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Rusia, Turquía y Occidente mueven ficha en el conflicto entre Armenia y Azerbaiyán
Los nuevos enfrentamientos entre Armenia y Azerbaiyán atraen la mirada hacia una región del planeta, el Cáucaso, donde están en juego los intereses de Rusia, Turquía y Occidente por su importancia geoestratégica como puente energético y de transporte entre Asia y Europa.
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Los choques armados desatados hace una semana entre armenios y azerbaiyanos en el Cáucaso sur recuerdan que no está resuelta la crisis de Nagorno Karabaj, larvada en los últimos estertores de la Unión Soviética, y que su cercanía a la guerra de Ucrania añade un foco de tensión indeseado en una de las zonas del planeta más ricas en hidrocarburos, la cuenca del mar Caspio.
Este lunes el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, se reunió con los ministros de Asuntos Exteriores de Azerbaiyán, Jeyun Baimarov, y Armenia, Ararat Mirzoyan, para tratar de alcanzar un cese de hostilidades duradero entre los dos países tras el choque fronterizo entre sus ejércitos, que ha causado desde el 13 de septiembre más de doscientos militares muertos en los dos bandos.
También el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, ha reclamado un armisticio permanente y el alto representante de la Unión Europea (UE) para Asuntos Exteriores, Josep Borrell, ha movilizado a su diplomacia para reducir la tensión entre Azerbaiyán y Armenia. Para Bruselas es impensable un nuevo foco bélico en una zona que suministra una parte importante de los hidrocarburos mundiales. Especialmente en estos momentos en que Europa trata con premura de zafarse de sus ataduras energéticas con Rusia.
De momento rige en la zona un endeble alto el fuego que Moscú insiste en atribuirse por su liderazgo en la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), que patrulla la frontera. Sin embargo, tal y como se ve, son muchas las partes que están maniobrando para evitar que el conflicto prenda con mayor virulencia, más aún cuando no se sabe cuánto podrá durar la guerra de Ucrania, en la orilla opuesta del Mar Negro.
Un conflicto étnico que se remonta a los tiempos soviéticos
La enemistad entre Armenia y Azerbaiyán hunde sus raíces en los años anteriores a la desintegración de la URSS, cuando esas dos antiguas repúblicas soviéticas se enfrentaron por el control de Nagorno Karabaj, un territorio azerbaiyano habitado por una minoría étnica armenia. En febrero de 1988 el Parlamento regional de Nagorno Karabaj se mostró favorable a su unión con Armenia y estalló la guerra.
La enemistad entre Armenia y Azerbaiyán hunde sus raíces en los años anteriores a la desintegración de la URSS
Esa primera etapa del conflicto, entre 1988 y 1994, se vio agravada por la disolución de la Unión Soviética, en diciembre de 1991, y el posicionamiento de las potencias regionales a favor de uno u otro contendiente. Armenia tuvo desde un principio el apoyo ruso y Azerbaiyán el turco. Esta primera guerra armenio-azerbaiyana culminó con un alto el fuego favorable a los armenios, el llamado Protocolo de Bishkek, que no fue aceptado de buena gana por Azerbaiyán, aunque, debido al respaldo ruso al Gobierno de Ereván, mantuvo una precaria paz en la región.
La mano turca detrás de la ruptura del alto el fuego
La segunda guerra de Nagorno Karabaj se desató el 27 de septiembre de 2020 y terminó el 10 de noviembre de ese mismo año. En esta ocasión los vencedores en la breve contienda fueron los azeríes. El respaldo de Turquía al Gobierno de Bakú mostró abiertamente el interés turco por ocupar los espacios que la influencia rusa estaba dejando en Transcaucasia. Los 2.000 efectivos militares que Rusia tenía en Nagorno Karabaj, como fuerza de interposición de la OTSC, eran ya irrisorios para todos los contendientes de este conflicto.
También la voluntad real de Moscú para intervenir después de que su invasión de Ucrania se viera ralentizada y todos los esfuerzos militares del Kremlin estén centrados en esa guerra.
Los nuevos enfrentamientos comenzaron el pasado 13 de septiembre, pero no tuvieron como escenario Nagorno Karabaj, sino la frontera común entre los dos países. Ambos contendientes se acusaron mutuamente de provocar el choque armado y de hacer incursiones en sus respectivos territorios. Los datos, sin embargo, apuntan a que la iniciativa la tomó Azerbaiyán. Se repetía la tónica de 2020. Ante la debilidad de la presencia rusa en Armenia, su vecino pasó a la acción, posiblemente alentado por Turquía.
