Opinión
Eureka
Por Ciencias
Carlo Frabetti// El juego de la ciencia
* Escritor y matemático
Este año no solo se celebra el bicentenario del nacimiento de Darwin, como os recordaba en mi columna anterior, sino también el de otro de los grandes genios del siglo XIX: Edgar Allan Poe. Maestro del relato fantástico y terrorífico, precursor de la novela policíaca, excelso poeta, Poe fue también un pensador agudísimo y un apasionado amante de la ciencia. Paradójicamente, la que él consideraba su obra cumbre apenas tuvo repercusión en su día, y hoy, a pesar de la enorme fama del autor, sigue siendo poco conocida; me refiero a su ensayo científico-filosófico Eureka; o, más que ensayo, “poema en prosa”, como lo subtituló el propio Poe. “Me propongo hablar del universo físico, metafísico y matemático, material y espiritual, de su esencia y su origen, de su presente y su futuro”, anuncia en la introducción. Y lo hace.
Sería fácil, como han intentado algunos, descartar Eureka como el delirio de una mente enfebrecida si no fuera por su gran altura poética y por sus asombrosos aciertos, que, dado el nivel de la ciencia de la época, solo cabe atribuir a una intuición genial. Si no llamamos loco a Demócrito por proponer la teoría atómica sin más base que el aroma de un pan recién horneado, tampoco podemos llamárselo a Poe por anticipar la cosmología del universo en expansión, los agujeros negros o las fuerzas nucleares de atracción y repulsión. Y su ensayo no es menos sorprendente desde el punto de vista filosófico y gnoseológico. Sus reflexiones sobre las limitaciones de la mente humana, para la que no solo es inconcebible lo infinito sino también lo finito, son de una extraordinaria sutileza dialéctica.
Tampoco sería acertado ver en Eureka el fruto de un súbito arrebato crepuscular (el libro fue escrito de un tirón en 1847 y se publicó en 1848, un año antes de la muerte de Poe); las ideas estéticas y filosóficas de su “poema en prosa” ya están presentes en Coloquio de Monos y Una y en algunos de los relatos más inclasificables del autor de El cuervo. Poe siempre se interesó por la ciencia, sobre todo por la astronomía, y pasó muchas horas observando el firmamento. Eureka es la culminación de toda una vida de reflexión, y se suma con inusitada fuerza a la gran corriente de la literatura especulativa y visionaria. George Santayana, en su magistral ensayo Tres poetas filósofos, tras proponernos un esclarecedor recorrido por los grandes poemas filosóficos de Occidente –De Rerum Natura, La Divina Comedia, Fausto–, se lamenta de que, después de Goethe, nadie haya reemprendido la colosal aventura intelectual de Lucrecio y Dante. Se olvida de Poe.