Opinión
El fango internacional en el que nada Pedro Sánchez

Por Sato Díaz
Coordinador de Política.
En la verde costa occidental de Escocia, desde el resort y campo de golf Trump Turnberry se intuye el Fiordo de Clyde. Este complejo, construido por la compañía de trenes escocesa en 1906, fue base militar durante las dos guerras mundiales por su selecta ubicación y, posteriormente, escenario de históricos duelos de golf. En el año 2014, Donald Trump lo adquirió. El 27 de julio de 2025, el presidente norteamericano echaba unos hoyos mientras la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, se retocaba y se preparaba para una foto de dudosa ejecución.
Casi un año antes, en septiembre de 2024, el expresidente del Banco Central Europeo y ex primer ministro de Italia Mario Draghi, a petición precisamente de la propia Von der Leyen, presentaba el conocido coloquialmente como Informe Draghi. En él, el italiano se aventuraba a hacer una serie de recomendaciones a la UE sobre cómo afrontar un incierto futuro en un contexto geopolítico esquizofrénico, reforzando la competitividad y soberanía europea frente a otras potencias mundiales. Según el Financial Times, tan solo se ha implementado en un año el 11,2% de las medidas sugeridas en el documento y van rezagadas las relacionadas con materias tan relevantes como la digitalización, la energía o la defensa. Mientras el pasado 27 de julio Trump se paseaba orgulloso por el green, Von der Leyen seguía esperando a que le diera audiencia unos metros más allá.
Esta semana, Trump ha cambiado el nombre del Pentágono, ya no es Departamento de Defensa, sino de Guerra. Una modificación de la nomenclatura en un contexto en el que Estados Unidos ha movilizado a miles de marines en el Caribe con la mirada puesta en la petrolera Venezuela bajo el pretexto de la lucha contra el narcotráfico. Pocos días antes, en la emblemática plaza de Tiananmen de Pekín, el líder chino Xi Jinping presidía un gran desfile militar escoltado por el ruso Vladimir Putin y el norcoreano Kim Jong Un con motivo del 80 aniversario de la victoria aliada en la II Guerra Mundial. Cientos de armas avanzadas fueron presentadas en sociedad en un acto que contó con la participación de más de 10.000 soldados, mostrando el creciente poder militar de China. Von der Leyen esperaba en Escocia; Trump, que tildó la reunión de líderes mundiales en China de "conspiración contra Estados Unidos", intentaba un hole in one.
El 27 de julio, Trump se reunió con la presidenta de la Comisión Europea una vez finalizó su jornada de golf, en un encuentro que duró menos de una hora y que supuso la claudicación de la UE en el acuerdo arancelario con la potencia norteamericana: se imponían los aranceles del 15% en la mayoría de las exportaciones europeas; la UE se comprometía a comprar energía y material de defensa estadounidense por valores estratosféricos... La dirigente alemana consiguió la tan preciada foto, pero el acuerdo le valió para ganarse muchas críticas del lado europeo: el primer ministro francés François Bayrou tildó la fecha de "día oscuro"; el presidente alemán Frederich Merz valoró que el pacto causará "daños considerables" a la ya maltrecha economía alemana; el húngaro Viktor Orbán afirmó festivo: "Trump se desayunó a Von der Leyen". La ultraderecha nacionalista celebró una derrota de la UE en manos de su líder espiritual Trump. La izquierda alternativa subrayó la pérdida de soberanía europea en favor de Estados Unidos.
La sumisión de Von der Leyen en la humillación de Trump contrastó con el tono duro que usó escasos días antes en el encuentro bilateral mantenido entre la UE y China. La política alemana advertía a Jinping de que las relaciones bilaterales habían llegado a un "punto de inflexión" y la delegación europea exigió un reequilibrio de la balanza comercial, favorable al gigante asiático. La reunión se produjo en un clima tenso y los acuerdos brillaron por su ausencia salvo, curiosamente, en materia medioambiental. Ambas partes se comprometieron a reafirmarse en el Acuerdo de París.
Días intensos en clave internacional la última semana de julio. Sin embargo, resulta esclarecedor revisarlos semanas después porque evidencian cómo se está reconfigurando el mapa geopolítico a marchas forzadas. El curso acababa con una cumbre de la OTAN en La Haya en la que los aliados sucumbían a la exigencia de Trump de aumentar el objetivo del gasto militar al 5% del PIB en diez años (con la excepción de España) y arranca con una aceleración de la espiral belicista y la evidencia de que la UE no se atreve a dar un paso definitivo en favor de su independencia, de tener una voz propia en la reconfiguración del mundo y no cacarear el discurso que dicta Washington DC. Hoy, Francia prepara sus hospitales por si tuvieran que atender de urgencia a un número elevado de soldados, y Alemania lanza exitosas campañas para reclutar individuos y engrosar las filas de su ejército.
