Opinión
Juancar entra en campaña

Por Anibal Malvar
Periodista
“¿Cambiarán las cosas con un gobierno diferente? ¿Se me facilitaría el acceso a La Zarzuela?”. Juan Carlos de Borbón. Reconciliación (Ed. Planeta, 2025)
Hay muy distintas formas de pedir el voto. Unos lo hacen con una motosierra, en plan Freddy Krueger, y otros con la paloma blanca de Picasso o la rama de olivo de Yasir Arafat. En esta temporada otoño/inviernuclear, sobre las pasarelas del charme democrático impera el primer estilismo. Algo normal, para tiempos violentos (que son todos). Con la motosierra puedes cortarle las alas a la paloma blanca de la paz, nunca viceversa.
En su enorme singularidad, los borbones han encontrado una revolucionaria forma de pedir el voto a la motosierra sin mentar a la motosierra. No son tan simples ni tan tardos como aseguran los detractores de la consanguinidad. Sus mefistofélicas artes les han permitido saquear al pueblo español durante 300 largos años casi ininterrumpidamente. Eso no lo hace cualquier tonto. A casi todos los borbones los echamos del país por corruptos, cobardes o asesinos, o por las tres cosas a la vez, pero al poco volvíamos a recibir a su heredero con los brazos y las huchas abiertas a un nuevo espolio. Suele suceder que los estafados suelan admirar a sus estafadores. Por eso existe el voto obrero de derechas. Es un econosíndrome de Estocolmo muy poco estudiado.
El ciudadano conservador considera a los borbones como sus ladrones de confianza. ¿De qué van a vivir, los pobres, sin nuestro sacrificio? A este tipo de español, católico y de bien, el que le indigna es el ladrón electo, el delincuente nacido de las urnas, el robaperas de izquierdas. Puede haber uno entre mil corruptos democráticos, y el Rey es Uno entre Un Corrupto Coronado, pero, por razones ignotas, la democracia sufre más desprestigio por ese uno por mil putrefacto que la monarquía con su 100% de depravación. Notable récord.
Todo es tan inexplicable y confuso que uno no puede prever lo que sucedería si, en España, un rey borbón, de los dos actuales, pidiera u orientara el voto. Anduve rastreando vagamente la Constitución, y no observo yo artículo alguno que impida a un rey de España sugerir insinuaciones políticas. Felipe VI lo hizo claramente tras el referéndum catalán. Ahora, nuestro también rey Juan Carlos acaba de pedir nítidamente el voto para derechas y ultraderechas a los borbonistas que desean que regrese a España. No serán pocos. Dicen las encuestas fiables y no fiables que alrededor de un 50% de la población española sigue lacaya de los borbones. Hay un caladero demoscópico que puede decantar su voto según lo que insinúe un rey.
Nuestro imparcial rey Juan Carlos, ese que, aunque sea emérito, no debería meterse en política (como su mentor Francisco Franco), asegura en sus memorias que el gobierno de Pedro Sánchez obligó a Felipe VI a exiliarlo en Abu Dabi. Que su hijo no quería soterrarlo en el desierto arábigo. Que la culpa de su lejanía de España es de este gobierno desalmado, bolivariano y anticampechano. En Reconciliación, su gran legado literario, Juancar se hace estas dos preguntas.
"¿Cambiarán las cosas con un Gobierno diferente? ¿Se me facilitaría el acceso a La Zarzuela?"
Son quince palabras de poesía política exuberante. Por una parte, Juan Carlos I nos viene a sugerir que, con un gobierno del PP y Vox, su hijo se sentiría liberado de las cadenas estalinistas de Pedro Sánchez y podría retornar al hogar familiar, La Zarzuela, cerca del amoroso calor femenino de su Sofía y Letizia (que, como todos sabemos, lo añoran inconsolables) y del porno-palacete que acondicionó para Corinna Larssen. Son demasiados recuerdos de nuestro rey y nuestra España que se pueden perder como lágrimas en la lluvia de Abu Dabi, donde nunca llueve.
Por fin un rey borbón, aunque sea emérito, ha pedido directamente, y en sus memorias, no en un chascarrillo de bar, que sus súbditos voten su programa electoral: “¿Cambiarán las cosas con un gobierno diferente? ¿Se me facilitaría el acceso a La Zarzuela?”.
Si gozáramos de un Tribunal Constitucional que se atreviera a sancionar la parcialidad política de nuestros reyes, quizá estás quince palabras de Juan Carlos I deberían llegar al banquillo. Pero no os hagáis ilusiones. Son inviolables. Todo lo contrario que nosotros. En eso se basa nuestra conciliadora monarquía parlamentaria. Un rey emérito y delincuente tiene el derecho a decirle a los monárquicos y fascistas que voten a PP y a Vox para que lo dejen volver a España. Todo democrático y normal.
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