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Revista Luzes ¿Dónde está el abuelo?

En el lugar de Cuelgamuros, en las criptas y capillas del gigantesco monumento mortuorio que conocemos como Valle de los Caídos, reposan los abuelos desconocidos de una generación que, educada en el silencio cómplice de la Transición, reclama respuestas.

Obras Valle de los Caídos
Una imagen tomada durante las obras de construcción del Valle de los Caídos.

luzes-público / Elena Gallego Abad

José Barros, Julio Rodríguez, Manuel Rivera, Eustaquio Fernández, Valentín Alonso, José Fernández, Valentín Mateo, Pedro Méndez, Luis Pérez, Benito Pardo, José Álvarez, Manuel Losada, Fernando Rubio, Armando Cabanas, Benjamín Álvarez, Magín Estévez, José Balseiro, Eugenio García.

Después de décadas enterrados en el silencio, el traslado de los restos de Francisco Franco está exhumando los millares de nombres amontonados en las fosas comunes del olvido. En el lugar de Cuelgamuros, en las criptas y capillas del gigantesco monumento mortuorio que conocemos como Valle de los Caídos, reposan los abuelos desconocidos de una generación que, educada en el silencio cómplice de la Transición, reclama respuestas.

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Víctimas y verdugos, identificados y desconocidos, se acopian en los osarios. Los cuerpos, despojados de las medallas concedidas a título póstumo y de la metralla que los malhirió, se pudren en las cavidades húmedas de una basílica que pretendieron convertir en el lugar de su reposo definitivo. Pero si allí los muertos no consiguen descansar en paz, los vivos tampoco.

El traslado de los restos de Francisco Franco al panteón familiar de Mingorrubio hizo temblar los cimientos que sustentaban el faraónico Monumento Nacional. Mientras las televisiones de todo el mundo retransmitían, en riguroso directo, el desahucio de la momia del generalísimo, los nietos de millares de víctimas de la Guerra Civil se hicieron la misma pregunta: "¿Dónde está mi abuelo?". Según los datos aportados en su momento por el Ministerio de Justicia, y reproducidos hasta la saciedad por los diversos medios de comunicación, el total de restos ingresados en el Valle de los Caídos es de 33.833, de los que 21.423 están identificados y 12.410 son de desconocidos. El texto oficial añade que los restos proceden de 480 fosas de todas las provincias, excepto A Coruña, Ourense y Santa Cruz de Tenerife.

Ahora Internet permite la difusión viral de los nombres de los cadáveres identificados, de los que se conoce el nombre y la localidad del enterramiento inicial. Mas, sumergiéndonos en una investigación que no resulta fácil, descubriremos que buena parte de esos nombres corresponden a los "héroes de la cruzada" que durante los veinte años anteriores habían permanecido en sepulturas cedidas gratuitamente por ayuntamientos o particulares en las localidades en las que los sorprendió la muerte. Otras muchas familias aceptaron el traslado al valle de Cuelgamuros, en plena sierra del Guadarrama, porque no les había quedado otra: era gratis.

Recortes de la prensa de la época, informando del traslado de cuerpos al Valle de los Caídos.
Recortes de la prensa de la época, informando del traslado de cuerpos al Valle de los Caídos.

"Hasta el día 30 de junio del presente año, los familiares de los héroes y mártires de la Cruzada cuyos restos se enterraron en los cementerios municipales de esta provincia, en sepulturas individuales, cedidas gratuitamente en su día por el Ayuntamiento correspondiente, podrán solicitar al Gobierno civil el traslado de los mismos al monumento nacional de la Santa Cruz del Valle de los Caídos. Los gastos de este traslado correrán a cargo del Patronato de la Fundación de la Santa Cruz del Valle de los Caídos". Así lo publicaron, insistentemente, periódicos y boletines oficiales en toda España. Era una circular del Gobierno Civil de cada provincia. Aquellos que rechazaran la generosa oferta de convertir sus muertos en "luz y guía, norma y ejemplo permanente para todas las generaciones de españoles tensas en el servicio a la Patria", deberían hacerse cargo de los restos de sus muertos cuando se abrieran las fosas.

