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Los cánones de belleza como generadores de desigualdad: ¿cómo influyen en la vida cotidiana?

La sobrevaloración del físico convierte los estereotipos de la estética dominante en imperativos que uno debe cumplir si quiere sentirse incluido. Situación que genera una presión diaria que puede desembocar en problemas de alimentación.

05/08/2022-Una mujer se haciéndose un 'selfie' (Archivo).
Una mujer haciéndose un 'selfie' (Archivo). George Milton / Pexels

La vida es más fácil para las personas que cumplen con los cánones de belleza. Así lo afirma Catherine Hakim en su libro Capital erótico. El poder de fascinar a los demás. La socióloga británica sostiene que, por lo general, la gente con "buena apariencia" cobra más, tiene más oportunidades laborales y más habilidades sociales que quienes no cumplen con las cualidades normativas.

El lugar de procedencia, la orientación sexual, el género o la etnia son algunas de las variables que los estudios sobre desigualdad incluyen en sus indicadores. De esta forma, se sabe que en países occidentales como España las personas negras, magrebíes o latinoamericanas tienen un mayor riesgo de exclusión social, que las mujeres cobran de media en torno a un 20% menos que los hombres, o que una persona que ha nacido en un barrio rico vive hasta siete años más que una que ha nacido en uno más humilde.

Pero, ¿qué se sabe de la desigualdad que genera el capital erótico? En concreto, las investigaciones estiman que existe hasta un 12% de diferencia económica entre personas normativas y no normativas. Una brecha de ingresos comparable a las que se comentaban antes.

La brecha de ingresos entre personas normativas y no normativas es comparable a la que hay de género o étnica

Los especialistas en psicología y empleo hablan de una desigualdad debida a una especie de profecía autocumplida. "Nuestro bienestar psicológico depende de la integración y aceptación social", explica Denisa Praje, psicóloga clínica, en una conversación con Público. Si desde pequeño se trata a alguien como "guapo", va a adquirir una confianza en sí mismo que le va a permitir comunicarse mejor, relacionarse mejor, sin miedo a los juicios que se vayan a hacer de su persona. Ocurrirá a la inversa si se piensa en alguien que no haya recibido ese trato.

La sobrevaloración del físico convierte las imposiciones de los cánones de belleza en normas ineludibles si uno quiere sentirse incluido. Ser alta, pero no en exceso, delgada pero con curvas, tener los labios gruesos, la cara suave y sin acné, y no tener ningún rastro de pelo visible en el cuerpo que no sea el de una voluminosa melena pasa a ser una prioridad para las mujeres. Lo mismo con los estereotipos masculinos. Una situación que genera una insatisfacción corporal permanente; ya sea por mantenerse en la norma o por no encajar en ella. Y que no en pocas ocasiones desemboca en problemas de conducta alimentaria.

El canon de belleza como problema endémico

"Dos de los principales Trastornos de Conducta Alimentaria (TCA), como la anorexia y la bulimia están causados por presiones estéticas que son culturales, aunque en ciertos contextos concretos o historias individuales se materialicen con mayor fuerza (por ejemplo, familias que encarnen el ideal de belleza y los valores asociados)", sostiene Praje. La especialista, además, precisa que más del 90% de personas que encajan en estos diagnósticos son mujeres: "La presión estética es mayor hacia nosotras".

Denisa Praje: "Nuestra sociedad es gordófoba"

Las obsesión por dietas real fooder, la ortorexia o la vigorexia (adicción al ejercicio físico) son algunas otras alteraciones producto de presiones diarias que se reciben a través de estímulos de origen muy variado; que van desde la publicidad, las series, las películas, hasta las redes sociales.

Marina Merino, de 22 años, paciente de TCA desde hace diez, asegura que cuando empezó a tener problemas "las redes sociales tampoco ayudaban". Concretamente, señala a algunas como Tumblr: "Romantizaban mucho los TCA. Es más, había toda una moda entorno a la idea de ser anoréxica o ser bulímica. Estaba todo muy establecido y al final todo el mundo sabía que tenía un problema. Pero se convirtió en una cosa cool".

