Opinión
El liberalismo es pecado
Por Ciencias
DE AQUELLOS POLVOS // JUAN SISINIO PÉREZ
* Catedrático de Historia en la Universidad de Castilla-La Mancha
La doctrina de la Iglesia es clara: el liberalismo es pecado. Al proclamar la libertad de conciencia, conduce al relativismo. Por otra parte, hace del mercado el único dios que rige la vida social. Quizás por eso Esperanza Aguirre, que se proclama liberal, no da libertad de información en Telemadrid. Para conservar incólumes los valores. En cambio, como buena liberal, abre los horarios del comercio sin límite como manda el mercado de las multinacionales. Quizás, en el fondo, sea marxista, y piensa que la contradicción es la madre de la historia. Como sus aliados, los obispos, que rechazan la libertad de casarse cada cual con quien quiera, pero practican la libertad de negocios, especulan en la bolsa y exigen dinero público para montar escuelas católicas.
Olvido histórico
Papas y ricos olvidan hoy la historia. El liberalismo del siglo XIX subvirtió el poder amasado durante siglos por la Iglesia. Decretó la libertad de ideas y desamortizó los bienes eclesiásticos. Con esos bienes, los liberales fraguaron sus fortunas. Sería reveladora la nómina de aquellos liberales cuyos bisnietos y tataranietos son gran parte de los ricos actuales de España. Quizás no quieran saber que el liberalismo estuvo y está condenado. Lo han condenado todos los papas, desde Gregorio XVI, en 1832, hasta Ratzinger.
España aportó un best seller, el folleto del padre Sardá titulado El liberalismo es pecado. Se tradujo a ocho idiomas. Afirmaba que “ser liberal es más pecado que ser blasfemo, ladrón, adúltero u homicida”. En efecto, “el relativismo moral”, como teme Ratzinger, puede traernos “una catástrofe antropológica”. Mientras, la Iglesia recibe cada año 150 millones de euros del Estado, 2.500 millones para los centros católicos de enseñanza e invierte en bolsa aprovechando las especulaciones producidas por el dios mercado.