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Israel Israel se hunde en la crisis política más profunda de su historia

Después de que Benjamín Netanyahu agotara sin éxito el plazo de cuatro semanas para formar gobierno, el presidente Reuven Rivlin ha encargado este miércoles la misma misión a Yair Lapid. El líder de Hay un Futuro dispone de 28 días para lograr el objetivo, si bien las posibilidades culminarlo son escasas y en el horizonte aparecen cada día con mayor claridad las quintas elecciones consecutivas.

El primer ministro israelí en funciones, Benjamín Netanyahu
El primer ministro israelí en funciones, Benjamín Netanyahu. Debbie Hil / REUTERS

Este miércoles Israel ha vivido uno de los días más turbulentos de su reciente historia en medio de un caos político sin precedentes, después de cuatro elecciones legislativas consecutivas que no han logrado desbloquear una crisis en cuyo centro está la controvertida figura del primer ministro del Likud Benjamín Netanyahu.

En la media noche del martes al miércoles expiró el plazo que Netanyahu tenía para formar una coalición, y le comunicó su fracaso al presidente Reuven Rivlin, quien inmediatamente inició consultas con distintos partidos políticos para escuchar sus posiciones y enterarse de si quería proponer un candidato alternativo para formar gobierno.

Una mayoría de diputados de la oposición (56) recomendaron a Rivlin que confíe a Yair Lapid la misión de formar una coalición, mientras que Naftalí Bennett se postuló él mismo con solo el respaldo de los siete diputados de su formación. Por su parte, el Likud y sus aliados recomendaron al presidente que difiera la cuestión a la Kneset.

El Likud era consciente de que si la cuestión pasaba al parlamento, solamente un candidato que contara con el apoyo de 61 escaños, la mitad más uno, podría formar gobierno, algo que no se vislumbra, de manera que la Kneset tendría que disolverse después de convocarse las quintas elecciones en poco más de dos años.

La opción de Lapid para el cargo de primer ministro apenas se aguanta con alfileres dada la abigarrada composición de la oposición, que comprende fuerzas cuyos programas no tienen casi nada en común, pero permitiría pasar cuanto antes una ley ad hoc que impidiera que una persona imputada por la justicia, es decir Netanyahu, accediera al cargo de jefe de gobierno en las siguientes elecciones, que serían inmediatas.

Una hipotética coalición de Lapid simplemente podría hacer eso, y se desintegraría en ese mismo momento sin sostenerse ni un minuto más. Una coalición de esa naturaleza es muy difícil de establecer, pero no imposible. En última instancia dependerá de las ganas que tenga la oposición de desembarazarse de Netanyahu, algo que sus líderes proclaman cada día a diestra y siniestra.

Pero una ley ad hoc para echar a Netanyahu no garantizaría completamente que el veterano primer ministro se fuera, puesto que el Likud podría presentarse con un testaferro y si su coalición ganara, lo que no es imposible, la Kneset anularía la ley ad hoc y Netanyahu volvería al cargo.

Esta semana se publicó una grabación de la política Ayelet Shaked, compañera de Bennett, calificando a Netanyahu, su esposa y su hijo de "tiranos". Sin embargo, Shaked cree que Netanyahu es el único político capaz de ser primer ministro y hacer frente a los numerosos desafíos que acosan al país, políticos y económicos.

Todo el mundo está de acuerdo que el objetivo primordial de Netanyahu consiste en librarse del juicio que estos días tiene lugar en un tribunal del sector ocupado de Jerusalén, un juicio por corrupción que podría demorarse varios años, en función de la táctica que utilicen sus abogados. Nadie duda de que si Netanyahu obtuviera una mayoría en las próximas elecciones, modificaría la ley a su favor.

En cualquier caso, el papel que los partidos opositores de "centro-izquierda" pueden jugar es efímero y no se podrá sostener muchos días. Incluso suponiendo que perdiera las próximas elecciones, el Likud, como partido más votado con diferencia, sería capaz, si Netanyahu desapareciera, de formar una coalición amplia con la extrema derecha nacionalista y religiosa, que cuenta con una holgada mayoría en la Kneset.

Todo el país estaba en vilo cuando a las 18:30 del miércoles el presidente Rivlin comunicó públicamente que encargaba a Yair Lapid la formación de una coalición. Lapid, que antes de dedicarse a la política desempeñó una exitosa carrera en el periodismo, tiene por delante una misión muy difícil, casi imposible.

Podría darse el caso de que, en las negociaciones que ahora comienzan, Lapid cediera el cargo de primer ministro a Bennett en primer lugar, una circunstancia que los dos han discutido en las últimas semanas, aunque es impensable que ambos políticos logren formar un gobierno para una legislatura completa, y lo más probable es que como mucho, y no es algo seguro, pasen la ley ad hoc para echar a Netanyahu.

A partir del miércoles Lapid dispone de 28 días para intentar una hercúlea tarea similar a la que ha intentado Netanyahu y en la que este ha fracasado. Es más, esta tarea sería incluso más difícil para Lapid dada la complejidad de la oposición. Si no lo logra, el país irá a las quintas elecciones sin remisión.
No hay duda de que durante el próximo mes Netanyahu pondrá en las ruedas de Lapid todos los palos que pueda, y seguramente no serán pocos, con lo que la tarea del líder de Hay un Futuro será todavía más compleja.

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