Opinión
¿Protestar no sirve para nada?

Por Toni Mejías
Periodista
El pasado 27 de agosto, en la séptima etapa de La Vuelta Ciclista a España, en una carretera secundaria de la provincia de Girona, cinco personas impidieron el paso al equipo israelí Premier-Tech para denunciar el blanqueamiento que suponía su participación en la prueba y protestar contra el genocidio en Gaza. Parecía un hecho aislado, una noticia que pasaría sin pena ni gloria, pero que fue la chispa que encendió la protestas durante el resto de Vuelta y que ha llevado a organismos internacionales deportivos a valorar la participación de Israel en sus distintas competiciones con total normalidad. De momento, algunas pruebas ciclistas han vetado al equipo Premier-Tech y no ha sucedido mucho más, pero el hecho de que se haya generado ese debate demuestra que cualquier protesta, por muy aislada que sea, puede suponer el comienzo de algo más grande.
Quienes dicen que protestar no sirve para nada son, en su mayoría, los que no quieren que nada cambie. También existen acomodados que prefieren la miseria antes que el conflicto, que piensan que si no se mueven no sienten las cadenas, pero generalmente suelen llegar esas afirmaciones desde púlpitos más altos y desde voces más condescendientes. Todo el revuelo político que se generó en las últimas etapas de La Vuelta, acusando de terroristas a los manifestantes, nace de la impotencia de quienes ven que se pasó de cinco personas cortando una carretera a miles de manifestantes con banderas de Palestina e imágenes recorriendo la prensa de medio mundo. El Estado español estaba consiguiendo ser vanguardia en su apoyo al pueblo gazatí y eso, quienes están con los genocidas (principalmente por motivos económicos), no pueden permitirlo. Deben ridiculizar y banalizar las protestas porque saben que sí sirven y que no permitir que la última etapa de La Vuelta transcurriera con normalidad fue una victoria de quienes creen que el pulso en las calles todavía es importante.
Los mismos argumentos se escuchan desde la derecha política y mediática contra la Flotilla de la Libertad que intentó hasta el pasado miércoles llegar a Gaza con ayuda humanitaria. Desde el primer minuto se han intentado burlar de sus tripulantes. Se ha llegado a decir que iban de vacaciones y que lo hacían por intereses personales. Porque como la derecha solo se mueve si les ofrecen dinero piensan que todos y todas son como ellos. Capítulo aparte merecería esa izquierda que también se ha burlado de quienes decidieron embarcarse y poner su cuerpo para denunciar la barbarie e intentar ayudar, pero, por suerte, la mayoría que ha ridiculizado hasta niveles histriónicos a la Flotilla ha sido la derecha más prosionista. Casi todo personalizado en la figura de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, quien hablaba el pasado jueves de la Flotilla como “Asamblea de la facultad flotante” y afirmó que “ya se han dado el baño y, a partir de ahora, subvenciones para sus chiringuitos para el teatro, para el cine, ya se han hecho su agosto” mientas sus cachorros de Nuevas Generaciones tuiteaban “se acabó el crucero”. Una vez más, el ser mala persona y mediocre como bandera.
Este nerviosismo solo responde a que se saben en el lado incorrecto de la historia, que son conocedores de que son minoría en este momento y que el genocidio está siendo retransmitido en directo y la mayoría del pueblo español está en contra. Quitarle valor a la acción de la Flotilla es fruto de la desesperación. Y más cuando pueden ver que la detención de los y las activistas ha desatado una ola de protestas en numerosas ciudades europeas y ha vuelto a situar el foco mediático en una zona donde se empezaba a normalizar la barbarie y la destrucción. Les interesa que se hable poco de ello, que la rutina le quite espectacularidad, por eso saben que las protestas, si van en aumento, van en su contra. Esas que no sirven para nada, según ellos.
Lo mismo sucede con las manifestaciones mensuales que están habiendo contra Carlos Mazón por su gestión ausente en la DANA del pasado octubre que costó la vida a 229 personas. Quienes dicen que cada vez somos menos, que solo queremos ayudas públicas, que nada más que hay intereses partidistas detrás de la protesta, son quienes quieren que la ausencia del president de la Generalitat Valenciana en el momento de la mayor crisis de las últimas décadas, sea algo anecdótico y no crucial. Quienes quieren ver culpables en todos los lugares menos en su casa. Y quienes quieren hablar de que todos los políticos son iguales y de que solo el pueblo salva al pueblo para negar la negligencia de la gestión pública. El olvido y el silencio son sus mayores cómplices y la calle está para recordar lo que los medios subvencionados prefieren obviar.
Si te dicen que tu protesta no sirve para nada es porque vas por buen camino. Son los herederos del dictador que te decía que no te metieras en política. No quieren que participes en la vida pública porque así les resulta más fácil hacer y deshacer a su antojo. Este fin de semana se ha convocado una movilización estatal por Palestina para exigir el fin al comercio de armas y de relaciones con Israel. En total ochenta municipios que se han adherido al manifiesto y que han convocado manifestaciones para hoy o mañana. Una vez más, querrán ningunear y minusvalorar estos actos. Llenemos las calles y demostremos que sí sirven. Que cada vez son más los países que están reconociendo al Estado Palestino, que cada vez son más los organismos que están debatiendo si vetar a Israel de sus pruebas deportivas, que cada vez son más quienes exigen sanciones al Gobierno genocida de Netanyahu, que cada vez son más quienes abren los ojos ante la barbarie. Sobre todo, los palestinos no se sienten tan solos ante la máquina de destrucción israelí financiada y protegida por EEUU. Y cuando todo es ruido, muerte y destrucción, como mínimo, quieres saber que no estás solo y que, humanamente, sois vencedores.
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