Opinión
Ayuso 'Miami Vice'

Por David Torres
Escritor
-Actualizado a
Hace dos años y pico nombraron a Isabel Díaz Ayuso "alumna ilustre" en la Universidad Complutense de Madrid y mi amigo Cañizares fue a protestar al claustro de la Autónoma porque antes tenían que haberlo nombrado a él "alumno ilustre" con muchos más motivos. Doy fe de que Cañizares no terminó la carrera de Filosofía —dudo mucho de que aprobara siquiera una asignatura—, pero nadie más ilustre que él a la hora de tumbarse en el césped, fumar canutos y beber litronas. ¿Qué habrá más filosófico que eso? Ayuso demostró que en España el currículum universitario no cuenta prácticamente nada al lado del éxito profesional y Cañizares, que subsiste a salto de mata sin pegar palo al agua, está repitiendo a la española la trayectoria de Diógenes, que vivía dentro de un barril y predicaba la austeridad sobre todas las cosas.
La austeridad precisamente no es una de las virtudes de Ayuso, quien ha vuelto a viajar a todo tren a Estados Unidos y llevándose, además, en la comitiva a los rectores de las universidades de la capital. Teníamos que haberla visto venir cuando, unos días atrás, celebraba la apertura de la primera universidad estadounidense de pura raza en nuestro país: el Burger King de la plaza de los Cubos. Ayuso dice que los madrileños lo llamábamos cariñosamente el "Burriquín", un apodo que nadie que yo conozca ha oído ni utilizado jamás, en su puta vida: probablemente se estaba confundiendo con su propio currículum. Hablamos de una mujer que, según confesión propia, no se enteró hasta los 22 años, al bajar del avión en su primer viaje a Ecuador, que en Hispanoamérica hablan castellano.
En enero Ayuso hizo otra escala en Tailandia, en el zoológico privado de Frank Cuesta, donde se hizo una foto debajo de una cacatúa. También inauguró una plaza a su nombre en mitad del campo —"ni hoz ni martillo, aquí libertad" decía— sin caer en la cuenta de que allí estaba rodeada de animales comprados. Debe de ser la costumbre. No se sabe muy bien qué fue a hacer Ayuso en Tailandia, aparte del ridículo, del mismo modo que tampoco se entiende el modelo universitario que ha ido a promocionar en Florida, cuando en Madrid, gracias a su gestión, hay un agujero de 200 millones de euros en las universidades públicas. A lo mejor se trata de inaugurar un centro universitario a distancia, aunque, en el caso de Ayuso, Florida no nos parece lo bastante lejos.
En un discurso para la historia, Ayuso elogió a esas gentes que vinieron a Miami o a Madrid "huyendo del comunismo" para poder "trabajar, prosperar, tener empresas, propiedades y proyectos vitales". El ejemplo más insigne que le viene a uno a la cabeza es el de Tony Montana, el emigrante cubano de El precio del poder, de Brian de Palma, que salió por patas de Cuba huyendo de Fidel Castro y se instaló en Miami para controlar el tráfico de cocaínas y hacerse un empresario de provecho. El momento más emotivo de su visita tuvo lugar cuando Ayuso abrazó a una trabajadora cubana que decía seguir la política española "al kilo" y que le preguntó: "¿Cuándo vamos a salir de Pedro Sánchez?" Se ve que la mujer no estaba muy bien informada, porque la respuesta se la podían dar, en carne y hueso, los miles de inmigrantes cubanos y sudamericanos que votaron por Trump y están siendo deportados por toneladas.
"Todavía no he comido y mira la hora que es" dijo Ayuso, repitiendo en bucle una de esas gracietas que hacen las delicias de sus incondicionales fruteros. Ni un momento deja la presidenta de hacer oposición a distancia contra Pedro Sánchez, ya sea en el Burger King, al lado de una trabajadora cubana o bajo una cacatúa. Se echa de menos un episodio de aquella teleserie de los ochenta, Corrupción en Miami, donde Ayuso fuese de invitada especial junto a Don Johnson para ayudarle a detener, por ejemplo, a una banda de narcotraficantes gallegos. Pero cuidado, que lo mismo iba Feijóo en una de las lanchas sin enterarse de nada, como siempre.
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