Opinión
Charlie Kirk y el precio de la libertad

Por Pablo Batalla
Periodista
-Actualizado a
Charlie Kirk, activista ultraderechista y enemigo furibundo del control a la tenencia de armas de fuego en Estados Unidos, solía decir que las muertes por arma de fuego son el precio de la libertad. «Nunca viviréis en una sociedad en la que haya una ciudadanía armada y no haya una sola muerte por arma de fuego», decía con el encogimiento de hombros de quien no se hiciese mala sangre con la imposibilidad humana de controlar el tiempo atmosférico. El cielo es azul, el agua moja, hay armas y se disparan, y así son las cosas. Kirk, ahora, acaba de morir por un disparo certero de arma de fuego. Y esto sí que es así: si fomentas la violencia, la apruebas, la disculpas o te encoges de hombros ante ella, si no contribuyes a ponerle freno, vuelves más probable que te acabe matando a ti.
Cuesta verdadero trabajo lamentar la muerte de alguien que también decía que las mujeres negras tenían menos «capacidad cerebral» que las blancas, entre otras negras perlas del fascismo trumpista. Kirk hizo mucho daño, vivía de hacerlo, y un día terminaron por hacérselo a él. Pero, si no somos cristianos —cristianos de verdad, no cristianos como Kirk o J. D. Vance— o humanistas laicos que lamenten cualquier muerte y hasta las de las personas más deleznables, hay que lamentar esta, en todo caso, con fría inteligencia marxista, utilitarista, como un acontecimiento que no acercará ni un metro a Estados Unidos a la justicia social. Más aún, bien podrá alejarlo, en la medida en que anime a Trump y los trumpistas a recrudecer la represión y el recorte de libertades; a hacer de este asesinato su «incendio del Reichstag». Del pistolerismo anarquista del siglo XIX y principios del XX al ciclo terrorista post-sesentayochista, estas aventuras vengativas individuales nunca hicieron ninguna revolución, y de hecho alimentaron horribles estallidos de siniestra reacción.
Yo milité en otra vida en una organización comunista en la que, cuando ETA aún existía y mataba, se nos decía que debíamos condenarla, no por asesina, sino por contrarrevolucionaria. Este columnista ya creía entonces que tampoco pasaba nada por condenarla también por asesina. Pero no dejaba de ser cierto que era, además, contrarrevolucionaria. Concedía licencias horribles a nuestros enemigos; los convertía en mártires, héroes y campeones electorales; les facultaba para promulgar «leyes antiterroristas» que no perjudicaban solo a los terroristas; legitimaba cajones de sastre represivos y victorias de la derecha que acababan afectándonos a todos.
Del trumpismo y de todas sus sucursales internacionales es importante entender que son formidables proyectos colectivos, en los que los individuos concretos que los lideran cuentan algo, pero cuentan poco. De una de esas sucursales, el ayusismo, lo explica siempre bien Ramón Espinar: depondríamos a IDA y daría igual, porque lo fuerte, en Madrid, no es cada presidente concreto al que el PP instala en el palacio autonómico de la Puerta del Sol, sino el Partido. Y por eso Esperanza Aguirre, Ignacio González y Cristina Cifuentes pudieron caer sin que nada mejor ocupase su lugar. Ayuso carece de más talento personal que el desparpajo; no se encaramó al poder madrileño por talentosa, sino simplemente por estar en el lugar adecuado en el momento oportuno (lo que puede ser un talento o una casualidad). Ella tiene dos ojos (y dos orejas con pinganillo, tapadas por el pelo largo), el Partido tiene mil. También tiene mucho dinero.
En Estados Unidos hay decenas, cientos, miles de posibles charlies kirk. La fábrica de influencers MAGA no tendrá problema ninguno en facturar otro que haga lo mismo, que diga las mismas cosas, que tenga el mismo desparpajo juvenil. Y entonces lo que hay que hacer, lo que tienen que hacer las tropas del progreso, la auténtica libertad, la ciencia y la Ilustración —por todas esas cosas combatimos— no es destruir los muñecos, sino asaltar la fábrica. Y entre que se asalta y no, también construir una fábrica que fabrique muñecos mejores.
Comentarios de nuestros socias/os
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros socias y socios, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.