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Marín se despide con un tirón de orejas a Gobierno y oposición

'No se puede repetir otra legislatura tan dura y tan ruda', afirma el presidente del Congreso

G. LÓPEZ ALBA

No fue un discurso más, por un triple motivo.

Primero porque la celebración del Día de la Constitución estuvo marcada por el último zarpazo de ETA y el fallecimiento, la víspera, del segundo guardia civil tiroteado en Francia. Después porque, siendo el último solemne que pronuncia como presidente del Congreso de los Diputados, Manuel Marín le imprimió marchamo de testamento político. Y, finalmente, porque su esencia remitió explicítamente a la división entre los demócratas en la lucha contra el terrorismo -aunque implícitamente también al deterioro de las instituciones y, por extensión, a la quiebra de los llamados consensos básicos-.

Marín se despidió con un tirón de orejas al Gobierno y a la oposición por el discurrir de una legislatura que, en más de una ocasión, le ha sacado de sus casillas, tanto en lo personal como en lo político.

'No se puede repetir otra legislatura tan dura y tan ruda', clamó en su despedida quien en estos cuatro años se ha sentido en muchas ocasiones como Simón el Estilita, que predicaba en el desierto subido en una columna.

Consenso y sentido del límite

En su discurso, que llevaba manuscrito en unas cuartillas, esgrimió su calidad de miembro de las Cortes Constituyentes -el único diputado en ejercicio que conserva esta condición junto a Alfonso Guerra- y -aunque no aludió a ella- la certidumbre de su retirada de la política, para 'decirles lo que pienso y lo que siento'.


Tras censurar que 'se ha llegado rápidamente a la conclusión de que hay que trabajar en política de otras formas y con otras maneras', reclamó la recuperación de las dos señas de identidad del periodo constituyente: 'Consenso y sentido del límite'.

'Consenso quiere decir la voluntad permanente de ligar acuerdos. Sentido del límite quiere decir que en política es legítimo apretar al adversario; pero, cuando se aprieta, saber cuándo se tiene que abrir la mano y, llegado el caso, tender y estrechar la otra', explicó.

Sin mitos, pero con 'grandeza'

Con esos fundamentos, proclamó que 'tenemos que volver a la política con mayúsculas, a volar alto' para 'intentar el entendimiento básico otra vez', porque 'así nos lo van a reclamar e imponer los ciudadanos'. 'Ha llegado el momento de abrir la puerta a la grandeza', afirmó.


Pero, para que sea posible, subrayó que 'es preciso dejar de acumular reproches' y huir de la doble 'tentación permanente' que, a su juicio, caracteriza históricamente a España: 'ser iconoclastas y comportarnos como un país cainita'.

Admitió que 'la Constitución no es un mito intocable y no puedo serlo', pero, aceptado esto, defendió que 'es la referencia básica para entender lo que hoy es España y somos los españoles'.

Nadie se da por aludido

Como suele ocurrir ante las reprimendas, nadie quiso darse por aludido. El presidente del Gobierno se limitó a decir que fue 'un discurso atinado'. El líder de la oposición optó por indicar que no se sentía concernido por los reproches.

Sólo Gaspar Llamazares enmendó a Marín: 'No puede resumirse como la legislatura de la crispación. Ha habido muchos avances en derechos y política social, que son el núcleo de la Constitución'.

ERC y PNV hicieron novillos. D

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