Y así, entre el 24 y el 28 de marzo de 1959 la prensa gallega daba buena cuenta de los primeros traslados que se producían desde Pontevedra y Lugo. Eran las fechas previas al día fijado para la inauguración de la cripta del Valle de los Caídos, coincidiendo con el vigésimo aniversario del final de la guerra. Ese 24 de marzo, la Delegación Provincial de la Vieja Guardia y Lugartenencia Provincial de la Guardia de Franco publicaba en los periódicos lucenses el siguiente anuncio: "Se ordena a todos los camaradas de esta capital, pertenecientes a esta Delegación Provincial y Lugartenencia, comparezcan el próximo día 24, a las once horas en punto de la mañana, con camisa azul en el cementerio viejo, sito en la Avenida de Ramón Ferreiro, para asistir la ceremonia de traslado de los restos de los Caídos que allí están enterrados, al Valle de Cuelgamuros".

El mismo llamamiento publicó el Frente de Juventudes a las Falanges Juveniles de Franco.

Los caídos gallegos: ¿víctimas o verdugos?

El capitán Pardo era,
un capitán de Falange;
su camisa azul tenía
viejos prestigios de sangre
y en su cabeza nevaban
recuerdos de cien combates…

Así comienza un viejo romance que los soldados nacionalistas (denominación que recibían las tropas sublevadas en julio de 1936 contra la República) entonaban en las trincheras en tiempos de la Guerra Civil, y del que los periódicos de la época ofrecían didácticas reproducciones en sus páginas. El capitán de infantería Benito Pardo Méndez, camisa vieja falangista que había sido jefe de Milicias de FET y de las JONS en Pontevedra, instructor de la Legión Gallega y comandante jefe de la Tercera Bandera de Asturias, fue uno de los primeros difuntos en la "cruzada de liberación" en ser trasladado a la basílica ideada por Franco.

Su nombre destaca entre los muchos incorporados al listado de "Víctimas enterradas en el Valle de los Caídos", difundida en los distintos medios de comunicación y portales de colectivos que llevan décadas trabajando en pro de la recuperación de la Memoria Histórica. Los nombres de los "caídos por la patria", que hasta ahora no habían figurado nunca entre las víctimas de la represión franquista, forman parte de una base de datos de Patrimonio Nacional difundida hasta hace unos meses por el Ministerio de Justicia. La nomenclatura oficial utilizada identifica como "fosas" las localizaciones de los enterramientos de los que proceden los cuerpos acopiados en la Basílica.

Así, el capitán Pardo es una de las "víctimas" trasladadas a Cuelgamuros desde la fosa inscrita con el número 1091/2009 PONT, situada en el cementerio pontevedrés de San Mauro. No fue la única. Junto al cuerpo del falangista Benito Pardo Méndez se exhumaron otros seis: el del cabo de infantería Alfonso Minguillón Dal, el legionario de Fonsagrada José López Álvarez, el alférez provisional Vicente Manuel Losada Arnejo, el cabo gaditano de Infantería Manuel Toro García, Francisco Rodríguez Bote y un séptimo hombre sin identificar.

Las crónicas de la jornada recogen detalles de la ceremonia previa al traslado de los cuerpos, en ambulancias: una "capilla ardiente severamente enlutada" a la que asistieron numerosas autoridades, representaciones civiles, militares y eclesiásticas, familiares de los caídos y vecinos del municipio.

"Ayer tuvo lugar en esta capital la solemne y emotiva ceremonia del traslado de los restos mortales de numerosos caídos pontevedreses en la Cruzada de liberación, que van a recibir cristiana y definitiva sepultura en el gran mausoleo nacional de el Valle de los Caídos, actos a los que, con nuestras primeras autoridades, jerarquías y representaciones, se sumaron numerosos militantes del Movimiento y vecindario, en demostración de profundo respeto y fervor patriótico. La noche anterior y en la Capilla de San Mauro, contigua a la necrópolis municipal fueron depositados, junto con las arquetas conteniendo los restos de siete caídos de la capital, los de 28 más, recibidos de distintos Ayuntamientos de la provincia, siendo recibidos por el Gobernador civil y jefe provincial, acompañado de otras autoridades y jerarquías".