La presidencia de Pedro Sánchez siempre ha destacado por darle importancia al aspecto internacional. Sin embargo, el viraje político mundial hacia la derecha deja al Gobierno de coalición español con menos aliados ideológicos. Cada vez más dirigentes occidentales anhelan jugar al golf con Trump. Esta realidad dificulta a Sánchez y al Gobierno obtener victorias en el plano exterior, obligados a asumir acuerdos y políticas que no satisfacen al electorado que sustenta al Ejecutivo. Sin embargo, en Moncloa ven también la coyuntura internacional como una oportunidad para dar una batalla ideológica y tener una voz propia y diferenciada.
Esta semana, sin ir más lejos, el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, reivindicaba la política exterior del Gobierno como alejada de "seguidismos", asegurando que puede defender los mismos valores en Washington o en Pekín. En plena tensión entre las superpotencias y con la UE escorada hacia los intereses americanos, la voluntad de apariencia de independencia del Gobierno español es una rara avis. La visita de Sánchez a China el pasado mes de abril le configura como uno de los dirigentes occidentales con mejores relaciones con el gigante asiático, mientras que la relación del español con Trump es distante, fría y únicamente basada en lo institucional. El choque en la pasada cumbre de la OTAN en Países Bajos fue un ejemplo de ello. Ante la negativa del Gobierno español de asumir el aumento hasta el 5% del PIB en gasto militar, Trump amenazó a España con que "pagaría doble" y acusó al Gobierno de querer "un viaje gratis".
También mantiene un discurso diferenciado el Gobierno español de sus socios europeos en la cuestión de palestino-israelí. Mientras Israel agudiza la masacre en Gaza y el genocidio contra la población palestina, la respuesta de la UE brilla por su ausencia. El Gobierno español lidera, en el plano diplomático, la respuesta contra el Gobierno de Netanyahu habiendo sacado adelante medidas como el reconocimiento del Estado palestino o la participación en el proceso iniciado por Sudáfrica en la Corte Penal Internacional. También reclama a la UE que rompa el Acuerdo de Asociación con Israel. Sin embargo, la sociedad progresista española exige al Gobierno mucho más, y que se deje de medias tintas. Sobre todo, se reclama que el embargo de armas a Israel sea efectivo de una vez y que rompa las relaciones diplomáticas con el Estado de Israel retirando la embajadora española de Tel Aviv.
La defensa del Derecho Internacional y de las instituciones multipolares en el plano internacional son una de las banderas discursivas del Gobierno de Sánchez; sin embargo en este caso también muestra contradicciones. Mientras defiende el Derecho Internacional como forma de solventar el conflicto de Palestina o de Ucrania, Sánchez apoya sin tapujos la ocupación ilegal de Marruecos sobre el Sáhara Occidental y se opone al ejercicio del derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui reconocido por las propias Naciones Unidas.
En materia medioambiental también da la batalla el Gobierno en el plano internacional, siendo de los mayores defensores de los acuerdos para combatir la emergencia climática. Por otro lado, aunque Sánchez mantiene un discurso favorable a la migración frente al auge xenófobo en Occidente, esto contrasta con algunas medidas llevadas a cabo por el Gobierno. Así, se mantienen de facto las devoluciones en caliente, se promueven acuerdos con países de origen y tránsito que no garantizan el respeto de los derechos humanos de las personas migrantes. También apoyó el restrictivo Pacto Europeo de Migración y Asilo y mantiene bloqueada la regularización masiva de personas migrantes en el Congreso.
El curso arranca y es un mar de incertidumbres en el plano internacional. La actualidad se acelera y la sensación es que el abismo se acerca. El Gobierno español tiene una voz diferenciada y propia en estos asuntos, y puede dar una batalla ideológica en distintos aspectos. También pueden subrayarse la incoherencia entre decir una cosa y llevar a la práctica otra, y más cuando la UE vira a marchas forzadas hacia posiciones cada vez más derechistas y belicistas.
Viene por delante una interesante agenda internacional: la 80ª Asamblea General de Naciones Unidas tendrá lugar del 23 al 19 de septiembre en Nueva York; la próxima cumbre climática (COP 30) se celebrará en Belém (Brasil) del 10 al 21 de noviembre; el 22 y 23 de noviembre será la reunión del G20 en Johannesburgo (Sudáfrica)... Sánchez pasa por un momento político complejo interno, por eso habrá que estar muy atento a la importancia que le dé al plano exterior con este completa calendario. Sánchez nada en un mundo cada vez más enfangado. Otros juegan al golf en el barrizal.
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