Opinión
Casillas da la cara
Por David Torres
Escritor
Mi anuncio favorito protagonizado por Iker Casillas era aquel en que se subía a un taxi conducido por un cegato acojonante que le preguntaba: "¿Dónde la llevo, guapa?" Y entonces Iker se volvía hacia la cámara y cantaba: "Me siento seguroooo, tralalalalala". Había otras variantes, especialmente una que rozaba la pedofilia y en la cual Casillas se quedaba encerrado en un ascensor con varias jovencitas que portaban carpetas forradas con sus fotos. Prefiero, con mucho, la versión del chófer con dioptrías múltiples, entre otras razones porque aquel taxi profetizó su encuentro y su desencuentro con Mourinho.
Ahora Casillas va a prestar su cara a Arriaga Asociados, un despacho de abogados especializado en derecho bancario y financiero, que lleva años gestionando demandas contra Bankia y que ha recuperado ya para sus clientes, según reza su publicidad, más de 150 millones de euros. El propio Casillas invirtió casi medio millón de euros en acciones, con lo cual está personalmente implicado en la estafa monumental de Bankia. Su imagen de chico de barrio, de yerno profesional, tranquilo y agrario, va a atraer a un montón de afectados que aún recuerdan aquel tercer pie inverosímil que sacó ante Robben y con el que nos regaló el Mundial de Sudáfrica.
A Casillas se le ha reprochado siempre su falta de colocación, sus fallos por alto y otras carencias inconcebibles en un guardameta de su renombre, olvidando que su principal cualidad bajo palos no la conoce ni Dios. Casillas no es felino ni elástico ni siquiera ubicuo, sino subatómico. Sus movimientos obedecen a las leyes de la física cuántica. Con él sucede lo mismo que con los electrones, que no se puede determinar a la vez su velocidad y su posición. Lo mismo canta el aria de La Traviata a la salida de un córner que se desdobla en tres para despejar un balón. Ni siquiera Sara Carbonero pudo prever la agilidad del beso con el que le selló la boca ante las cámaras.
En el Madrid lo llamaban, y con razón, el Santo, aunque ese mote apostólico no lo salvaría de una demolición a cámara lenta instigada por su gran enemigo, Mourinho, agravada con una lesión y continuada por una espectacular mala racha. En España la gente saca la Virgen de procesión para pedir que llueva pero, si la sequía persiste, no es raro que la Virgen acabe en el lecho seco del río, por inútil. Frente a quienes esgrimen el rostro de Casillas como símbolo de eficacia y juego limpio, Bankia podría contratar a Mourinho para protagonizar una campaña publicitaria a la contra. El entrenador portugués no sólo es un ajedrecista nato, capaz de colocar a Pepe en el centro del campo o a Eto'o en la defensa, sino que además gasta una pinta de banquero chungo que tira de espaldas. Al entrar a una sucursal, pasando al lado de un cartel decorado con su chulería, su prepotencia y su ceño de hemorroides, la gente no olvidaría con quién se está jugando los cuartos. Al fin y al cabo, nada puede empeorar la imagen de un banco que ha puesto al frente de sus cuentas a Blesa -"Me siento segurooo, tralalalalala"- y a Rato.
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