Los periódicos también detallan la identidad de los "restos de los gloriosos caídos trasladados", que iniciarían este último viaje en arquetas individuales. En el cementerio de Mondariz Balneario (Fosa 1093/2009 PONT) se exhumaron 21 cadáveres, correspondientes a Valentín Alonso Pérez, Jesús Andrés García, Jose Arregui Laso, el soldado de Cuntis José Barros Fuentes, Claudio Brito (Benito en el listado oficial) Fernández, Jesús Domínguez Sanpedro, el soldado ourensano José Fernández Espiñedo, Eustaquio Fernández Galilea (Gallego), Juan Fernández Sánchez, José Iglesias García, Luis Pérez (Jerez) Sanmiguel. Antonio Lavandeira Lago, Egidio Levoreiro González, Luis Martín Sanjuán, Valentín Mateos Marina, Pedro Méndez Fuentes, Victoriano Ortiz Mardones (Merchones en el listado oficial), el soldado de Padrenda (Ourense) Manuel Rivera Gómez (En la prensa se sustituye este segundo apellido por el de García), el cabo de Infantería lucense Julio Rodríguez Rodríguez, Cecilio Ruíz Loizaga y Manuel Ursuquia Gutiérrez.

Planos urnas valle de los caídos
Instrucciones del Gobierno en 1958 sobre los tamaños de las urnas en las que trasladar los cuerpos a la cripta del Valle.

Otra de las teóricas víctimas se corresponde con el soldado Luis Gutiérrez Torres, fallecido en la frente astur en septiembre de 1936 y enterrado después en el cementerio de Cerdedo (Fosa 1092/2009 PONT). En el listado se incluyen cuatro hombres sepultados en el cementerio de Mondariz (Fosa 1088/2009 PONT), que la prensa de la época identifica como Manuel Piñeiro Zúñiga, Domingo Páramo Núñez (Domingo Peramo Muñes en la documentación oficial), Manuel Pérez Besada y Fernando Rubio Estévez. Desde el cementerio vigués de Pereiró (Fosa 1089/2009 PONT) viajarán los restos de Armando Vázquez Taboelle, un alférez natural de Redondela.

Los listados oficiales registran otro traslado desde esta misma Fosa 1089/2009 PONT un año después, datado el 30 de mayo de 1960, identificando la víctima con el nombre de Luis Colleso Docampo. En realidad, como recoge la prensa gallega de la época, se trata de los restos del falangista Luis Collazo Docampo, muerto en el hospital municipal de Vigo a consecuencia de un disparo recibido en un asalto inscrito el 9 de febrero de 1936 en el local de la Falange, en la calle Alfonso XIII, y sepultado hasta entonces en la tumba 190 de la segunda zona del cementerio de Pereiró.

Aunque en una cifra menos numerosa, varias localidades de la provincia de Lugo se sumaron al macabro traslado de combatientes franquistas difuntos durante la Guerra Civil. Del viejo cementerio de la capital lucense, identificado como Fosa 970/2009 LUGO, se exhumaron los restos de los falangistas Enrique Colmenares Doval (natural de Riolongo) y Severino Rodríguez Vázquez, fallecidos ambos “en defensa de la patria en Argayo (Asturias)”, del soldado salmantino movilizado con el regimiento de infantería Argel nº 21 Eugenio García Picado, de José Mª Vega López (Santa Cristina), Plácido Vega Otero (Gondar) y Alfonso Yáñez Abuín (caballero mutilado de guerra de la parroquia de Santa María de Gondar).

De Quiroga partieron los restos del cabo de Regulares Vicente Díaz Nogueira (Fosa 820/2009 LUGO) y de Samos el cuerpo de Segundo Díaz Toirán (Fosa 973/2009 LUGO). En Barreiros se exhumó a Armando Cabanas Fernández (Fosa 971/2009 LUGO) y del cementerio de Muras (Fosa 1087/2009 LUGO) los restos de Ramón López Durán. Ya en el mes de mayo, desde el camposanto de su localidad natal de Cervo (Fosa 1202/2009 LUGO), se trasladó a Cuelgamuros el cuerpo del soldado de Infantería José Balseiro Valle.

