Opinión
La ONU es ETA

Por David Torres
Escritor
-Actualizado a
Contaba Bukowski que una de las veces que acabó en un hospital, el médico se quedó tan perplejo por el resultado de los análisis que le pidió que le explicara con todo detalle cómo se desarrollaba una de sus jornadas. Bukowski dijo: “Verá, doctor. Me despierto, voy al baño, orino, vomito, me doy una ducha…”. “Espere, espere un momento. ¿Cómo es eso de que vomita?” “Pues que aprovecho que está subida la tapa y arrojo toda la papilla al retrete”. “¿Quiere usted decir que vomita cada mañana? ¿Todos los días?” “Claro. ¿Usted no?” Bukowski creía que el vómito mañanero era algo tan habitual como el desayuno o la meada después de despertarse; de hecho, él solía desayunar media botella de whisky y luego iba aumentando la dosis. Comparto esa suposición completamente equivocada, aunque no por el exceso de alcohol: lo que no entiendo es que la gente no regurgite hasta los ojos después de oír las declaraciones de cualquier dirigente del PP.
En efecto, el vómito es la única respuesta fisiológica comprensible después de escuchar la pachorra con la que la portavoz del PP en el Congreso, Ester Muñoz, corrigiera el escalofriante informe de la ONU que califica de “genocidio” la intolerable matanza cometida por el ejército israelí en Gaza. Ataviada con un modelito tipo safari donde sólo faltaban la escopeta y las cananas, Muñoz dijo que a la ONU no le compete definir lo que es un genocidio, que eso es cosa de la Corte Penal Internacional. Puede que la ONU no sea la entidad competente para ello, pero Muñoz se equivoca de plano, porque la decisión corresponde a la Corte Internacional de Justicia, un órgano dependiente de las Naciones Unidas que ya ha dictaminado en numerosas ocasiones la ilegalidad de los asentamientos de colonos israelíes en territorio palestino. Lo que sí ha resuelto la Corte Penal Internacional, en noviembre del año pasado, es una orden de arresto contra Netanyahu por “crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad”.
Pero, en fin, esas resoluciones de la justicia internacional Israel se las pasa por el arco del triunfo desde hace varios decenios, no digamos ya el PP, un partido que en repetidas ocasiones se ha negado a condenar la dictadura franquista argumentando que ya lo hicieron en 2002, justo un año antes de que se negaran a participar en un homenaje a las víctimas del franquismo durante los actos de celebración del primer cuarto de siglo de la Constitución. En cuanto a la Ley de Memoria Histórica también votaron en contra, porque ellos son de mirar al futuro en vez de al pasado, excepto en lo que se refiere a los crímenes de ETA, que para eso es como si hubieran sucedido ayer. Es normal que a la ONU no le haga caso ni el Tato, cuando en Tel Aviv la toman por el pito del sereno. Para algo en Génova los tribunales los controlan por delante y por detrás.
Sin embargo, algo empieza a cambiar en el marasmo de indiferencia y complicidad con el que los gobernantes europeos contemplan el espanto incalificable de Gaza. La Comisión Europea acaba de proponer aranceles por valor de 227 millones a Israel, aunque la decisión final dependerá de los países miembros. Hasta Feijóo está cambiando de tercio, atreviéndose a espetar el disparate de que Sánchez, por seguir en el poder, sería capaz incluso de pactar con Netanyahu. La verdad es que, con el tema de Gaza, Sánchez, siguiendo la ambivalencia tradicional del PSOE, no para de nadar y guardar la ropa: condena las masacres contra la población palestina al mismo tiempo que sigue vendiendo y comprando armas a Israel, del mismo modo que aplaudía las protestas del pasado domingo en Madrid y enviaba a la policía a repartir leña. Es un eco de aquella dualidad angelical de Zapatero comentando cuánto le gustaría sentarse en las asambleas del 15-M, aunque no iba a poder, lástima, porque se estaban manifestando contra su gobierno. Bukowski dijo en una frase célebre que votar entre republicanos y demócratas era igual que elegir entre mierda caliente y mierda fría. Con el PP y el PSOE sucede exactamente lo mismo.
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