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Menores testigos de la violencia machista: "Son conscientes del riesgo incluso antes que su madre"

Secuelas físicas y psicológicas, miedo o estrés postraumático son algunas de las consecuencias sobre los menores en contextos de violencia machista. También ejercer determinados roles, como el de "árbitro" en las situaciones de violencia.

Un grupo de niñas camina hacia la escuela.
Un total de 41 menores han fallecido a causa de la violencia de género en España desde 2013, cuatro en 2021.

A finales del mes de febrero, en la provincia de Lugo (Galicia), un niño de apenas diez años se interpuso entre su padrastro y su madre para evitar que el primero le diera una paliza. El menor acuchilló en la espalda a la pareja de su madre para protegerla de la agresión. El padrastro fue detenido y acusado de un delito de malos tratos. Madre e hijo entraron en el sistema Viogén ante los claros indicios de que se trataba de violencia machista.

No es un caso aislado. Muchas veces los niños terminan por ejercer roles de salvador o "árbitro" en la violencia machista. En octubre de 2023, una niña de ocho años llamó a la Policía de Málaga para alertar de que a su madre la estaba agrediendo su pareja. Llevaban seis años juntos y ella aseguraba que la había maltratado desde hacía cuatro años pero no constaban denuncias.

"Puede que la mujer no le llame agresor pero el niño ve la situación desde fuera. Por ejemplo, él la empuja a ella por la escalera. Ella te dice que fue el resultado del forcejeo y, en cambio, se lo preguntas al niño y probablemente te dirá: mi padre le gritó a mi madre y después la empujó. A veces, son conscientes del riesgo incluso antes que su madre", explica la psicóloga forense especializada en violencia machista e infancia, Andrea Santamaría Sanz.

La edad media de los menores que sufren violencia machista en su entorno es de diez años

Para Santamaría, que evalúa estos casos, los niños ejercen de testigos de lo que ocurre y sufren "un nivel de estrés muy elevado" al ver a su pilar de seguridad "en una situación amenazante".

Según un estudio de la Fundación ANAR, la violencia contra los menores ha ido en aumento en los últimos cuatro años. La edad media de los menores que sufren violencia machista en su entorno es de diez años. El 56,6% son niñas y el 43,4% niños; como consecuencia de la violencia el rendimiento escolar es bajo; viven mayoritariamente en familias monoparentales con la madre; y en más de la mitad de los casos, la familia es migrante.

Dos días antes del aviso de la niña en Málaga, otro niño, esta vez de nueve años, gritó por el balcón de su piso en Torrijos (Toledo) cuando su padre llegó con un martillo para agredir a su madre. Ambos, madre e hijo, estaban registrados como casos de "alto riesgo" de sufrir violencia machista en el sistema Viogén y constaban denuncias previas.

Los roles de los menores en contextos de violencia

"¿Cómo responde cada niño? Depende de los roles", explica Santamaría. Hay niños que adoptan el rol de cuidador, otros, tienen el papel del confidente de la madre. O son el confidente del agresor (niños que se sitúan como amigos del agresor para protegerse a sí mismos). En opinión de esta experta, "suelen ser los niños que se consideran los elegidos".

Existe también el papel de asistente del agresor (maltrata también) o el de niño "perfecto" (que su modo de actuar contra la violencia es callar y no dar problemas) o el de ser chivo expiatorio en la relación de maltrato. "Muchos me cuentan que han pasado por varios de estos roles", apunta la experta.

"Quieren tener superpoderes o ser policías. Lo que ven que puede parar el problema", explica Andrea Santamaría

Por último está el rol de "árbitro". Son niños y niñas que se ponen en medio de la situación de maltrato, como puede ser como el caso del niño de Lugo. "Me dicen también que quieren tener superpoderes o ser policías; lo que ven que puede detener el problema", explica la psicóloga forense.

En abril de 2020, en la avenida de la Albufera, en Puente de Vallecas (Madrid), un niño de tan solo 11 años alertó a la Policía de que su padre había agredido a su madre. El propio niño tuvo que defenderla en la huida de ambos. Su padre atrapó con la puerta el brazo de la madre y siguió pegándole. Fue el niño quien la defendió para poder salir corriendo.

Son casos que tienen una amplia repercusión en los medios de comunicación dada la edad de los niños, su profunda vulnerabilidad y su disposición para actuar. Pero sus roles, y la posterior respuesta a la violencia, dependerán "de las expectativas que la autoridad familiar les transmita".

El impacto de la violencia machista sobre las menores

La relación entre la violencia hacia las mujeres y la violencia hacia la infancia está ampliamente documentada. En 2016, una campaña emitida desde la secretaría general de Naciones Unidas para prevenir la violencia machista en el mundo alertaba de esta correlación y establecía como uno de sus 12 mensajes principales el siguiente: la violencia hacia las mujeres tiene impactos intergeneracionales y está asociada con la violencia hacia los niños y las niñas.