De nuevo Nancy Pelosi echando gasolina a una crisis
La mediación de Blinken esta semana trataba de apagar el incendio provocado el pasado domingo por la presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi, quien en una visita a la capital armenia responsabilizó a Azerbaiyán de este nuevo choque armado. El Gobierno de Bakú lamentó la injerencia de Pelosi y recordó que, dada la cercanía de las elecciones a las dos cámaras del Congreso de Estados Unidos, previstas para noviembre, la representante demócrata simplemente pretendía ganarse el apoyo del fuerte lobby armenio estadounidense. Bakú atribuye a Ereván las provocaciones fronterizas que han llegado al nuevo choque armado.
"Armenia es de gran importancia para nosotros", añadió Pelosi en Ereván, después de interesarse sobre "las necesidades en defensa" de ese país y en un amago para opacar la tradicional amistad ruso-armenia.
En 1997, Rusia y Armenia firmaron un Tratado de Amistad, Cooperación y Asistencia Mutua que contemplaba sin ambages la asistencia militar por parte de Moscú al país transcaucásico. En cambio, Washington lleva una política más ambigua respecto al apoyo a una u otra parte. Su asistencia económica en materia de defensa a Azerbaiyán siempre ha sido muy superior a la prestada a Armenia, a pesar de los intereses políticos del importante lobby armenio en Estados Unidos.
Pelosi, en su viaje a Ereván al frente de la delegación estadounidense más importante desde la disolución de la URSS, visitó el memorial erigido en recuerdo del genocidio de más de un millón de armenios entre 1915 y 1923 a manos de militares del Imperio Otomano, del que la Turquía moderna es heredera. Pelosi afirmó que "desde Estados Unidos hasta Ucrania, Taiwán y Armenia, el mundo se enfrenta a elegir entre democracias y autocracias y debemos elegir nuevamente la democracia".
Recelos por el papel de Turquía en el antiguo espacio soviético
Estas declaraciones no solo apuntaban a Rusia. En Washington hay mucha inquietud por el doble juego que está desarrollando Turquía en torno a la guerra de Ucrania. Aunque un socio muy importante en la OTAN, Turquía sigue siendo un elemento regional muy difícil de controlar. Sus movimientos responden primero a sus intereses y después al de sus aliados.
El conflicto entre Azerbaiyán y Armenia puede ser aprovechado precisamente ahora por Turquía para ampliar su influencia en la zona. En esta partida geoestratégica, el régimen de Ankara mueve sus piezas sin decantarse ante lo que ocurre en Ucrania, donde incluso se ha ofrecido como mediador entre los presidentes ruso, Vladímir Putin, y ucraniano, Volodímir Zelenski.
Turquía sigue siendo un elemento regional muy difícil de controlar
Una mediación cargada de ambivalencia. El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, se ha manifestado en numerosas ocasiones en contra de las sanciones contra Rusia y esta semana se erigió como "portavoz" de Putin, tras reunirse con él en Uzbekistán, para señalar que el líder ruso desea concluir la guerra de Ucrania "cuanto antes". Al mismo tiempo, Erdogan ha defendido en diversas ocasiones la soberanía territorial de Ucrania, ha indicado que Crimea es "parte inseparable" de Ucrania y ha aseverado que la devolución por parte de Rusia de esta península ucraniana anexionada ilegalmente en 2014 "es esencialmente un requerimiento de la ley internacional".
Turquía quiere ocupar el espacio que deja Rusia
Cualquier debilidad, desgaste o paso atrás que dé Rusia, será aprovechado por Ankara para tomar posiciones más sólidas y avanzar en Transcaucasia y el Mar Negro, como ha hecho también en Siria. En el caso actual, está en juego para Turquía, al igual que para la UE, el transporte del gas y petróleo de la cuenca del Caspio, especialmente desde los yacimientos explotados en el propio territorio azerbaiyano y en Kazajistán, otra república ex soviética con ingentes reservas de crudo en su parte de ese mar interior.
Después de la derrota armenia ante Azerbaiyán de noviembre de 2020, sin el apoyo ruso a Ereván a pesar de los compromisos de 1997, Turquía podría incluso convertirse en el mejor mediador del conflicto entre azeríes y armenios. Una mediación que, llegado el caso y si se aplacan los recelos de Pelosi y del lobby armenio en Washington, podría recibir el respaldo de Estados Unidos. En el complicado Gran Juego del Cáucaso no ganará quien tenga las cartas marcadas, sino aquel que juegue con varias barajas. Y con una apuesta común para Estados Unidos y Turquía: la debilidad de Rusia les favorece en sus intereses globales, en el caso de Washington, y regionales, en los de Ankara.
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