Opinión
Neuroderechos: La UNESCO en el laberinto de la tecnología

La UNESCO está preocupada por nuestra privacidad mental, por el impacto del desarrollo de las neurotecnologías en el afianzamiento de las desigualdades, en la vulneración del desarrollo madurativo de los jóvenes expuestos a esta tecnología. La UNESCO también tiene, según la directora general de Unesco, Audrey Azoulay, una "profunda convicción": "que el progreso tecnológico solo vale la pena si está guiado por la ética", aunque no sepamos muy bien qué fundamenta esa ética de la que habla. Seguramente si la UNESCO asumiera fundamentos antropo-ecológicos para la ética, es decir, si pusiera en el centro de sus preocupaciones no tanto al ser humano y su capacidad tecnológica como la relación viva entre aquel y su entorno, quizás descubriría que el progreso tecnológico no es un valor en sí mismo, sino simplemente una elección cultural que Occidente realizó para el mundo hace muchos años. La UNESCO está preocupada por el estado de cosas en un mundo donde el progreso tecnológico es el fundamento de todo, pero no se preocupa por ese fundamento. Se preocupa por la desprotección de los neurodatos extraídos de los individuos sometidos al imperio de las neurotecnologías, pero no se preocupa por la conversión del pensamiento en dato, es decir, por las condiciones de posibilidad que permiten la reducción de la vida al dato. La UNESCO asume esa reducción de la vida al dato, y por eso afirman que "debemos proteger las emociones, los sentimientos y los pensamientos de las personas". Sin embargo, la protección, me temo, debe ir en otro sentido. No debemos proteger las emociones, los sentimientos y los pensamientos de las personas, debemos proteger a las personas de la sistemática reducción de sus vidas a sus emociones, sentimiento y pensamientos, debemos proteger a las personas de todo sistema que les convierta en incapaces de protegerse a sí mismos, debemos reivindicar un sistema que restaure la unidad de la persona, su autonomía para que sean las personas quienes se defiendan contra la tecno-modificación de sus vidas
La UNESCO se preocupa mucho de la privacidad, como si fuera el derecho vulnerado más importante, aunque su vulneración no sería a mi juicio el que más indignación debería despertar. Desde hace más de una década decidimos alegremente entregar nuestra privacidad en forma de datos al sistema tecnológico, y ello no ha supuesto ninguna reorientación de nuestras conductas ni del sistema. La neurotecnología, deberían entender desde la UNESCO, simplemente es una nueva fase de la vieja pretensión de control y dominio que trae consigo el desarrollo tecnológico. La tecnología, ya sea en su rama biológica, neurológica o digital, lo que hace es, simplemente, instaurar un modelo de vida tecno-dependiente. Primero fue el ordenador, sin él ya no podemos trabajar; luego el teléfono inteligente, sin él ya no podemos realizar acciones cotidianas como pagar o realizar trámites administrativos; en algún momento podrán ser los chips intracraneales. La UNESCO debería entender que la cuestión de fondo que plantea la neurotecnología es la que plantea la tecnología en general. Al convertirse en el entorno nativo de los seres humanos, la tecnología nos obliga a tecno-adaptarnos. La tecnología nos obliga a estar conectados, y el paradigma de esa conexión es la interfaz cerebro-máquina. Y cuando la tecnología se convierte en una imposición, entonces lo que se vulnera no es solo la privacidad, es la autonomía humana en toda su magnitud. Lo que se pone en peligro es la libertad de vivir nuestras vidas al margen de las mediaciones tecnológicas. Por eso creo que, frente a la obligación de vivir nuestras vidas tecnológicamente (ya sea la vida del pensamiento, la vida laboral, o la vida emocional), necesitamos un derecho a la desconexión, porque lo que está amenazado es un mundo en el que poder vivir de maneras alter-tecnológicas.