El último traslado oficial registrado desde un cementerio lucense (de nuevo Fosa 970/2009 LUGO), ya en julio de 1960, corresponde a los restos del teniente de Infantería leonés Francisco Blanco López. Habían transcurrido veinte años de la muerte, y su familia publicaba una nota de agradecimiento en la prensa local "a don Demetrio Álvarez, que tuvo el rasgo de aceptar en su panteón familiar el cadáver del heroico militar, custodiando celosamente hasta la fecha sus restos".

Expulsados de los cementerios

La larga contienda que fue la Guerra Civil española sembró la práctica totalidad del territorio de cadáveres de combatientes. Eso, sin contar los millares de víctimas que el régimen enterró al lado de las tapias de los cementerios o en el arcén de las carreteras. Inaugurado el Valle de los Caídos, descrito de aquella como "el lugar más adecuado para el definitivo reposo de los restos de los Héroes y Mártires de la Cruzada", millares de familias se vieron obligadas a asumir el traslado de sus familiares a la fosa común en la que se convirtió el interior de la basílica.

Hasta el 30 de junio de 1959 se respetaron los deseos de las familias. A partir de esa fecha, muchos de ellos ni siquiera fueron informados del levantamiento de los cadáveres de los camposantos: "Si en el plazo fijado anteriormente no se hubiere formulado la solicitud prevista, y los familiares conservaren los restos en sepulturas a su cargo, el Gobierno Civil dispondrá, a medida que las circunstancias lo requieran, su traslado al Valle de los Caídos".

He aquí el origen de muchos de los 12.410 cuerpos trasladados a Cuelgamuros, de los que no quisieron dejar rastro en los archivos oficiales. Solo en algunos casos anecdóticos, como este recogido por la prensa, las familias pudieron asumir los elevados costes de la vuelta a la casa: "Los restos mortales de un héroe recibirán cristiana sepultura en el cementerio parroquial de Saa él próximo martes día 17, a las cuatro de la tarde. Más de treinta años llevaban en el cementerio de Guiñón, en las cercanías de Madrid, pero como quiera que esta necrópolis, por necesidades urbanas, va a ser levantada, el Ayuntamiento comunicó a los familiares de el muerto si deseaban traerlo a su pueblo o por el contrario deberían enviarlos a la Basílica Nacional de la Santa Cruz del Valle de los Caídos en donde yacen cientos de miles de jefes, oficiales, suboficiales y soldados muertos de los dos bandos. La familia optó por traerlos a Saa...".

Así informaba El Progreso de Lugo, el 13 de diciembre de 1968, del retorno a su villa de un chico de 22 años que había fallecido en una acción militar en la que había participado el 13 de enero de 1938. Muertos los padres, los hermanos del soldado habían decidido que volviera a la tierra de la que había salido, para descansar definitivamente en ella.

Como aconteció en el municipio madrileño, muchos otros aprovecharían las circunstancias para exhumar las tumbas incómodas de sus cementerios. ¿Aconteció en Galicia? En diversos ayuntamientos gallegos resulta hoy imposible rastrear el paradero de los familiares enterrados durante y después de la Guerra Civil. Escudados bajo una Ley de Protección de datos que parece hecha a medida para esconder los patrimonios acumulados durante el franquismo por los hijos y nietos de los represores, a día de hoy se producen demasiados silencios interesados.

Pero los muertos no descansan. El traslado de los restos de Francisco Franco al panteón familiar de Mingorrubio está haciendo temblar los cimientos que sustentaban el faraónico Monumento Nacional del Valle de los Caídos. Educados en la desmemoria que se instaló en el país en la etapa de la Transición, por unos padres que temían que hablar del pasado reabriera las hondas heridas que había dejado la guerra, por unos planes educativos que optaron por postergar el temario a las últimas páginas de los libros de historia, a los que nunca se llegaba en la última evaluación del curso, los nietos de buena parte de los 33.833 muertos contabilizados en la cripta del Valle de los Caídos descubren ahora, con estupor, que los nombres de sus ancestros figuran en el listado de víctimas acopiadas en los osarios. Otros, menos afortunados, continúan en la búsqueda. ¿Dónde está mi abuelo?

Este artículo se publicó originalmente en gallego en la revista Luzes. Ahora Público lo reproduce como parte de un acuerdo de colaboración con la revista. Aquí puedes encontrar más artículos de Luzes en Público.


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