hijos y puedan seguir en su tierra cuando terminen la secundaria. Solo queremos que se cumplan nuestros derechos", apunta el padre.

Pero no es Marruecos el único causante de todos los males de Rif, que entre 1921 y 1926 llegó a ser una república independiente proclamada por Abdelkrim al Jatabi tras vencer a los españoles en la batalla de Annual. Ahmed recuerda que los rifeños no quieren independizarse, algo de lo que les acusa Marruecos, sino simplemente que "no ser invisibles y que se tengan en cuenta sus derechos", como por ejemplo un sanidad adecuada.

El hospital oncológico en la zona era una de las principales exigencias del Hirak para una región donde el cáncer campa a sus anchas. En 2015 se presentó un ensayo en Rabat que estudiaba la terrible influencia de los gases de los bombardeos españoles sobre el Rif, casi un siglo después, en el alto índice de enfermedades en la región. El 80% de los adultos y el 50% de los niños enfermos de cáncer atendidos en el hospital de oncología de Rabat proceden de la misma zona del Rif bombardeada por la aviación española. "Yo misma tengo cáncer. Mi hija tiene cáncer. Toda mi tierra sufre el cáncer", concluye Souhaila.

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