Este "derecho a la desconexión" iría mucho más allá de lo que permiten los neuroderechos, porque mientras aquel impugna el fundamento de nuestro mundo Tecnoccidental, estos asumen la inevitable vigencia de ese mundo. El de los neuroderechos es un marco jurídico que surge en respuesta a los desafíos que trae consigo concretamente la neurotecnología. Sin embargo, su misma definición ya muestra la debilidad del derecho frente a la tecnología. El derecho debe recordar que tiene como fundamento la dignidad de la persona, ya sea en su dimensión subjetiva (neurológica), interpersonal o incluso ambiental, y por lo tanto no debería fragmentarse. Los neuroderechos no son diferentes de los derechos biotecnológicos (por ejemplo, en el contexto de la clonación), o de los derechos ecológicos o climáticos, porque todos tienen en común la preocupación por la integridad de la persona. Y lo más importante, todos tienen enfrente, como origen de todas las transgresiones, el desarrollo tecnológico. Desde el momento en que el derecho tiene como fundamento al ser humano, y la tecnología se tiene como fundamento a sí misma, su propio desarrollo, aún a costa de la dignidad humana, Derecho y Tecnología serán mundos incomensurables. Por eso, más nos valdrían un sistema jurídico bien armado legalmente frente al desarrollo tecnológico en su totalidad, en lugar de una plétora de derechos elaborados de manera reactiva ante el envite del tecno-poder.
Es en la medida en que la ciudadanía vive bajo un sistema que prioriza el desarrollo tecnológico sobre el bienestar humano y ambiental, que la protección a la ciudadanía frente al desarrollo tecnológico implicaría inevitablemente un cambio radical de sistema. Pongamos el mejor de los ejemplos, el desarrollo e implementación de la IA se ha llevado a cabo sin consultas a la ciudadanía. El desarrollo e implementación de una tecnología con la capacidad de alterar profundamente las vidas humanas y extra-humanas, en un estado democrático de derecho, hubiera sido objeto, como mínimo, de una campaña de información, formación y educación, pero, sobre todo, de referéndum. Que esto no haya sido así demuestra no solo que el pueblo no es soberano, sino que ni siquiera el sistema jurídico trabaja por restaurar esa soberanía, demuestra que vivimos en un sistema tecnototalitario.
La tecno-digitalización de la vida y del entorno ha sido todo menos un proceso democrático. Y Las personas, supuestamente libres e iguales ante el derecho de participar en el proceso constituyente de su mundo, se encuentran hoy en un mundo constituido e impuesto de antemano, que deben asumir como propio, y del cual, por lo tanto, se sienten alienados.
Por eso, la única manera de que un Estado de Derecho proteja a la ciudadanía del desarrollo tecnológico es que sus dirigentes, y la propia ciudadanía, entiendan que la tecnología no son meras herramientas, que el desarrollo tecnológico no es inevitable, sino un sistema que tiende a imponerse de maneras no democráticas. Y esto a pesar de las "oportunidades únicas para aliviar el sufrimiento, la depresión o el párkinson", que traen consigo desarrollos como los de la neurotecnología.
Porque, en efecto, los beneficios son numerosos y bienvenidos en muchos aspectos en lo que respecta al ámbito de la medicina. Sin embargo, esos beneficios de los que disfrutará una parte importante de la población se usan demasiadas veces para ocultar o minimizar el impacto que tendrán las tecnologías biológicas y neurológicas, y en general el desarrollo tecnológico, en el ser humano y el medioambiente. Como ejercicio de reflexión propongo preguntarnos, por ejemplo: en el caso del chip de Neuralink, ¿qué hay detrás de su desarrollo? ¿Es una genuina preocupación por el bienestar de las personas con lesiones medulares, o es el deseo transhumanista de hibridarse con la IA como dijo Elon Musk?
He aquí un punto de confrontación neurálgico: ¿qué relación tiene el desarrollo de la medicina con el desarrollo tecnológico? ¿Es la investigación médica la que fomenta el desarrollo tecnológico? ¿O el desarrollo médico simplemente se beneficia del desarrollo científico y tecnológico? ¿qué está en el centro de la investigación? ¿Las dificultas y problemas médicos? ¿O los problemas y dificultas para la implementación de la tecnología en todos los aspectos de la vida?
En el contexto que nos abre el impositivo desarrollo tecnológico, ya sea en su modalidad neurotecnológica o de IA, debemos impedir que todo beneficio que pueda traer aparejado el desarrollo tecnológico sea abstraído de las condiciones que lo han hecho posible, es decir, del sistema tecnocéntrico que no tiene como fundamento ni al ser humano, ni la sostenibilidad, sino a sí mismo. En este contexto, la UNESCO debería salir del laberinto de la tecno-idolatría y definir esa ética que tanto se enarbola, pero de la que tan poco se habla.
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