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Argentina desafía su futuro

Las personas hacen cola para votar en un colegio electoral en Buenos Aires 25 de octubre de 2015. REUTERS / Martin Acosta

DANIEL SOTELSEK

Doctor en Economía por la Universidad de Alcalá.

Las elecciones argentinas, con una participación el voto de un 80% del censo, no despejan las dudas sobre quién será el próximo presidente. Todo indica que el Frente para la Victoria (FPV) liderado por Daniel Scioli ha ganado las elecciones, pero no con mayoría suficiente. El candidato opositor Mauricio Macri, de Cambiemos logra su objetivo y pasa a la segunda vuelta. Todo queda abierto para el 22 de noviembre donde los argentinos deberán desafiar su futuro.

Pase lo que pase, lo cierto es que la era kirchnerista toca a su fin; y, sin duda, es hora de hacer balance de los últimos doce años, tarea por cierto compleja porque si nos atenemos a los datos socioeconómicos oficiales (poco fiables) no hay duda que desde el colapso de 2001 (corralito) la Argentina ha logrado superar una crisis sin precedentes. Comparando los datos de 2002 con 2015, la pobreza ha disminuido del 57% al 25%, el PIB caía un 11% en 2002 y, en 2014 crecía un 0,5% con una tendencia decreciente esperando para este año una tasa negativo del 3% (según datos de expertos nacionales). El desempleo era del 21,6% y hoy esa tasa es del 6,6% y para broche final las encuestas muestran cifras de aceptación de la presidenta CFK muy favorables.

Ahora bien todas estas luces coinciden con un período de expansión y mejora en toda la Región fruto de un alza sin precedentes en el precio de las materias primas (la soja tenía un precio de 150 dólares en 2001-2002 y, en 2012 llegaba a una cifra récord de 630 dólares). El comercio mundial creció a tasas increíbles hasta el 2008 y permaneció dinámico por el tirón de China y un flujo continuado de financiamiento e inversiones muy positivo. Esto sin olvidar una política macroeconómica mas rigurosa que permitió al país observar la crisis financiera internacional por la acera del frente.

Pero solo los necios viven del pasado, la realidad se impone y todo ese contexto externo ha cambiado. Ahora es necesario aplicar un ajuste para que las cifras no nos devuelvan a situaciones anteriores. Ya sea continuidad o cambio, lo cierto es que el próximo presidente de Argentina debe conservar los logros sociales sin hundir la economía. Pero las alertas están ahí, el paro crece, la inflación está desbocada, las reservas en mínimos, el tipo de cambio atrasado y, por si fuese poco, el 2015 cerrará con fuertes déficit externo y fiscal. Como de costumbre, la Argentina, al igual que casi toda Latinoamérica, nuevamente, depende en lo básico de una variable: el financiamiento externo; y, esa es la cuestión de fondo pues este financiamiento solo se logra con confianza en las instituciones.

Si el continuista Scioli no logra la mayoría, alguna explicación se encuentra en las sombras de un período donde el gobierno ha llevado a cabo políticas de equidad sin importarle que la confianza en las instituciones es esencial para lograr el desarrollo económico a largo plazo. Si hoy el FPV pierde votos, no nos engañemos no es por la economía (al fin y al cabo quién en Argentina puede lanzar la primera piedra o asegurar que lo hará mucho mejor). Sino porque en doce años, el gobierno de los Kirchner ha sido capaz de deteriorar las instituciones a niveles nunca antes visto, y, con ello, ha causado una división en la sociedad que no será fácil de superar. Si las elecciones logran este objetivo se habrá avanzado mucho.

Recuperar las instituciones y su confianza implica que los datos no se manipulen, que la justicia sea independiente, pero también eficiente. Que los gobiernos provinciales sean leales a la República. Que el Banco Central sea una institución que nos ayude a superar la inflación y el desempleo. Que la corrupción no avance y que el Gobierno y la oposición sean democráticos. Que no se distorsionen los mercados. Que la prensa sea libre. Y, que seamos un jugador creíble en una economía global

El desafío, por tanto, es tratar de mantener una economía a flote mientras se negocia un “tiempo muerto” para reconducir la institucionalidad y fomentar un pacto social que achique la división del país. Mucho me temo que los eslóganes “continuidad o cambio” no tienen demasiado sentido. Seguro que se debe continuar con los logros obtenidos en estos años y, seguro que debemos cambiar la forma de hacer política o, mejor dicho de hacer instituciones. A estas alturas tanto Scioli como Macri siguen siendo una incógnita en cuanto al respeto debido a las instituciones y, muy previsibles en cuanto a la forma de hacer economía, pues las alternativas actuales no dejan margen de maniobra: superar la restricción externa y frenar la inflación.

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