"La energía que tienen que utilizar para crecer, la usan para soportar el dolor y el trauma", explica Santamaría

"La energía que tienen que utilizar para crecer, la usan para soportar el dolor y el trauma. Hablamos de procesos traumáticos donde durante largos periodos hacen frente al estrés. Hay problemas de carácter cognitivo y del desarrollo y luego problemas de socialización. Cuando a un menor se le educa en que la violencia o la sumisión, o ambos, son la solución a los conflictos, estamos construyendo a una persona adulta violenta o sumisa", zanja Andrea Santamaría.

Ese impacto se materializa en graves consecuencias para niñas y niños víctimas. Entre los problemas más graves, y según recoge Informe mundial sobre la violencia contra los niños y niñas (2006), están: los problemas de socialización; síntomas depresivos o de ansiedad; miedos; estrés postraumático; problemas escolares; alteraciones en el desarrollo afectivo (por ejemplo, modelos de amor vinculado a la violencia); y la asunción de roles de adulto respecto a la protección de la madre o de hermanas o hermanos pequeños.

La violencia hacia las mujeres tiene impactos intergeneracionales

"La mayoría de casos de maltrato pasan por el sistema resolviéndose como una separación. Y el maltrato se desdibuja como una situación de conflicto, también por la custodia. Los menores se ven forzados, incluso institucionalmente, a normalizar la violencia", apunta Celia Garrido, trabajadora social especializada en violencia machista.

Además, las consecuencias en los niños son más evidentes a medida que crecen. "En la adolescencia, si ya sufrían la violencia desde la infancia, se acentúan las manifestaciones, por ejemplo, actitudes autolesivas o suicidas, incluso. Esto va acorde al desarrollo evolutivo. En la infancia se perciben menos los problemas pero a medida que avanzan se nota más", explica la psicóloga.

También podría valorarse como impacto el asesinato de los menores. Este año, dos niños fueron asesinados por su padre en Horta (Barcelona). En total, 52 menores han sido víctimas de violencia machista desde que hay registros específicos (2013). Pero los menores en contextos de violencia son muchos más. Solo en 2023, 57 menores resultaron huérfanos a causa de la violencia machista.

Según la Macroencuesta sobre violencia machista de 2019 de la Delegación contra la Violencia de Género, algo más de la mitad (concretamente, el 51,7%) de las mujeres que sufrieron violencia hasta ese año con hijos menores a cargo afirmaron que los hijos/as sufrieron igualmente violencia a manos de su pareja.

Los datos de esa encuesta reflejaron que 265.860 menores vivían en hogares en los que la mujer entrevistada estaba sufriendo violencia física o sexual de alguna pareja.

El alcance de la ley, la escucha y el arrancamiento

La ley de infancia de 2021 ponía especial atención en la elaboración de políticas públicas que tuvieran en consideración a los menores en contextos de separación y violencia machista. La norma establece la necesidad de reparar el daño por parte de las instituciones y organizaciones especializadas para madre y menor a su cargo y que, salvo interés superior, sean ellas las que se queden con los hijos. Así como terminar con el régimen de visitas para los condenados. 

"La gran mayoría de niños quieren contar lo que les ocurre, que no se les malinterprete y que no se les trate distinto. Tenemos un problema social con esto: a la infancia se la escucha muy poco. Se dice que hay un conflicto de lealtades en el niño para no dar credibilidad al testimonio del menor y eso acarrea graves consecuencias en su desarrollo", explica Santamaría. A esta psicóloga le preocupa dar voz a las niñas y niños que ve en consulta para dejar de "hablar por ellos".

Celia Garrido, trabajadora social: "Hacemos que los niños se conviertan en adultos antes de tiempo"

Aunque así lo diga la ley,  y desde la política institucional (especialmente con el anterior equipo del Ministerio de Igualdad) se haya abrazado ampliamente la consigna feminista de que "un maltratador no es un buen padre", durante los procesos judiciales todavía existen negligencias.

"Hacemos que los niños se conviertan en adultos antes de tiempo. No es que sean muy maduros o adaptados. Están sobreadaptados a la violencia y se confunde con resiliencia", explica Garrido, trabajadora social. Como nadie les protege, establecen actitudes de "control ante la reacción violencia del padre", dice. Aprenden a adaptarse a la fuerza por los errores del sistema.

Como les pasó a Marta y sus hijos, obligados por un juez a volver a mudarse a la casa donde se producían las agresiones para continuar el régimen de visitas del padre, condenado por tres delitos de violencia machista. 

Pero existen también algunos casos esperanzadores en la justicia. Por ejemplo, el de una jueza que, durante un proceso de separación, se dirigió expresamente a una niña pequeña por carta para asegurarle que retomaría las visitas con su madre.

La niña había sufrido problemas emocionales cuando otro juez condenó a su progenitora por sustracción de menores al aplicar el falso Síndrome de Alienación Parental y le retiró las visitas. Lo que las expertas denominan arrancamiento, una forma de violencia institucional. La jueza las encomendó a los servicios especializados.

Por esto mismo, para Santamaría apostar por la escucha también es invertir "más recursos". "Ya no solo en el contexto de la denuncia por la violencia, desde la misma separación hay que acompañar. Sobre todo en los procesos en los que se mantienen las visitas al padre que son todavía más complicados. No acompañar genera inseguridad en el menor", termina. 

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