"Me sentía muy mal, tenía dismorfia corporal, me sentía todo el rato gorda. Me pesaba todos los días varias veces. Me hacía fotos todo el rato al cuerpo y la cara para ver cómo había cambiado la más mínima expresión. Tenía pánico a que me vieran desnuda, tenía pánico al sexo, pánico al comer, estar en entornos que invitaban a comer", expresa Merino recordando los momentos más duros de su problema con la comida.

En la misma línea, Praje afirma que "nuestra sociedad es gordófoba". Las personas gordas están "estigmatizadas y el mundo está hecho para los delgados", asevera con contundencia. La razón, sostiene, es que "culturalmente se han ido transmitiendo muchas asociaciones entre estar gordo y ser débil, menos saludable, vago... y ser delgado y exitoso, disciplinado, más saludable... cuando en realidad son ideas arbitrarias". La especialista pone de relieve el interés por parte de muchas industrias "que se lucran con esto" en mantener esta falta dicotomía. "Lo raro en esta sociedad sería no tener un TCA", añade Merino en un diálogo con este diario.

La importancia de visibilizar la diversidad corporal

Ambas señalan la carencia, por no decir ausencia, de atención y prevención por parte de las instituciones públicas. "Hace falta intervención comunitaria y, en general, mensajes que contrarresten la insatisfacción en la población creada y mantenida por industrias de belleza, cosméticos, gimnasios, clínicas estéticas...", argumenta Praje. En cualquier caso, la psicóloga destaca la importancia de campañas como la lanzada por el Ministerio de Igualdad este verano para visibilizar la diversidad corporal.

Marina Merino, paciente de TCA: "Lo importante es que lo público garantice psicólogos suficientes para afrontarlo"

Para Merino, lo verdaderamente importante sería que lo público garantizara médicos, psicólogos y medios materiales suficientes para afrontar el problema. Ella —cuenta— está "solucionándolo con terapia de manera privada". La sanidad pública no reconoce un TCA a menos que el paciente tenga infrapeso o sobrepeso, algo que pueda poner en riesgo su supervivencia física. "A menos que enfermes, no se atienden estos casos. Sin embargo, la gran mayoría de los TCA son atípicos. Hay un problema con la categoría diagnóstica", asegura Merino.

Tampoco desde el plano del derecho laboral se consideran estas enfermedades como incapacitantes. "No se cubren estos trastornos con una baja permanente a menos que se llegue al extremo de enfermedad física, y ni siquiera. No se dan cuenta de lo difícil que es mantenerse siguiendo una estética determinada, aunque no estés al borde de la desnutrición o tengas obesidad. No reconocen eso", dice Merino, también estudiante de Ciencias Políticas y Filosofía.

Politizar es repartir la responsabilidad

En su valoración y testimonio, las dos entrevistadas coinciden en que lo importante es entender el asunto como un problema de conducta, darle importancia al contexto social y la ideología estética imperante. "A nadie en estado natural le apetece tener un déficit calórico o estar desnutrido por no ser feliz con su imagen", expresa Merino. Se trata de un problema social que tiene que ver con las respuestas que recibimos de nuestro entorno sobre lo que es deseable y lo que no. Cómo debe ser un cuerpo y cómo no.

"A mí me ha ayudado mucho acercarme al TCA de manera política o teórica para entender que este problema no es sólo mío y que la responsabilidad no recae sobre una persona en particular, sino que se trata de un problema estructural", continúa. En sus intervenciones, tanto Praje, a nivel de especialista, como Merino, desde la vivencia de una paciente y como militante, resaltan la necesidad de que todo el mundo tenga acceso a las herramientas conceptuales y de acompañamiento necesarias para hacer cara a cualquier problema de carácter comunitario.  

Abogan por evitar caer en el "solipsismo" y ofrecer una respuesta política, es decir, colectiva. Sin culpar individualmente a quienes están insatisfechos por no adecuarse a unos patrones, roles y estereotipos difícilmente alcanzables sin un posado riguroso y algún filtro de Instagram.

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