Opinión
Unas nuevas coordenadas climáticas
Por Guillermo Zapata
Escritor y guionista
Están pasando cosas importantes. Cosas a las que no atendemos demasiado, porque el ruido de la polarización y la atención acelerada no nos dejan verlas. Son los árboles del bosque. El mundo está cambiando lenta y muy rápidamente a la vez. Voy a intentar señalar algunos ejemplos.
En los últimos 18 meses las emisiones de CO2 a la atmosfera de China han sido planas o han descendido. Un acontecimiento que ha pasado desapercibido, pero que es especialmente importante teniendo en cuenta que China es una de las grandes fábricas de contaminación del planeta, pero también la potencia de energías renovables más importante del mundo. Que haya un cambio tan relevante y sintomático de tendencia debería hacernos atender con todos nuestros sentidos.
Otro elemento relacionado con el impacto y el impulso de las renovables en China tiene que ver con Africa. Varios gobiernos de países africanos están comprando tecnología china de placas solares y almacenamiento. Según un artículo de Zeyi Yang publicado en la edición digital de la revista Corriente Cálida: "En mayo de 2025, los países africanos importaron en total 1,57 gigavatios de paneles solares de China, una cifra récord". Antes lo había hecho Pakistán y un poco antes, en 2023, Sudáfrica, ¿El motivo? El misma artículo señala lo siguiente: "Lo que más está impulsando la popularidad de la energía solar es simple: el coste de comprar e instalar paneles chinos se ha abaratado tanto que el mundo ha alcanzado un punto de inflexión. Aunque un país no esté particularmente preocupado por el cambio climático, simplemente tiene sentido económico generar energía solar. (…) Muchos países africanos ahora mismo sencillamente necesitan más electricidad. Y el hecho de que exista la opción de instalar plantas solares por una fracción del coste de construir una nueva planta de carbón o gas resulta atractivo".
Es más rentable y resulta más barato garantizar la demanda de electricidad a través de energías renovables que de ninguna otra manera. Además es más fácil descentralizar este tipo de proyectos, lo que permite una implantación con mayor resiliencia en territorios con una enorme escasez de infraestructuras.
Miremos ahora al lado contrario.
Según el último informe de la AIE, EEUU está produciendo en 2025 tanto petróleo como Arabia Saudí y Rusia juntas. Vuelve a leer la frase anterior un momento y piensa lo que significa, la relevancia de la misma y la profundidad de sus implicaciones. Mientras una de las potencias económicas mundiales está apostando todo al desarrollo de energías renovables, la otra gran potencia económica y política mundial está apostando todo a las energías fósiles.
Esos dos ejes de tensión tiran en direcciones contrarias y no son cuestiones técnicas, sino pura soberanía y poder político. Trump quiere que la política energética del mundo vaya detrás de la apuesta por la energía fósil de EEUU. En ese proyecto está arrastrando primero a la extrema derecha internacional y luego a los partidos de derecha tradicional incapaces de tener una posición propia frente al auge de los proyectos reaccionarios.
Eso es lo que explica que esta semana el Partido Popular español, desoyendo a su propio grupo en Europa, haya votado con la extrema derecha contra el objetivo de emisiones de 2040 decidido por la Eurocámara. Es lo que explica también que esta semana intentaran colar una enmienda en la Ley de Movilidad Sostenible para extender la vida útil de las nucleares en España.
La aplicación de la enmienda, que finalmente no se ha aprobado, habría supuesto entre otras muchas cosas que el dinero del mantenimiento de las nucleares pasara de las empresas del oligopolio a los presupuestos generales del Estado.
Es una buena definición del proyecto político retardista. Mientras se va desarrollando una energía más limpia y más barata que puede ser un eje clave para una nueva política industrial en España, un país que dispone básicamente de sol y viento que para cualquier otra cosa depende de terceros países, hay una propuesta para que energías más peligrosas y mucho más caras se mantengan artificialmente hipotecando los recursos futuros del Estado.
Hay un realineamiento espacial que también es ideológico. No se puede hacer la transición ecológica sin el poder de los Estados. Los dueños de la economía fósil lo han entendido perfectamente y por eso dedican una cantidad ingente de recursos para mantener su alianza entre economía y política. Ganar esta pelea, que sin duda puede perderse, pasa porque los alineamientos de quienes defendemos una transición ecológica justa como un motor eléctrico de prosperidad se orienten en dos direcciones: en el eje abajo arriba haciendo todos los esfuerzos posibles por mantener e impulsar los gobiernos comprometidos con la civilización solar; y espacialmente saliendo del dominio fósil de los EEUU y reforzando las alianzas con China, Europa y el conjunto de los países que están entendiendo que su futuro pasa por el poder del sol. Una internacional climática. Una internacional solar.
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